El sector de la automoción en la CAV y Navarra tiene un peso relevante en la cuenta de resultados de ambas realidades, alcanzando el 25% y el 30%, respectivamente, de ambos PIB. El aporte de la industria auxiliar, capitaneada por firmas como Gestamp, Cie Automotive o Metagra, entre cientos, y el peso de factorías como la de Mercedes en Vitoria o la de Volkswagen en Pamplona, son ineludibles a la hora de entender la fortaleza de ambas economías, que siguen ejerciendo posiciones de liderazgo en el Estado asimilándose al nivel que, por ejemplo, tienen los länder alemanes.
Sin embargo, esa situación de privilegio ganada a pulso durante décadas no está exenta de dificultades, sobre todo, a corto plazo, e incertidumbres en el medio y en el largo. La cuestión parece sencilla en lo formal, pero de momento es irresoluble sobre el terreno: nadie sabe con certeza cómo amoldarse a una situación intermedia en la que convivan las tecnologías térmicas con las eléctricas mientras se avanza hacia la electrificación total. Ese tránsito está siendo especialmente traumático en Europa.
Los excesos regulatorios y las apuestas de máximos hacia el citado objetivo han contribuido a colocar al sector en una situación delicada, con una pérdida de cota de mercado significativa ante rivales que llegan exentos de las taras administrativas. Dos ejemplos claros llegan con el cotejo de los resultados de marcas chinas. Sus ventas en el viejo continente han crecido desde un 3,2% a finales de 2023 a superar el 10% de las matriculaciones en junio de 2025.
Estos datos se completan con otros que alertan de que de los 18 millones de vehículos eléctricos que se fabricaron en el mundo en 2024, el 70% se produjeron en China. “Lo que vivimos en el sector de la automoción es gran incertidumbre y gran inestabilidad”. Una frase de Francisco José Riberas, alma mater de Gestamp, que resume la génesis de una realidad preocupante.
Grandes marcas como Mercedes, Ford o el conglomerado capitaneado por Fiat ya han desdeñado una transición rápida hacia la electrificación, que es el cambio más importante en el sector en 80 años. Por eso es necesario ayudar a esta industria con una regulación europea que no vete ningún tipo de tecnología y que facilite una transición con sentido común y exenta de maximalismos con consecuencias perjudiciales constatables en las empresas y el empleo.