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lipante es la expresión que me surgió desde lo más adentro al leer en un diario tan serio como ABC que una empresa mexicana ha desarrollado un artilugio llamado Biourban, que no es otra cosa que un árbol artificial de cuatro metros de altura que contiene, dentro de su estructura, reactores de microalgas que absorben dióxido de carbono, monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno y partículas desde 2,5 micras para alimentarse de ellas y, tras un proceso natural de fotosíntesis, convertirlas en oxígeno, mejorando así la calidad del aire de la zona en la que está situado. Tal cual.

Al parecer, el sistema, que captura entre 40 y 60 toneladas de CO2 al año, realiza la misma labor de aproximadamente 368 árboles naturales y, tras su puesta en marcha en México, su representante en España ya se ha puesto en contacto con diferentes gobiernos autonómicos y municipales a fin de garantizarse su instalación y con ello, engordar su balance empresarial.

Ya imagino al superalcalde de Vigo, Abel Caballero, a todas luces vista (nunca mejor dicho), el alcalde lucero del alba que todo lo mide en función de los watios, haciendo el pedido de un maxiárbol, eso sí, con luces navideñas incorporadas.

La contaminación atmosférica es, según sus promotores, uno de los grandes problemas ambientales de nuestro tiempo que cada año -todo negocio viene aderezado de su toque de miedo- provoca 400.000 muertes prematuras en Europa y siete millones en todo el mundo. No entra en sus cálculos, al parecer, acudir a la raíz del problema y atajar su origen sino que lo realmente importante es que se vendan árboles, por supuesto, artificiales. A los árboles naturales, ¡que les den!

Igual de flipante, no lo puedo calificar de otra forma, es la polémica surgida en Euskadi a consecuencia del cierre de la hostelería por la pandemia de COVID-19 cuando observamos cómo las panaderías-cafeterías pueden servir café para llevar (take away, según los modernos) mientras el bar de la esquina se lame las heridas del cierre.

Más allá del drama provocado por el cierre de la hostelería, quiero aprovechar la oportunidad para traer a colación esta nueva costumbre que hemos importado de las películas y publicidad de firmas americanas de ir corriendo de un lado para otro con el vasito de marras en la mano emulando a la mismísima Sarah Jessica Parker por las calles de Manhattan en un capítulo de Sexo en Nueva York. No alcanzo a comprender lo chorra que somos cuando lo bueno del café es tomártelo en compañía y aderezado de una buena conversación.

Y digo conversación porque, al parecer, no podemos aderezarlo con azúcar sin que el Gobierno central nos mande a galeras puesto que el Ejecutivo de Sánchez se encuentra en una carrera desenfrenada contra el consumo (al parecer excesivo) de azúcar.

Así, el gobierno social-comunista-bolivariano, como dicen los aficionados a lucir la rojigualda por doquier, ha propuesto incluir para el presupuesto del año 2021 una subida del IVA a todas las bebidas refrescantes, zumos y gaseosas con azúcares o edulcorantes añadidos y, como suele ocurrir en estos casos donde el gobernante se pone a regular a todo bicho viviente, el asunto se les ha ido de la mano y, entre cocas y pepsis, la subida del IVA también afectará a alimentos como los productos lácteos tan peligrosos para nuestra salud como los yogures, batidos, leches fermentadas, etc.

Nuevamente, y les anticipo que estoy valorando seriamente acudir al oftalmólogo a tratarme este problema de visión, no alcanzo a vislumbrar el objetivo de semejante dislate que, en aras a combatir la obesidad, principalmente infantil y juvenil, proporciona el mismo tratamiento fiscal a los productos lácteos que a otras bebidas azucaradas que todos, o casi todos, identificamos como no o poco recomendables para el mantenimiento de unos hábitos saludables.

Claro que hay productos lácteos con algo de azúcar añadido, pero de ahí a situarlo entre las bebidas a combatir y castigarlos con semejante IVAtazo va un trecho, la verdad sea dicha, bastante amplio.

El presupuesto del 2021 acaba de superar su primer examen al echar por tierra todas las enmiendas a la totalidad presentadas por algunos partidos opositores y es en las próximas tres semanas cuando empieza la negociación detallada, artículo por artículo, partida a partida, cuando los partidos sensatos deberán trabajar por mejorar la propuesta gubernamental y sacar de la lista de afectados por la subida del IVA, entre otros, los productos lácteos.

El sector lácteo, los ganaderos, sus cooperativas y sus industrias no entenderían lo contrario. Tampoco lo entenderían los nutricionistas, conscientes de la importancia de la leche y de los productos lácteos en la dieta alimentaria y en nuestro balance nutricional.

Quizás y no quiero ser malpensado, lo que realmente pretendan es impulsar esas bebidas vegetales que tanto gustan a sus huestes y que tan bien se mueven, en contraposición con los ganaderos, por los pasillos palaciegos.