l XV congreso que ELA va a celebrar los próximos días 24 y 25 de noviembre en Bilbao bajo el lema Benetan garrantzisuak diren gauzak; Aktibatu, Lortu, Zaindu (Lo que realmente importa; Activar Lograr y Cuidar), va a significar una reafirmación de la actividad desarrollada en los últimos años como un sindicato de contrapoder en donde no cabe la concertación ni el diálogo social y que tiene como centro de actuación, a través de la negociación colectiva, la huelga y las movilizaciones.

De la lectura de la ponencia, que se debatirá en el congreso, se desprende que esa estrategia de contrapoder permanente es, por un lado, una fórmula con la que trata de marcar distancias a la conformación de unas nuevas mayorías institucionales en este país y, con ello, a una cierta aproximación al poder político y, por el otro, condicionar la construcción de otras alternativas que puedan incidir negativamente en su protagonismo que, como único referente, quiere mantener en la escena sociopolítica del país. En definitiva, la tesis en la que se sustenta la estrategia de ELA es que todo lo que esté fuera del control del sindicato no existe o se le ignora.

La ponencia, en la que pasa por la izquierda planteamientos históricos de la Izquierda Abertzale, al reivindicar por primera vez una república vasca soberana e independiente, es una larga sucesión de enunciados estratégicos, sin que haya unas propuestas de actuación concretas, más allá de compromisos a futuro que tienen que ver con la lucha contra la precariedad y la eventualidad laboral de los trabajadores, haciendo énfasis en los sectores mas feminizados.

Curiosamente, ELA plantea el proceso soberanista desde la unilateralidad en una especie de brindis al sol cuando ese concepto está ligado a la confrontación directa con el Estado -como lo hemos visto en Catalunya-, y necesita de la acumulación de fuerzas políticas y sociales que permitan alcanzar mayorías sociales suficientes con las que se pueda plantear con alguna garantía de éxito un proceso de ese tipo.

La pregunta que hay que hacerse es cómo se puede plantear un proceso de este tipo, cuando la organización que dirige Mitxel Lakuntza, rechaza cualquier alianza estratégica con las organizaciones políticas y sociales abertzales. Con el PNV, porque lo considera autonomista y neoliberal y con EH Bildu, por llegar a acuerdos con el Gobierno de Pedro Sánchez, apoyar el Gobierno de Navarra, presidido por la socialista María Chivite, y desarrollar actividad institucional en el Parlamento Vasco. Para ELA, esta actividad institucional que realiza EH Bildu no forma parte de la política social donde debe basarse la agenda soberanista.

Las referencias al sindicato LAB, que se recogen en la ponencia, llegan a alcanzar cierto carácter despectivo porque la central dirigida por Garbiñe Aranburu no ha sido capaz de hacer una crítica contundente a la política institucional de EH Bildu tanto en la CAV como en Navarra y Madrid, con la que ELA está en total desacuerdo. Hasta tal punto llega la arrogancia de ELA, que prescinde de LAB a la hora de conformar una mayoría sindical vasca, -hasta ahora, un concepto íntimamente ligado a los dos sindicatos-, al señalar que esa alianza debe ser "capaz de interpelar eficazmente a la izquierda de tal manera que nuestras reivindicaciones encuentren eco en los ámbitos institucionales, favoreciendo una correlación de fuerzas frente a las políticas neoliberales". Tampoco perdona que LAB haya buscado coincidencias estratégicas puntuales con CCOO y UGT. Conclusión: ELA es en sí misma la mayoría sindical vasca.

Pero estas críticas, por lo que puede parecer de praxis meliflua en la práctica institucional de la izquierda abertzale, se contradicen cuando en el documento se reconoce la importancia que tiene la presencia de las formaciones abertzales en el Parlamento español por las oportunidades que ofrece para luchar contra el Estado. "Oportunidades -dice el texto-, que de ninguna manera deberían desaprovecharse ni en términos sociales ni nacionales, así como en aquellas cuestiones susceptibles de ir desgastando el llamado régimen del 78". "Los partidos políticos vascos representados en Madrid pueden condicionar decisiones que tienen que ver con la negociación colectiva, por lo que debe ser una prioridad en su relación con el Gobierno español", se afirma más adelante.

La ponencia recoge una vieja aspiración de los sindicatos abertzales como es el Marco Vasco de Relaciones Laborales (MVRL), que ELA la tenía guardada en el cajón desde que en 1995 el que fuera su secretario general, Jose Elorrieta, junto con LAB, recorría las calles de Euskadi en demanda de una legislación laboral propia. Llama la atención que el autor o autores de la ponencia no perciban contradicción en dar por muerto el Estatuto de Gernika y, sin embargo, reclamar las competencias en materias sociolaborales y políticas, desde el convencimiento de que puede ser "un elemento clave en la toma de conciencia sobre la necesidad de constituir una república soberana". Precisamente, lo que crítica al PNV y a EH Bildu en su actuación política e institucional para aprovechar al máximo el marco estatutario.

Aun reconociendo la importancia del MVRL, a la hora de contar con un escenario laboral propio, sin embargo, la inexistencia de una capacidad legislativa vasca en esta materia no puede suponer un obstáculo para que desde la mayoría sindical vasca se puedan plantear acuerdos intersectoriales para dotar de fortaleza a la interlocución con la patronal y el Gobierno Vasco y dar un mayor peso a las demandas de los trabajadores. En este sentido, en Euskadi se puede plantear en la negociación colectiva, y partiendo de la autonomía de las partes, una nueva forma de enfocar la derogación de la Reforma Laboral, eficacia de los convenios, reducción de jornada y reforma de pensiones, etc.

En este terreno, ELA se queda en el enunciado a título de inventario sin hacer ninguna propuesta concreta, salvo reclamar, una vez más, mayor diligencia a aquellos partidos vascos que están presentes en el Congreso de los Diputados, a los que crítica por llegar a acuerdos con el Gobierno de Pedro Sánchez. Es decir, la organización sindical que rehúye de cualquier espacio institucional de carácter intersectorial entre sindicatos y patronal es, paradójicamente, la que interpela a los partidos vascos en Madrid para que condicionen las posiciones del Gobierno español. Lo que pone en evidencia la orfandad en términos de interlocución política y social en la que se desenvuelve ELA.

Como un apartado aislado que debería tener un mayor y mejor tratamiento en la ponencia, ELA hace referencia al tejido empresarial vasco, al plantear un cambio de modelo productivo que rompa con la excesiva dependencia de las multinacionales extranjeras, el gran peso relativo de sectores que van a sufrir profundos cambios tecnológicos como el de automoción, el alto consumo de la energía y de los materiales, y un modelo empresarial basado en la precarización del empleo. En esa transición del modelo productivo, ELA recoge la necesidad de contar con empresas con arraigo en Euskadi y políticas que garanticen el futuro del empleo de los actuales trabajadores. También plantea la recolocación de la producción en el país, la configuración de circuitos de producción y consumo cortos, así como evitar la deslocalización de las empresas, hasta el punto de que haber planteado al Gobierno Vasco y al de Navarra la creación de un fondo de 2.300 millones de euros para asumir el control de las empresas estratégicas o crear nuevas empresas que respondan a la nueva situación.

En este sentido, el Gabinete de Negociación Colectiva del sindicato planteará las distintas alternativas existentes para evitar el cierre y deslocalización de empresas e impedir que los trabajadores pierdan el empleo y sus derechos. Una de esas alternativas que plantea ELA, aun sin citarla de manera expresa, es la participación de los trabajadores en la gestión de sus empresas, aunque con la inclusión de algunos factores de control. Un modelo que recupera ELA, tras haberlo impulsado hace ya varias décadas y que ha permitido que grandes empresas emblemáticas guipuzcoanas -alguna de ellas, todo un referente internacional en su actividad-, sigan activas a día de hoy.

Sorprende que en pleno siglo XXI un sindicato como ELA se reafirme en la deriva anarquista del contrapoder para elevarla a título de dogma, sin plantearse un proceso de empoderamiento del conjunto de la sociedad vasca para llevar a cabo ese proceso soberanista que pretende. Poco que ver ideológicamente con aquella ELA que surgió de la clandestinidad gracias al apoyo de sindicatos socialdemócratas alemanes y belgas de adscripción democratacristiana. Cosas veredes, amigo Sancho.

Sorprende que en pleno siglo XXI un sindicato como ELA se reafirme en la deriva anarquista del contrapoder para elevarla a título de dogma