Hablamos mucho de ecosistema, y creo que en la coyuntura geopolítica y económica actual en la que estamos, todavía deberíamos hablar más del valor estratégico que tiene para el desarrollo industrial y la competitividad de nuestro territorio.
Estamos inmersos, como país, en impulsar nuestra industria, en hacerla más competitiva para poder contar con un tejido empresarial puntero, sólido, innovador y sostenible y que además sea motor de crecimiento y prosperidad para nuestra sociedad. Todos hemos leído u oído hablar del informe Draghi, Letta…, publicados ya hace más de un año, en el que ponen de manifiesto la urgencia de fortalecer el mercado único de la UE y mejorar la competitividad. Para ello, es necesario impulsar la inversión en I+D para mantener una ventaja competitiva sostenible frente a potencias como Estados Unidos o China, líderes en este ámbito.
Es necesario impulsar la inversión en I+D para mantener una ventaja competitiva sostenible frente a potencias como Estados Unidos o China
Cuando hablamos de ecosistema de innovación, nos referimos a esa red viva de actores interconectados -empresas, universidades, centros tecnológicos, administraciones-que comparten objetivos comunes y que colaboran para generar valor en un entorno cada vez más global y con reglas del juego cambiantes. Un ecosistema sólido es esencial para generar sinergias y acelerar la adopción de tecnologías, procesos y modelos de negocio innovadores.
En Euskadi contamos con un ecosistema envidiable, en el que la innovación es un pilar fundamental y estratégico del territorio. El Regional Innovation Scoreboard 2025 de la Comisión Europea, sitúa a Euskadi como país “fuertemente innovador” y supera la media de innovación de la UE. Contamos con una agencia de innovación (Innobasque), con una Red Vasca de Ciencia, Tecnología e Innovación (RVCTI) formada con Universidades, centros tecnológicos, unidades de I+D empresariales, punteros en el desarrollo de conocimiento y tecnología, lista para transferir a nuestras empresas.
Pero no podemos obviar un desafío importante: la transferencia efectiva de ese conocimiento al tejido empresarial. A menudo fallamos en esa fase crítica. La estructura de nuestra economía, compuesta mayoritariamente por pymes, condiciona en muchos casos la capacidad de absorción de innovación. Por ello, es fundamental poner en valor nuestras fortalezas, como este potente ecosistema, y convertirlo en una verdadera palanca para mejorar la competitividad de nuestras empresas.
Uno de los grandes retos a los que se enfrentan las empresas es la transformación tecnológica, palanca necesaria para ganar en eficiencia, productividad y competitividad. Contamos con centros tecnológicos, unidades de I+D empresariales y empresas tecnológicas que pueden ser facilitadores para impulsar la adopción de tecnologías facilitadoras esenciales. De manera urgente, necesitamos ayudar a las empresas a adoptar las nuevas tecnologías e impulsar la incorporación de la Inteligencia artificial sus procesos de negocio, especialmente en las pymes.
El ecosistema está ahí. Tenemos las capacidades, el talento y las infraestructuras. Ahora, el desafío está en activar esa red de forma más ágil, eficaz y orientada al impacto real en nuestras empresas. Apostar por nuestro ecosistema de innovación no es solo una opción: es la única vía sostenible hacia una economía más competitiva y una sociedad más próspera.