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l potencial de la juventud agraria, en los sistemas alimentarios sostenibles, fue el titular elegido por el Foro Rural Mundial y el Comité de Euskadi de la Agricultura Familiar, impulsores de una Jornada celebrada esta semana en Bilbao, en la que se pretendía abordar el reto del relevo generacional en el sector primario.

Si bien la delicada situación que vive el sector nos puede hacer pensar que cuestiones como el rejuvenecimiento y el imprescindible relevo generacional al frente de las explotaciones, son cuestiones secundarias en un momento como éste, donde la asfixia nos ahoga y nos impide pensar con la lucidez que la cuestión requiere, no es menos cierto, que debemos ser capaces de aunar y compatibilizar, lo urgente con lo importante, es decir, la asfixia actual con el futuro del sector productivo.

Los datos estadísticos, esos datos que nos ponen frente al espejo, aquellos que ponen negro sobre blanco sobre lo que está ocurriendo en el día a día y tras los cuales se esconden una muy diversa realidad, nos apuntan un panorama, cuando menos sombrío, porque, miremos hacia donde miremos, comprobamos que los llamados jóvenes agricultores, los menores de 40 años son apenas el 10% del sector productor, mientras los mayores de 65 años superan el 35% de los productores y la franja entre 40 y 55 años, supone aproximadamente el 55% de los activos.

Como comprenderán, la naturaleza y el envejecimiento nos llevan a una importante pérdida de activos y de talento agrario que, de continuar así, pondrán en grave riesgo la persistencia de la actividad productiva y consecuentemente, se atisba un negro futuro para el conjunto de la cadena alimentaria, que, aunque no lo parezca, nace y se sustenta en la parte productiva.

La falta de nuevos productores, además de hacer tambalear la cadena alimentaria y con ello, una parte de la industria alimentaria que tanto empleo y economía genera, pone en solfa la capacidad de abastecimiento de alimentos que tenemos como país y, por ende, la autonomía o en su caso, la total dependencia para con otros terceros países en lo que a la alimentación se refiere. Actualmente, nuestra economía se ve fuertemente afectada por la falta de chips y componentes industriales para nuestra industria, todo ello a consecuencia de años, si no décadas, de una política de externalización a otros países de mano de obra barata, y ahora que mucha gente y algunos responsables políticos se llevan las manos a la cabeza ante tal coyuntura industrial, no debiéramos olvidar que algo similar nos puede ocurrir en la cuestión alimentaria, principalmente, por una política de asfixia permanente al sector productor que, lamentablemente, conlleva que los jóvenes no vean la actividad agropecuaria como una opción laboral o de vida, viable.

En la jornada del Foro Rural Mundial, como me suele ocurrir habitualmente, se dijo una frasecita, de esas que te toca el alma y de las que te da qué pensar. Una joven agricultora de Elorrio, de origen mejicano, con el lindo nombre de Berenice afirmó: "La agricultura está valorada por mucha gente, pero prioritaria, lo que se dice prioritaria, lo es, para muy pocos". Retorciendo la frasecita de marras, reconozco que cada vez es más numerosa la gente que valora positivamente el sector primario, que pone en valor los alimentos de cercanía y el cuidado del medio ambiente, del paisaje, de las montañas y de los bosques; ahora bien, reconociendo, igualmente, tal y como afirmó Berenice, que, para muy pocos de ellos, lo nuestro es prioritario, es decir, lo suficientemente prioritario o relevante como para anteponerlo ante otras cuestiones o intereses.

La gente, gran parte de ella al menos, valora la alimentación sana, saludable, sostenible, local, etc., pero en el momento de ordenar las prioridades del gasto familiar, la alta valoración que concede teóricamente a su alimentación no se corresponde con su jerarquía de gastos, lo que provoca que lo valorado positivamente no reciba la previsible retribución y así nos vemos abocados a una alimentación, altamente valorada y a la que exigimos altos condicionantes, pero con una deficiente retribución reflejada en un precio bajo.

Llegados a este punto, me viene a la mente, otra frasecita de marras, como la pronunciada por el siempre sabio Tomás García-Azcárate que afirmó: "no puede haber una agricultura verde, con números rojos", donde alude a una de las tres patas de la sostenibilidad, la sostenibilidad económica, arrinconada frente a las otras dos, la sostenibilidad medioambiental y social y, por otra parte, a la necesidad de asegurar la sostenibilidad económica para poder así asegurar un cierto futuro para la actividad.

Hablando de futuro, y con esto acabo, ahondando aún más en los estremecedores datos que he aportado al inicio del artículo, les recuerdo que los menores de 25 años, recuerde que los mayores de 65 eran más del 35%, apenas son el 0,70% de los activos. ¿Cómo se les queda el cuerpo?

Reflexionen. Reflexionemos.