La tecnología y su aplicación a la comunicación ha adquirido el incontestable protagonismo que permite marcar usos socioculturales cada vez más universales. Las virtudes de este proceso en favor del intercambio de información, de la difusión de conocimiento y de la construcción de un espacio de libertad de acceso sin discriminación son un factor al que no cabe renunciar. Los riesgos de una mala práctica en el uso de las herramientas y de las redes de intercambio de información no deben tampoco ocultarse. La desinformación, el uso con fines espurios de las redes sociales y la creación de estados de opinión a partir de la manipulación están en la preocupación colectiva cada vez más nítidamente, lo que debería facilitar poner coto a los excesos y garantizar un uso racional, libre, respetuoso y equilibrado de un multiverso de comunicación que puede hacernos más libres o más dependientes. Pero en el ámbito de la formación y en la gestión de los usos y herramientas en función de la edad del usuario no hay el mismo consenso aunque se están alzando voces cada vez más autorizadas que abogan por no demonizar los instrumentos pero hacer un uso más razonable de ellos. En el pasado curso escolar adquirieron un eco significativo iniciativas en favor de controlar el uso de móviles y redes sociales en el ámbito de la escuela. La modernización, digitalización y fomento del uso de herramientas tecnológicas no deberían dejar de ser un objetivo a potenciar pero el uso racional de las mismas empieza por un conocimiento que se ha invertido en tanto ya no pasa de padres a hijos y eso dificulta establecer límites claros. Una herramienta tecnológica o el uso de una red social pueden tener valor pedagógico pero no ser una vía de deterioro de la función educativa. Existe normativa que prohíbe, por ejemplo, el uso de redes sociales a los menores durante el tiempo dedicado a su educación en el aula pero es más complicado cumplimiento si no hay una implicación del entorno más próximo al menor, que es el que define límites, obligaciones y comportamientos. Principios de convivencia que no cabe cargar a la escuela y deben llegar implantados por un compromiso social colectivo previo potencie su función de dotar de los recursos, el conocimiento y las capacidades a los menores para que afronten y construyan su futuro.