Es uno de los datos más controvertidos del mercado laboral, y que había permanecido oculto hasta comienzos de este mes, cuando el Ministerio de Trabajo lo hizo público tras una pregunta parlamentaria del PP. A cierre de 2022, había en el Estado un total de 443.078 trabajadores fijos discontinuos inactivos. Se trata de empleados que están vinculados a una empresa, pero que únicamente trabajan en determinadas temporadas. El resto del tiempo no trabajan, pero tampoco computan como parados para el SEPE, lo que para algunos es un maquillaje de las estadísticas del desempleo.

Pese a que existe en la legislación laboral desde el año 1995, esta modalidad de contratación indefinida ha cobrado un nuevo impulso con la reforma laboral aprobada a finales de 2021, y se ubica en un escalón con más derechos que el contrato temporal, pero con peores condiciones que el indefinido a jornada completa o a tiempo parcial. El artículo 16 del Estatuto de los Trabajadores habla, no obstante, de evitar “diferencias de trato injustificadas”, subrayando que “lo decisivo es el objeto o la naturaleza de los trabajos realizados, de carácter estacional o vinculados a actividades productivas de temporada, o para el desarrollo de aquellos que no tengan dicha naturaleza pero que, siendo de prestación intermitente, tengan períodos de ejecución ciertos”.

Con el modelo de fijo discontinuo, la legislación establece que la empresa no puede dar de alta a otro trabajador para hacer el mismo empleo si tiene un fijo discontinuo en situación de inactividad.“Se entiende que, con este contrato, el trabajador tiene una relación permanente con la empresa, aunque solo la desarrolla en determinados tramos del año”, explica Josu Ferreiro, profesor de Economía de la UPV-EHU. “Aunque no trabaje, sigue manteniendo la relación laboral con la empresa y, si está inactivo, tiene derecho a percibir la prestación por desempleo. Sin embargo, no figura como parado, lo que está alimentando la confusión en torno a esta figura”, añade.

Y es aquí donde el desglose de los datos ofrece un diagnóstico menos amable de las ventajas de los fijos discontinuos. Los registros de la Seguridad Social en diciembre constatan la existencia de 1,28 millones de personas con contrato fijo discontinuo. De ese total, 833.648 eran trabajadores en activo, mientras que el resto -la citada cifra de 443.078- estaban inactivos y, por lo tanto, no trabajaban. Y, de ellos, 268.402 cobraban la prestación y el resto no. En resumen, la proporción es de uno de cada tres fijos discontinuos no está trabajando.

Mientras, la firma de este tipo de contratos se disparó en 2022 tras la entrada en vigor de la reforma laboral. Entre enero y diciembre del pasado año, se firmaron 2.319.527 contratos fijos discontinuos, mientras que el año anterior apenas se habían rubricado 262.911, diez veces menos. “Es probable que se esté dando un abuso. En realidad, no deja de ser un contrato precario, porque no es un fijo permanente cuya actividad dura todo el año. Este es un contrato del que se promulgó como aspecto positivo que iba a sustituir a los temporales, pero en la práctica se ha convertido en uno de ellos”, indica el profesor de la UPV-EHU.