La confirmación, tras un periodo de incertidumbre por parte de Israel, de la entrada en vigor este domingo del alto el fuego en la Franja de Gaza es, pese a la extrema fragilidad del acuerdo y su evidente limitación, una gran oportunidad que debe ser aprovechada en dos ámbitos interrelacionados: el humanitario y el político. La tarea más urgente desde el mismo momento del cese de los bombardeos sobre el territorio palestino es la de atender a la población gazatí, duramente castigada de forma ininterrumpida durante 470 días que ha costado la vida a más de 47.000 personas, muchas de ellas niños, y a la devastación prácticamente total de la franja. Por ello, es obligado, tal y como exigió ayer la Unión Europea –cuyo papel tanto durante la guerra como en las negociaciones para el alto el fuego ha sido una vez más dolorosamente irrelevante–, el acceso pleno y sin trabas de la ayuda humanitaria para que se pueda distribuir eficazmente. Asimismo, durante estos 42 días sin bombas previstos en el acuerdo para la primera fase del alto el fuego deberán habilitarse viviendas mínimamente dignas e infraestructuras básicas, reconstruir hospitales y garantizar el acceso a alimentos, medicinas y servicios básicos y preparar en lo posible la reconstrucción de Gaza. Además, es necesario también aprovechar esta oportunidad para construir durante este frágil pero trascendental periodo las bases para un acuerdo de alcance político con el objetivo de abrir un proceso de paz real y ambicioso al mismo tiempo. Es difícil pensar que las partes enfrentadas –el gobierno israelí de carácter ultra liderado por Benjamín Netanyahu y la organización radical terrorista Hamás– vayan a tomar la iniciativa del diálogo. Máxime, cuando ambos lados tienen también serios problemas internos de cohesión y de objetivos. Es aquí donde la mediación internacional –que con Catar a la cabeza, así como Egipto y EE.UU, ha logrado el alto el fuego– puede jugar un papel crucial. De momento, la debilidad del acuerdo obliga a la prudencia. Solo el escrupuloso cumplimiento de los términos de lo pactado –la puesta en libertad de 1.904 presos palestinos por parte de Israel a cambio del regreso de 33 rehenes en manos de Hamás–, todo ello de manera escalonada y condicionada al cumplimiento recíproco, determinará el futuro más inmediato en Oriente Próximo.
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