a venta de Euskaltel a MásMóvil si, como parece previsible, prospera la OPA amistosa lanzada por la operadora amarilla a la vasca, pone de relieve que el modelo de país que hasta ahora prevalecía en Euskadi, en donde la empresa jugaba un papel como agente de desarrollo, prosperidad y bienestar social, ha desaparecido por otro en lo único que prima es el cortoplacismo, la maximización de la inversión realizada, la generación de plusvalías en tiempo récord y la venta al primero que haga la mejor oferta, venga de donde venga, sin importar las consecuencias futuras.

La deriva que ha protagonizado Euskaltel desde el año 2012, cuando, tras el comienzo de las desinversiones de Kutxabank, obligada por las regulaciones impuestas desde Bruselas, y la salida de la compañía del Gobierno Vasco y de la Corporación Mondragon, se dio entrada en su capital a fondos de inversión, ha significado la apuesta por un modelo de especulación financiero y, si me lo permiten, del pelotazo a corto, que es lo que algunos, eufemísticamente, denominan evolución de los mercados.

La venta de Euskaltel puede ser el punto de inflexión de un modelo de crear empresas con visión y perspectiva de hacer país y que se ha convertido en todo un referente, hasta el punto de ser objeto de estudio y análisis en universidades como la de Harvard. Se ha vendido una empresa que nació en 1996 a raíz de un acuerdo político y que contó con todo el apoyo institucional para ser la compañía de telecomunicaciones vasca, en el momento en que se liberalizaba el sector -hasta entonces controlado por la pública Telefónica-, con un producto innovador y con una gran penetración comercial. Euskaltel ha significado crear y poner en marcha un importante sector de telecomunicaciones hasta entonces inexistente en Euskadi.

Esta simbiosis de compañía de raíz vasca y altamente competitiva tecnológicamente ha hecho que Euskaltel se haya convertido en todo un ejemplo de empresa vinculada de manera muy profunda con las señas de identidad de este país. Un importante activo intangible que se da en raras ocasiones y que puede estar en riesgo de desaparecer.

Con la entrada de los fondos de inversión Tritlantic e Investindustrial, que llegaron a controlar el 48% del capital de Euskaltel, comenzó a gestarse la operación especulativa que se sustanciaría años más tarde con su salida a Bolsa, que tuvo como resultado que los 200 millones de euros que esos dos fondos habían invertido se convirtieran en 700 millones en su salida de la empresa. En el medio, los bonus que, como ahora, recibieron los directivos y que por las presiones recibidas tuvieron que reinvertir en la compañía.

También hay que constatar la contribución que hizo el Gobierno Vasco presidido por el socialista Patxi López, al vender a Euskaltel, por 68 millones de euros, la red de fibra óptica que con el dinero de todos los vascos se instaló para alcanzar a la mayoría de empresas y hogares del país y que es su principal activo, a la que, posteriormente, se añadirían las redes de R en Galicia y Telecable en Asturias. Esta red, una vez modernizada y segregada en otra compañía, podría ser puesta a la venta por MásMóvil por un valor de, al menos, 600 o 700 millones de euros, según estimaciones de expertos.

Y una vez ya en el parqué, Euskaltel se fue de compras por la cornisa cantábrica y adquirió las cableras R en Galicia y Telecable en Asturias. Y esta operación ha sido el principio del fin de Euskaltel, ya que la adquisición se sustanció por parte del fondo británico Zegona, que controlaba la operadora asturiana, con el canje de acciones de Euskaltel que, en aquel entonces, suponía un 15% del capital para aumentar la participación, posteriormente, hasta alcanzar el paquete de control del 21,44% que posee en la actualidad. Fue como meter al zorro a cuidar el gallinero.

Por eso no es de extrañar que Zegona y su hombre fuerte en Euskaltel con cargo de consejero delegado, Juan Manuel García, hayan aprovechado la primera oportunidad que han tenido para vender y maximizar su inversión, generando unas importantes plusvalías. Su objetivo era recuperar el valor de la inversión y no el desarrollo de la compañía. Es de manual.

Es lo que hacen los fondos de inversión en las empresas que entran: comprar, arreglar y vender. El plan de Zegona de afrontar el competitivo y difícil sector estatal a través de la marca Virgin en una estrategia feroz para captar el mayor número de clientes ha provocado la reacción que esperaban: que uno de los cuatros grandes hiciera desaparecer al nuevo competidor mediante talonario. La estrategia ha funcionado. Han tardado solo dos años en cumplir sus objetivos.

La venta de Euskaltel a MásMóvil, por mucho que se haya condicionado en la OPA a que la operadora vasca no cambie de sede social y reduzca plantilla en un plazo de cinco años, plantea algunas incertidumbres de futuro. La más importante es que la operación afecta a una empresa estratégica vasca con una destacada capacidad tractora en el sector de las telecomunicaciones en Euskadi, con lo que un traslado de su centro de decisión -no hay que olvidar que MásMóvil tiene su sede operativa en Madrid-, puede afectar a las relaciones con los proveedores y la industria vasca, así como su compromiso con el entorno. De la misma manera, será importante comprobar que las importantes inversiones tecnológicas que la empresa matriz se ha comprometido a realizar en su nueva filial vayan a repercutir de manera positiva en el país.

La OPA de MásMóvil ha evidenciado una vez más la ausencia de un músculo financiero con capacidad y recursos suficientes como para blindar la permanencia en el país de empresas importantes, sobre todo de sectores estratégicos como es el caso de Euskaltel o de un gran número de compañías de las tecnologías de la información que han pasado a manos de inversores extranjeros o fondos de capital riesgo, en un momento en que la digitalización se ha convertido en un elemento fundamental en la competitividad de nuestras compañías.

Algunos agentes económicos, sobre todo en Bizkaia, han puesto de relieve la ausencia de un instrumento financiero potente que hubiera evitado la venta de Euskaltel, al igual que hace unas semanas ocurrió con el concurso de La Naval, donde se evidenció la incapacidad de poder presentar una oferta de carácter industrial y con intereses en el país, que pudiera quedar por encima de la ganadora belga, cuyo deseo es montar un gran centro logístico en los antiguos astilleros.

En este terreno Euskadi está demostrando una gran debilidad que nos puede estar ya pasando factura en la pérdida de control de empresas estratégicas importantes para el desarrollo económico del país por la desubicación de sus centros de decisión.

Hace cinco años, con motivo de su décimo aniversario, Orkestra-Instituto Vasco de Competitividad elaboró un manifiesto con los diez retos más relevantes a los que debería enfrentarse Euskadi en la década. Uno de esos retos, que eran una especie de diagnóstico general sin ahondar en la plasmación de propuestas de desarrollo, planteaba la necesidad de readaptación del sistema fiscal y financiero "para hacer frente al impacto de los retos sociales en el gasto público y seguir impulsado, al mismo tiempo, un territorio y un tejido industrial avanzado que pueda afrontar los cambios y retener y atraer los centros de decisión empresariales".

Por lo que se ve, poco hemos avanzado en este terreno durante los últimos años.

La venta de Euskaltel

puede ser el

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inflexión de un modelo de crear empresas con visión y perspectiva de hacer país