La celebración hoy del Aberri Eguna vuelve a interpelar a toda la ciudadanía vasca respecto al pasado reciente, el presente y el futuro de la construcción de la nación vasca, su conciencia e identidad, sus valores y su necesidad de tener su lugar en el mundo en pie de igualdad con el resto de naciones. El hecho de que este año el Aberri Eguna coincida en un ambiente preelectoral en la CAV a apenas cinco días del arranque de la campaña no debe impedir ni tergiversar los mensajes y reivindicaciones naturales de este señalado día. La vieja nación vasca –una de las más antiguas de Europa– viene construyéndose en el sentido y concepción modernos del término, desde hace prácticamente un siglo y en especial en las últimas décadas, en las que ha logrado unas altas cotas de autogobierno y de gestión de sus recursos propios sin que ello haya hecho ni olvidar ni renunciar a mayores niveles de soberanía que preserven y fortalezcan sus señas de identidad y doten a la ciudadanía de más y mejor bienestar y la sitúen en las mejores condiciones para afrontar los complicados retos de futuro. Si algo ha quedado meridianamente claro en los últimos años es que la construcción nacional se forja día a día en el autogobierno. La mayoritaria demanda social de ampliación del nivel de autonomía de gestión soberana debe, por ello, ser atendida, reconocida y plasmada por el Estado español y por la Unión Europea en una actualización mediante un nuevo estatus que consolide los actuales instrumentos de soberanía –en especial, el Concierto Económico y el Convenio– y garantice la plurinacionalidad, la igualdad, la justicia y el bienestar para toda la ciudadanía. Este Aberri Eguna se celebra, además, en un contexto especial, más allá del 21-A. La realidad política en el Estado español bascula entre la oportunidad histórica para el fortalecimiento del autogobierno y la inestabilidad que provoca el irrespirable clima de confrontación y enfrentamiento. Para la nación vasca supone cuando menos una ocasión para trazar un camino democrático de libre adhesión hacia su reconocimiento, sin imposiciones de ningún tipo. La novedad de la renuncia de la izquierda abertzale a la independencia unilateral y su apuesta por su consecución “sin prisas” ratifica la vía del posibilismo práctico frente a la tradicional retórica estéril.