Aún arden varios focos incendiarios en los montes del Estado y se intuyen nuevos fuegos a vuelta del verano en vísperas del curso político que podría ser el último de la legislatura de Pedro Sánchez. No le bastará al presidente español con la voluntad de concluir el ciclo de cuatro años para poder hacerlo con solvencia. La carencia de presupuestos va a dejar de ser el síntoma de una dificultad de acuerdos para convertirse, si no se remedia, en un lastre para la acción efectiva de su ejercicio de gobierno. Ese capítulo sigue igual de atascado que al cierre del curso político, semanas atrás, y con pocos visos de restablecerse la necesaria mayoría de respaldo que permita actualizar las cuentas, prorrogadas desde 2023. Los acontecimientos de las últimas semanas retratan también un estancamiento de la capacidad política de la oposición, ajena a cualquier propuesta en positivo y enrocada en su estrategia de eludir el desgaste por las evidenciadas incapacidades propias ocultándolo tras un relato agresivo de culpabilización ajena. Los barones autonómicos del PP no pueden seguir escondiendo su nula gestión de un asunto recurrente y de primer orden como los incendios, que es de su competencia directa. Es el mismo esquema de enredar la realidad que ya se practicó tras la dana de Valencia y que pretende tapar responsabilidades propias ante la opinión pública. Entre tanto, los populares siguen atascados en el marco descriptivo que impone la extrema derecha, cuya agenda ha sido engullida sin reparo por los de Núñez-Feijóo en medio del silencio cómplice de éste. La ciudadanía ha soportado este verano la práctica de la xenofobia más explícita, el negacionismo que causa pérdidas y daños personales y materiales, y el constante señuelo judicial agitado ante los ojos de la opinión pública como placebo para la falta de alternativas a los problemas principales. El curso político que viene apela a la responsabilidad de todas las fuerzas políticas ante la evidencia de que el marco internacional va a seguir siendo un lastre para el desarrollo del bienestar en tanto lo puede ser para la economía. No puede ser el terreno de juego de una futura cita electoral a la que se acuda con desprestigio e insulto pero sin soluciones. Nada, en el panorama vigente, augura que los partidos del Estado estén a la altura de la exigencia de ese reto.
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