El varapalo parlamentario recibido ayer por el Gobierno de Pedro Sánchez debe dejar aprendizajes y afrontar fracasos: el estado de situación ha hecho tocar fondo su estrategia de gobernanza. El PSOE y Sánchez saben que sus mayorías son endebles y que las divergencias imposibilitan la adhesión acrítica mediante decretos de cajón de sastre. No prima la virtud de una parte del mismo que justifique el pragmatismo de asumir el resto sino todo lo contrario: los consensos en torno a las medidas están supeditados a las estrategias de oposición y en ellas falta el compromiso cívico que exigiría poner los intereses de la ciudadanía –pensiones, ayudas al transporte, a damnificados, memoria,...– por encima de la prioridad de una agenda particular cuyo único horizonte es la consecución del poder, en el caso de la derecha española, o las prioridades partidistas, en otros socios. En este entorno, la pretensión de Sánchez de proyectar hacia el futuro los problemas está alcanzando sus límites de eficacia. Puede conllevar que se consolide, por habitual, la ausencia de una mayoría parlamentaria que respalde las iniciativas del gobierno y esto provocaría la parálisis del mismo. La prórroga presupuestaria está ahora más cerca, casi una consecuencia lógica del desencuentro en las izquierdas –con Podemos haciendo abierta oposición a Sánchez y Yolanda Díaz–. Las medidas que beneficiarían a los pensionistas, a la imputación fiscal del IRPF de la ciudadanía española, a la transición energética, a la movilidad sostenible o a los damnificados por la dana en Valencia, que ayer decayeron, exigen ser rescatadas cuanto antes y no verse sometidas al juego absurdo de vencedores y vencidos que practica el PP, que secuestra los intereses de la ciudadanía y que el PSOE no ha sabido evitar. Mención especial merece la endeble y falsaria justificación del partido de Feijóo, que no tiene más argumento para explicar su racanismo político que mentir sobre la devolución de la sede del PNV en París. Insulta la inteligencia, manipula la verdad y usurpa la memoria. Alimenta el desencuentro ciudadano con una insistencia antidemocrática en convencer a la ciudadanía española de que el reconocimiento de los derechos de los vascos va en detrimento de los de los españoles. Quemados los puentes del diálogo, socava sus cimientos.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
