Naciones Unidas dedica el día de hoy a recordar a las personas refugiadas y poner el acento en la situación humanitaria que padecen. A través de su Comisariado dedicado a este colectivo (Acnur) viene aportando información muy significativa que permite despejar algunas presunciones erróneas y también encarar el impacto de la percepción real del problema en las sociedades de todo el mundo. Sus informes desmienten la percepción general que apunta a que el flujo de estos refugiados se dirige hacia el norte y los países económicamente más desarrollados. Sin embargo, Acnur constata que el 75% de los países de acogida presentan niveles de renta media o baja y que hasta 7 de cada 10 desplazados fuera de su país se asientan lo más cerca posible de su hogar, al otro lado de su frontera: el pasado año más de seis millones de personas regresaron a su país de origen. Sin embargo, en Europa gana peso la opinión contraria a la concesión de asilo por conflictos, persecución política, étnica o religiosa, como se rechaza la inmigración económica: hasta un 61% de los ciudadanos europeos asocian a los refugiados con razones económicas y no de derecho humanitario. Las sociedades más pudientes, que proyectaron su cultura, religión y valores a todo el mundo mediante el tránsito de personas, han olvidado la naturaleza trágica de los motivos para abandonar la tierra propia. Además, contra la evidencia medible, 4 de cada 10 europeos creen que los acogidos no harán lo suficiente para integrarse en la sociedad que les recibe y un 37% cuestiona que aporten al bienestar común. Los discursos que crean opinión ocultan que el 40% de los desplazados son niños y la catarsis emocional sea ayudar con dinero a los países de acogida, pero no a ofrecer el propio. Europa recibió 1,13 millones de peticiones de asilo el pasado año; en el mundo hay 117 millones de desplazados. Se acogieron un 53% de esas peticiones. El Estado español recibió 163.000 y concedió el 12% pero un 39% de sus ciudadanos pide cerrar fronteras y un 42% cree que se ha acogido a demasiados. El discurso de inseguridad, coste y riesgo cultural de las ideologías radicales alimentan el rechazo al asilado no por perseguido, sino por inmigrante, despreciando al extranjero sin recursos económicos. Es un modelo de pensamiento único que cuestiona la diferencia cuando el diferente es pobre.
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