La tormenta eléctrica de primera hora de la mañana, con violenta descarga de aguacero, sonaba a premonición. Solo faltaba que una de las jornadas electorales más anómalas en cuatro décadas de democracia, con distancias de seguridad, geles y mascarillas, tuviera que bregar con el enésimo contratiempo: una meteorología adversa a la que nadie esperaba. Clareó conforme discurrió el día, pero esa dualidad entre la tensión que generan los truenos y la calma que les precede fue al sentir de muchos votantes que, a pesar de que cayera la participación, secundaron el llamamiento a las elecciones al Parlamento Vasco. Orain arte ondo, hemendik aurrera ikusi beharko... María Teresa Zeberio, de 96 años, acaba de votar pero su rostro parece indicar que no las tiene todas consigo.

Tuerce el gesto y se coloca la dichosa mascarilla que le ha dejado al descubierto por unos instantes la nariz. Su hija Concepción, de 64 años, le insiste en que actúe con arreglo a la situación que vive el municipio. "Para qué engañarnos. Hemos venido con tensión porque a pesar de que haya pasado ya una semana, una no se acostumbra a votar y a vivir así". El eco de sus palabras reverbera en el frontón Beti Alai de Ordizia.

Hace unas horas que se ha tomado la temperatura a los vocales y presidentes de mesa en esta localidad goierritarra que una vez más centra la atención informativa. Hay una nube de medios locales, y también se ve aparcada una unidad de TV3· junto a las carpas donde estos días se han practicado miles de pruebas PCR. La expectación es máxima por conocer el desenlace de una jornada en la que pronto trasciende que el muncipio suma tres nuevos positivos, lo que de alguna manera se palpa en el sentir de sus gentes. "En realidad, no sé muy bien si se tenía que haber retrasado la cita. Es fácil hablar, pero quién sabe si todo esto hubiera sido peor de haber esperado hasta última hora, a la oleada que parece que viene en septiembre". Teresa y Concepción, madre e hija, se marchan dejando atrás tres de las 2.678 mesas electorales colocadas en 761 colegios vascos.

Nada se ha dejado a la improvisación para garantizar las seguridad ciudadana. El personal habitual ha sido reforzado por decenas de voluntarias. Con un peto verde fluorescente y mascarilla FFP2, indican a los 6.996 ordiziarras llamados a votar la fila que deben ocupar. "La respuesta de la gente está siendo extraordinaria. Hasta me han felicitado tres veces, cuando yo en realidad ya les digo que no he hecho nada especial". El rostro risueño de la joven Eider Huerta se adivina tras la mascarilla. Es el primero que ven los vecinos, que preguntan dónde se tienen que colocar. Así lo acaba de hacer una mujer de la calle Etxezarreta, donde el pasado fin de semana se detectó un brote de coronavirus en la zona de bares.

Eider les da paso y tras sortear un recorrido de unos quince metros, Ainhoa López les ofrece gel hidroalcohólico, a la espera de que llegue su turno. Desde una perspectiva aérea, el escenario es ciertamente insual: un frontón convertido en el centro de peregrinación de personas con el rostro cubierto, que caminan siguiendo las indicaciones oportunas, un tanto desconcertadas por la presencia de medios de comunicación que ocupan las gradas. De cuando en cuando, bajan a la cancha a tomar declaraciones.

En el epicentro de este irreconocible recinto deportivo está Kontxi Gallarza, tras una pantalla de metacrilato. "La lotería no me tocará, no", dice con un golpe de humor. Hace quice días que le dieron la noticia: le había tocado en suerte presidir la mesa electoral. Gracia no le hizo, aunque el temor se ha ido disipando con el tiempo. "Somos un pueblo consecuente y los vecinos se han sometido a las pruebas, algo que da tranquilidad. Trabajo en un supermercado, siempre he estado en primera línea durante la pandemia y, a decir verdad, fue mucho peor todo aquello. Sobre todo al comienzo de la crisis sanitaria, cuando tuvimos que trabajar sin guantes ni mascarillas y con total desinformación".

No tiene mucho tiempo que perder la mujer, entre otras cosas, porque Jose María Garmendia aguarda con la papeleta en mano. Nada de contacto. El hombre muestra su carné de identidad. La presidenta de la mesa le dice sonriente que, si no tiene inconveniente, acerque un poco más la tarjeta para que pueda descifrar su nombre. Acto seguido, el hombre deposita su voto y se marcha por donde ha venido. "Raro sí se hace todo esto, pero en el pueblo se ha actuado con rapidez y hay que retomar poco a poco la normalidad. De hecho, me voy a tomar ahora mismo un café en la calle Etxezarreta", dice el ordiziarra de 69 años, que se gira sobre sí mismo y abandona el frontón por la parte derecha, como le indican para evitar contactos.

"Adurtxo, zer moduz dijoa dena?", le pregunta una vecina al alcalde del municipio, que va y viene. La mujer se muestra preocupada por el discurrir de la mañana y el hombre, tal y como acaba de reconocer a los medios, dice que lo más desconcertante ha sido la lluvia de primera hora.

Los vecinos saben que se han recomendado unas franjas horarias. En la medida de lo posible, que los mayores de 50 años acudan por la mañana, algo que se nota en el perfil de los electores.

También en Jakintza Ikastola, donde los ordiziarras aguardan disciplinadamente en una larga cola que precede a las tres mesas electorales. El trasiego de gentes que abandonan el centro educativo frotándose las manos es constante. Todos marchan dejando la estela de olor a gel hidroalcohólico.

Los nubarrones se han marchado, y quizá por ello Isabel Olano, de 90 años, ha acabado por decidirse a bajar. No las tenía todas consigo, dice su yerno. La mujer se ha despertado mareada. "Lo mejor es que estos días no ha sido muy consciente de todo lo que ha venido ocurriendo", dice Jose Lekuona, que empuja la silla de ruedas para colocar a su suegra frente a la urna.

Ya en el paseo de los Fueros, las terrazas a rebosar de gentes son la imagen más elocuente de que, a pesar de todo, la vida sigue, y los vecinos de este municipio van aprendiendo a gestionar la incertidumbre, auque la participación haya caído más de un punto con respecto a 2016.

Los sondeos de primera hora de la tarde se corresponden con la impresión que tiene Iñigo García. Ejerce de vocal en el colegio electoral de la calle Hamarretxeta de Pasaia. "Todo está funcionando con mucha normalidad, pero se nota que viene menos gente que otros años", indica tras su pantalla de metacrilato, con la que se protege mientras repasa los nombres de los votantes que van y vienen.

Sensaciones extrañas en Donostia

Ya en Donostia, Javier Rodríguez, reconoce haber tenido sensaciones extrañas. "Han comenzado desde el punto de la mañana con esta tormenta y esos truenos. A pesar de todo, veo a la gente con ganas, y es lo que hace falta. Que todos vayamos tomando conciencia y actuando en consecuencia con respecto a esta siuación", dice tras dejar la papeleta en La Anunciata Ikastetxea.