La decisión del Gobierno de España de suprimir la rebaja del IVA a los alimentos básicos va a tener como inmediata consecuencia el encarecimiento de estos precios. A partir del día 1, la temida cuesta de enero será un poco más empinada. Es verdad que técnicamente no estamos ante una subida de impuestos, sino ante el final de unas bonificaciones que eran de carácter transitorio, pero no por ello van a dejar de tener la consiguiente repercusión en el IPC del próximo mes. Además, afectará a productos de consumo diario como lo son las leches, el pan, los huevos, el queso, las frutas, las verduras, las legumbres, los tubérculos, los cereales, las harinas y los aceites de oliva, que dejan de estar gravados al 2% para hacerlo al 4%. Un incremento, por lo tanto, del 2% que se va a notar en nuestros bolsillos desde el primer momento de su entrada en vigor. De esta forma, los alimentos básicos recuperan su tributación habitual –el IVA superreducido regresa a su histórico 4%–, mientras que los que soportan ahora una tasa provisional del 7,5% –como las pastas y los aceites de semillas– volverán al 10% original. Se pone fin a dos años de descuentos con los que Moncloa trató de paliar la crisis inflacionaria que provocó el estallido de la guerra de Ucrania, una vez que el IPC ha entrado en una senda de moderación que, sin embargo, todavía no ha llegado a los alimentos. La realidad es que la cesta de la compra no ha dejado de subir desde 2022. Han sido tres últimos años en los que el incremento medio de estos precios ronda el 20%, lo que ha provocado una pérdida de poder adquisitivo, dado que los salarios no han crecido con el mismo vigor. El encarecimiento de los alimentos va a coincidir con otras subidas en suministros básicos. Es el caso de la luz, que cierra el año con una preocupante tendencia alcista, y a la que previsiblemente se sumará el gas, cuyo precio para el próximo trimestre conoceremos la semana que viene. Al menos parece que se detiene el incremento de las gasolinas. Los analistas señalan que los precios del petróleo podrían estancarse en 2025, como consecuencia de la debilidad de la demanda china, que plantea un panorama bastante incierto. A todo esto se suma una abundante oferta mundial de crudo, lo que se traduce en una contención de precios e incluso un horizonte a la baja.
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