La Conferencia de Seguridad de Munich llegará este año marcada por un escenario global en el que el principal factor novedoso respecto a anteriores es el modo en que las políticas de Donald Trump están reconfigurándolo, pero a la vez tendrá que encarar la falta de iniciativa compartida que se arrastra de factores de inestabilidad ya vigentes antes. La Conferencia de Munich tiene la virtud tratarse de un foro independiente, multidisciplinar y que no representa a los Estados sino a representantes individuales de la política, la economía, la sociedad –desde ONGs a perfiles técnicos de diferentes ámbitos del conocimiento sociopolítico– de varias decenas de países bajo el lema “Paz a través del diálogo”. Su informe previo incide este año en la multipolarización de las relaciones geoestratégicas y en la necesidad de generar respuestas colectivas para los intereses compartidos como única alternativa a un modelo de conflicto. Su reflexión debería de ser especialmente útil para la posición de la Unión Europea (UE) y la cohesión de sus socios. La perspectiva de un marco multilateral ya se definió al final de la guerra fría como una oportunidad de generar vías intermedias frente a la polarización y la confrontación de modelos. Sin embargo, el paso de las décadas ha convertido esa multilateralidad en una sucesión de modelos unilaterales que se imponen regionalmente. Así, Rusia lleva este siglo dedicada a construir su propio eje de influencia construyendo en torno a sus intereses una estrategia claramente hostil a la democracia liberal europea. Un régimen autoritario desde el que se ha practicado la infiltración política y la desinformación para debilitar el eje de desarrollo socioeconómico y político de la UE. Tampoco es nueva la estrategia de China de posicionar sus intereses en el sur global mediante su capacidad financiera, hasta crear una esfera de dependencia. Estas son realidades previas que han generado una multipolaridad que no necesariamente aporta el equilibrio de contrapesos entre intereses. El populismo, la negación de los principios de la democracia liberal y la imposición de intereses nacionales están generando la disgregación de los acuerdos internacionales que deberían aportar estabilidad. Se desmonta un incipiente modelo de cooperación con consecuencias preocupantes para el bienestar cumún.
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