La explosión de contagios de covid-19 en China está siendo analizada desde la comunidad internacional entre la honda preocupación y el llamamiento público a la prudencia mientras se adoptan tibias medidas teóricamente tendentes a evitar que la propagación del virus y sus posibles variantes se extienda por otros países y continentes. Que no nos encontremos ante una situación similar a la de hace tres años, cuando tras detectarse los primeros casos en China incluso desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) se minusvaloró la posibilidad de que el letal coronavirus se extendiese por todo el mundo, no significa que no deba tomarse muy en serio y sea necesario prever un escenario negativo y, por ello, tratar de evitarlo y estar preparados para ello. El grado de inmunización alcanzado entre nosotros gracias fundamentalmente a las vacunas descarta prácticamente una situación equivalente a aquel gran tsunami que derivó en la pandemia que, sin embargo, aún padecemos. Hay que tener en cuenta, además, que la tradicional opacidad del régimen chino dificulta conocer con exactitud la magnitud real del brote y, en consecuencia, los riesgos que conlleva. La propia OMS se muestra muy crítica y recela de los datos que aporta Pekín, tanto en el número de contagios como en el de muertes. La organización cree, sin embargo, que en esta nueva ola china –provocada por su anterior errónea política de cero covid– no hay nuevas variantes distintas de las que ya circulan en otros lugares. Todo ello obliga a extremar la prudencia, lejos de alarmismos. Sin embargo, resulta sorprendente que la Unión Europea no se sienta obligada a tomar medidas para proteger a su población y sus sistemas de salud. La decisión de los Veintisiete de limitarse a realizar recomendaciones y sugerencias a los Estados para que pidan a los pasajeros procedentes de China una prueba PCR negativa no está a la altura del reto, dadas las circunstancias y los antecedentes. Europa, de manera coordinada, debe ser más exigente, sin opción a que puedan primar otros intereses económicos frente a posibles represalias que pueda adoptar el gigante asiático, como ya ha amenazado. Mientras, sabiendo que el virus sigue circulando, la ciudadanía debe mantener la precaución y reforzar su inmunidad en la medida de lo posible mediante la vacuna de refuerzo que sigue salvando vidas.