Los ERTE Covid protegieron peor a los jóvenes y beneficiaron más a trabajadores mayores
Los trabajadores jóvenes no estuvieron menos protegidos por su edad, sino por el tipo de empleo que tenían: temporal y precario
Los mecanismos de protección social desplegados durante la pandemia para proteger a los trabajadores, como los expedientes de regulación de empleo (ERTE) o las prestaciones y subsidios por desempleo, protegieron más a quienes tenían empleos estables que a quienes partían de una posición precaria, mayoritariamente jóvenes.
Así lo refleja un estudio de Fedea realizado por los investigadores del organismo José Ignacio Conde-Ruiz, Jorge Fernández y Daniel Pérez y por Manu García (Federal Reserve Bank of St. Louis) en el que se analizan con microdatos administrativos de la Muestra Continua de Vidas Laborales el grado de cobertura efectiva que ofrecieron los mecanismos de protección laboral durante la pandemia, con especial atención a los jóvenes.
El estudio distingue entre dos canales de protección: los ERTEs y el acceso a prestaciones, subsidios o pensiones. Los resultados del estudio muestran, según Fedea, una "doble penalización" para los jóvenes, pues no sólo fueron los más afectados por la destrucción de empleo, sino también "los menos protegidos" por el sistema.
Así, Fedea resalta que sólo el 37% de los menores de 20 años logró mantener su empleo, frente al 77% de los trabajadores mayores de 50 años. Además, entre quienes perdieron el empleo, apenas un 51% de los jóvenes menores de 20 años recibió algún tipo de cobertura, en contraste con más del 93% de los mayores de 50 años.
"Esta brecha no se explica por un trato desigual dentro de los instrumentos, sino por factores estructurales como la elevada temporalidad del empleo juvenil y su concentración en sectores más vulnerables", alega Fedea.
El estudio asegura que los dos principales mecanismos de protección -los ERTEs y las prestaciones por desempleo o subsidios- no funcionaron igual. En el caso de los ERTEs, Fedea indica que los jóvenes estuvieron menos protegidos en términos generales porque tenían contratos más precarios.
Cuando se comparan trabajadores con el mismo tipo de contrato y la misma antigüedad, los jóvenes no estuvieron peor protegidos y, de hecho, Fedea señala que su probabilidad de entrar en un ERTE fue algo mayor.
Sin embargo, en el caso de las prestaciones por desempleo o subsidios, Fedea subraya que esa desventaja no desaparece al comparar trabajadores en igualdad de condiciones. Incluso con el mismo contrato y la misma experiencia, los jóvenes tuvieron menos acceso a estas ayudas, apunta el estudio.
"Esto sugiere que el propio diseño del sistema penaliza a quienes tienen trayectorias laborales más cortas o inestables -como es habitual entre los jóvenes- y, en cambio, beneficia a quienes han acumulado más cotizaciones, normalmente trabajadores de más edad", concluye Fedea.
Así, el informe señala que, aunque los mecanismos de protección están diseñados para aplicarse a todos los trabajadores por igual, en la práctica pueden beneficiar más a unos colectivos que a otros.
"Si el mercado laboral está muy dividido entre empleos estables y precarios, como ocurre en España, estas políticas tienden a proteger mejor a quienes ya estaban en una posición más fuerte, y dejan más desprotegidos a los más vulnerables, como los jóvenes", remarca Fedea.
LA REFORMA LABORAL, UN PASO EN LA DIRECCIÓN CORRECTA
En este contexto, Fedea afirma que la reforma laboral de 2021, que redujo el uso de contratos temporales y fomentó la contratación indefinida, incluso en forma de contratos fijos discontinuos, "podría suponer un paso en la dirección correcta".
"Al dar mayor estabilidad contractual, aumentan las posibilidades de que estos trabajadores accedan a mecanismos de protección en futuras crisis", señala Fedea, que, no obstante, advierte de que cambiar el tipo de contrato "no basta".
Así, el organismo subraya que si los empleos siguen siendo inestables en la práctica o si los requisitos para acceder a las prestaciones no se adaptan a las trayectorias más frágiles, "muchos trabajadores seguirán quedando fuera del sistema de protección, aunque tengan un contrato indefinido".
Los ERTE constituyeron el principal instrumento de protección laboral durante la pandemia. Este mecanismo permitió a numerosos trabajadores mantener el vínculo laboral con sus empresas a pesar de la interrupción de la actividad económica, evitando así una destrucción masiva de empleo.
El programa alcanzó un pico de cobertura en abril de 2020, cuando llegó a proteger a 3,52 millones de trabajadores en situación de ERTE. El número de beneficiarios descendió progresivamente a medida que se relajaban las restricciones de pandemia: en diciembre de 2020 quedaban cerca de 900.000 trabajadores en ERTE.
En paralelo, se estima que participaron de los ERTE más de 550.000 empresas, con especial concentración en sectores como la hostelería, el comercio, el transporte y las actividades recreativas. El coste fiscal total del programa durante el bienio 2020-2021 rondó los 40.000 millones de euros, de los cuales 22.000 millones correspondieron al pago de prestaciones y 18.000 millones a exoneraciones en las cotizaciones sociales.
Los resultados del informe de Fedea muestran que los trabajadores con contrato indefinido fueron, en promedio, los más protegidos por los ERTE, seguidos por los fijos discontinuos y, a bastante distancia, los temporales. "Esta jerarquía de protección es consistente con el diseño institucional de los ERTEs, que favorecía la continuidad del vínculo laboral y, por tanto, resultaba más aplicable a relaciones contractuales estables", apunta el organismo.
Según Fedea, la tasa de protección total por ERTE en el grupo de 16 a 19 años fue del 43,6%, la más baja de todos los grupos de edad, mientras que los jóvenes de entre 20 y 24 años presentaron una protección del 58,4%. Aunque estas cifras mejoran progresivamente con la edad, no llegan a igualar los niveles observados en los grupos de edad intermedia o avanzada, donde la cobertura supera el 74%.
Fedea insiste en que estos datos no deben interpretarse necesariamente como una discriminación directa contra los jóvenes, pues el origen de esta menor cobertura está vinculado a la composición contractual del empleo juvenil, donde existe una mayor temporalidad.
"Los trabajadores jóvenes están sobrerrepresentados en los contratos temporales -el grupo con menor tasa de protección- y tienen menor presencia en los contratos indefinidos -el grupo con mayor protección-. Por tanto, la menor tasa de cobertura de los ERTEs entre los jóvenes responde principalmente a un efecto composición: no es que los jóvenes hayan sido tratados de forma distinta a otros trabajadores con el mismo tipo de contrato, sino que, al tener una estructura contractual más precaria, su exposición a la desprotección fue mayor", explica Fedea.
Este patrón, añade, refuerza la idea de que los ERTEs actuaron de forma homogénea dentro de cada modalidad contractual, pero su efecto distributivo final fue desigual debido a la segmentación preexistente del mercado laboral. Así, los trabajadores jóvenes no estuvieron menos protegidos por su edad, sino por el tipo de empleo al que tenían acceso antes de la pandemia, indica el estudio.
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