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e niños nos decían que no se habla con la boca llena y algo parecido ocurre con el acto de escribir, puesto que uno no debiera ponerse a escribir con el alma supurando rabia como me ocurre a mí en estos momentos. No debiera escribir, pero lo voy a hacer porque necesito dar salida a ese gas metano que me ha generado algunas noticias de estas últimas semanas y que me está oxidando las entrañas. Pido disculpas de antemano.

Esta semana, la Comisión Estatal de Patrimonio Natural y la Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, en adelante Miteco, ha aprobado, tras una reñida votación, doble votación incluida, la inclusión del lobo en el listado de especies silvestres que, traducido al pópulo, significa que la especie dejará de ser cinegética, que no podrá ser cazada en todo el territorio y no, tal y como ocurría hasta ahora, donde más arriba del Duero podía ser objeto de caza.

Si uno analiza el resultado de la votación, podemos observar perfectamente como los nueve que han votado a favor de la medida (Catalunya, Aragón, La Rioja, Extremadura, Castilla-La Mancha, Canarias, Baleares, Melilla y el Ministerio) son, casualmente, las que no tienen presencia del cánido en su territorio, mientras entre los ocho votos contrarios (Galicia, Asturias, Cantabria, Castilla y León, Madrid, País Vasco, Andalucía y Murcia) se encuentran, casualmente también, los que cuentan con el 95% de la población y los que más sufren sus ataques. Valencia y Navarra, esta última inexplicablemente, han decidido ponerse de perfil, argumentando falta de información, y Ceuta no asistió a la reunión.

Como digo, los representantes de los territorios más afectados han dejado bien claro que es necesario contar con herramientas de control de población para una especie como el lobo cuya población, según todos los informes técnicos existentes, crece lenta pero imparablemente (se apunta a una población entre 2.000 y 2.500 ejemplares) y cuya área de expansión también va ampliándose como una mancha de aceite.

No obstante, los movimientos ecologistas no consideran suficiente esta situación y por ello, impulsan todo tipo de iniciativas, tanto sociales como políticas, para posibilitar una mayor expansión del lobo y, tal como lo expresan los ecologistas de Euskadi, la idea sería facilitar que el lobo presente en la zona central y norte de la península contase con un corredor ecológico que lo conectase, vía Euskadi y La Rioja, a través del Pirineo, con las manadas de lobos que, al parecer, se acercan al otro extremo desde las montañas italianas. Por eso mismo, no acabo de comprender, la tibieza, por no llamarlo de una forma más contundente, de Navarra y mucho menos los votos favorables de Aragón y Catalunya.

Serán los ganaderos de dichas comunidades, todavía con el susto en el cuerpo por la introducción del oso en el Pirineo, los que deberán pedir cuentas a sus respectivos gobiernos para que les expliquen los verdaderos motivos de su voto favorable al lobo.

Ahora bien, más allá de la actuación concreta de cada uno de los gobiernos, me inquieta sobremanera la fotografía resultante donde, excepciones aparte, las fuerzas de izquierda se posicionan de forma favorable al lobo mientras las fuerzas de centroderecha se posicionan más del lado de los ganaderos. No obstante, los posicionamientos no son unívocos en cada uno de los partidos y así, mientras damos por perdido el apoyo de Podemos, la clave parece estar en las dos almas del PSOE, la rural y la urbana-ecologista.

Teresa Ribera, la dura ministra que se encuentra al frente de Miteco, es la clara imagen del alma urbana y ecologista del PSOE que se ha impuesto claramente al alma rural que pudiéramos atribuir a territorios como Aragón, La Rioja, Extremadura y Castilla-La Mancha que han preferido cumplir con la disciplina del partido que con lo que le piden su mundo rural y agrario.

Al PSOE se le presupone un claro compromiso con el sector primario y muy especialmente con la ganadería extensiva y cómo no, con el mundo rural, aquejado de la pandemia del despoblamiento, pero sus máximos dirigentes deben ser conscientes que medidas como esta van, justamente, en el sentido contrario al que, teóricamente, dicen apoyar.

Ninguna medida, ni esta ni otra cualquiera, por sí misma y de forma separada, será ni la salvación ni la culpable del hundimiento del sector primario y rural. Ahora bien, conviene ser conscientes que el cúmulo de medidas pequeñas y parciales en el sentido equivocado provocan un efecto devastador y, mucho me temo, que esta es una de ellas.

La pelea entre el alma urbana y rural, no obstante, no es algo exclusivo del PSOE, se da en casi todas las fuerzas políticas, con mayor o menor crudeza, puesto que todas las fuerzas políticas, calculadora en mano, concluyen que el mundo rural requiere un esfuerzo enorme y continuo pero con escasos réditos electorales mientras el mundo urbano, con menor esfuerzo, proporciona mayores alegrías, electoralmente hablando.

Recientemente, EH Bildu lanzó el chupinazo de salida de su proceso congresual y, entre otros planteamientos, se observa una apuesta estratégica por los entornos urbanos y por las ciudades para así poder lograr el asalto definitivo a las instituciones que hasta ahora se le resisten. En nuestro entorno más cercano, se puede constatar claramente, EH Bildu da por seguro su dominio absoluto en el mundo rural y se percibe una clara apuesta por los entornos urbanos, más proclives a postulados ecologistas, frente a los planteamientos rurales y primarios. Ejemplo palmario lo tenemos en la sierra de Aralar, donde los ganaderos, muchos de ellos de la izquierda abertzale, se sienten abandonados por los suyos, a los que ven atrapados por los cantos de sirena de los ecologistas que viven en las ciudades.

Como dice el refrán, en todas las casas cuecen habas y en la mía, a calderadas.