"¿Cómo es posible que alguien como Trump gane unas elecciones?"
Quienes lo preguntan se escudan en las acusaciones judiciales contra el magnate, su argumentario, su ideología y su carácter, pero el 'trumpismo' en su acepción más amplia lleva varios años de ventaja
La pregunta vuelve como si ocho años hubieran pasado en balde: ¿cómo es posible que un candidato como Donald Trump gane unas elecciones? Quienes lo preguntan se escudan en las acusaciones judiciales contra el magnate, su argumentario, su ideología y su carácter. Como si en 2016 razones parecidas no lo hubieran impulsado a la victoria. El trumpismo en su acepción más amplia lleva varios años de ventaja con respecto a sus rivales.
En Posverdad. La nueva guerra contra la verdad, Matthew d’Ancona recuerda aquellos comicios de 2016, en los que Trump, que no era un candidato simpático, suscitaba una empatía entre la población que Hillary Clinton, muy armada de datos, razones y verdades, fue incapaz de generar. Justo ante una población que sentía haberlo perdido todo salvo el derecho a voto. Y lo empleó: ha cambiado un paradigma en el que Trump y sus réplicas mundiales a lo largo del mundo, además de sujetos activos, son una consecuencia.
En el debate público actual se cruzan posiciones que apuntan en la misma dirección, como recuerda d’Ancona en un buen libro para entender la época actual. Desde el “este país está harto de expertos” que acuñó el ministro británico Michael Gove para atacar a los contrarios al Brexit hasta el “la verdad es una creencia”, que señaló un asesor de Putin como Alexander Dugin.
Antes todo el mundo tenía derecho a su opinión, recuerda el autor, pero no a tener sus propios hechos, que eran sagrados. Si las opiniones eran particulares, los factos eran un lugar común, compartido. Inamovibles. Hoy hay quien niega la realidad ante millones de espectadores: “El caballo blanco de Santiago es verde”.
Y lo que es peor: se inventa otra realidad que más le beneficie. Al otro lado de la pantalla del móvil siempre habrá quien piense “por algo lo dirá”. Con un poco de suerte, ese ciudadano reenviará el contenido. Una frase de Sonia Orwell recogida en el libro: “Lo peculiar de nuestro tiempo no es la falta de verdad, sino la renuncia a buscarla”.
En un momento en el que los hechos irrefutables no son el árbitro que da y quita razones, la desinformación no sirve para ganar debates públicos, pero tiene otro fin. Su gran objetivo es poner bajo sospecha los datos, la realidad incluso vista con ojos propios para que nunca se cierre el debate. En el 11-M sirvió para generar una teoría que permitiera acusar al Gobierno español de “ilegítimo”. Un hilo acusatorio que 20 años después siguen contra el Gobierno actual en una era de fragilidad institucional generalizada. No es casual.
La respuesta racional y cerebral ante cualquier tema, con informes de 500 páginas, es más bien inútil. “Quienes defienden la verdad tienen que hablarle a la cabeza y al corazón por igual”, defiende d’Ancona tras el fiasco de los contrarios al Brexit, tan escrupulosos en sus datos como inefectivos en el debate cuerpo a cuerpo contra los Nigel Farage y Boris Johnson. Ellos apelaban a las emociones; los contrarios al Brexit, solo daban datos. En otras palabras: “La batalla entre el sentimiento y la racionalidad es, en cierta medida, una falsa dicotomía. Más que nunca, la verdad requiere un sistema emocional de transmisión que apele a la experiencia, a la memoria y a la esperanza”.
El bolsillo frente al aborto
Ocho años después del primer triunfo de Donald Trump, la supervivencia de la democracia, los derechos humanos, el derecho al aborto y el techo de cristal de las mujeres estaban en juego en una campaña en la que los asesores del Partido Demócrata creyeron iba a ser el eje.
Una campaña más, han chocado el intento de imponer un relato más que noble (y necesario) frente a la astucia de saber navegar sobre el relato que la mayoría social y sus pulsiones demandaban, preocupada por sus bolsillos y hasta por las fronteras.
Una población que no por priorizar su economía doméstica está en contra de la igualdad o del derecho al aborto (en siete de los 10 estados que se votaba un referéndum al respecto la opción mayoritaria ha sido proteger dicho derecho). En esa realidad poliédrica empiezan los problemas. Sobre todo cuando toca diseñar una campaña presidencial.
El otrora cinturón azul, el Cinturón del Óxido, ha hablado para quien haya querido escuchar: los grandes números macroeconómicos no llegan a los bolsillos de las familias. La macroeconomía ha de ir bien para que la microeconomía vaya, pero la buena marcha de la macroeconomía no llega a todos los bolsillos con efectos automáticos. Primum vivere, aunque para ello la elección esa sea volver a confiar en aquel que no dio solución a estos problemas entre 2017 y 2020.
Otro cambio de administración
Desde 1981, cuatro presidentes habían revalidado mandato. Todos salvo Bush padre: Reagan, Clinton, Bush hijo y Obama. Desde el adiós de este en 2017, Estados Unidos estrenará el 20 de enero su tercer cambio de Administración, señal de los tiempos agitados.
Las secuelas de la crisis de la anterior década llevaron a la población del citado Cinturón del Óxido a confiar en Donald Trump, que no les arregló la vida. En 2020 optaron por Biden y ahora regresan a Trump por razones similares. Hay exigencia, no hay respuestas eficaces e incluso se prefiere volver a una fórmula que no satisfizo y fue castigada en las urnas.
Las encuestas aciertan
Las encuestas han acertado el ganador. Muchas veces criticadas, las encuestas anticiparon que Donald Trump se llevaría el gato al agua. Con márgenes muy reducidos, pero en las últimas semanas mostraban a un Trump que se había recuperado de un mal final del verano.
Un gran agregador como es Real Clear Politics facilita medias de encuestas diarias. También las ofrece en cada estado clave. Incluso en algunos condados. En la larga recta final de la campaña, Trump ya ganaba en cinco de los siete estados. Todos salvo Michigan y Wisconsin, donde las empresas demoscópicas anticiparon triunfos de Kamala Harris por medio punto. Sin Pensilvania u otro estado en el que saltara la sorpresa, la vicepresidenta en funciones estaba sin nada que hacer. Salvo confiar que del margen de error técnico de las encuestas naciera la esperanza.
A tenor de las encuestas, a Harris se le había acabado hace tiempo el empuje que le dio la Convención Demócrata de finales de agosto. En concreto, un mes después: octubre y noviembre han sido ventajas para Trump.
Harina de otro costal es esconderse en los márgenes de error técnico de las encuestas para confundir la realidad de las encuestas con el deseo de la victoria de Harris. Un error como otro cualquiera en la cada vez más larga cadena de teléfonos rotos.
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