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a penosa movida madrileña nos es retransmitida, día sí y día también, a todas horas, en todas las cadenas de radio y televisión. Los navajeos barriobajeros entre responsables de la Comunidad de Madrid y del Gobierno central copan la atención de los medios y, por ende, nuestra atención.

El omnímodo poder del centralismo madrileño es tal que incluso la presidenta Isabel Ayuso llega a decir "Madrid es España dentro de España. ¿Madrid qué es si no es España?", sin ser consciente, por mucho que el fin de sus palabras fuera otro bien diferente, que su frase encierra un halo de ninguneo y desprecio al resto de territorios y paisanos que nos encontramos fuera de los muros del centro que ella representa.

Entre porrazo y porrazo, cuchillada va cuchillada viene, la inmensa mayoría de la gente anda, andamos, despistada y entretenida con el lamentable sainete y mientras tanto, el mundo, a duras penas, sigue avanzando. Así, la Unión Europea trabaja, con la participación del Parlamento Europeo, en un fondo de recuperación económica tras la pandemia de 750.000 millones de euros, entre 2021 y 2023. ¡Ahí es nada!

En este contexto, todas las administraciones, menos los ayuntamientos, instituciones más cercanas al ciudadano pero históricamente ninguneadas por todas las instancias superiores, andan completamente motorizadas (eléctrico, por supuesto) para escribir su listado de proyectos, a modo de los niños que escriben su carta a los Reyes Magos (en nuestro caso, al Olentzero).

Un listado que, por otra parte, encaje con los objetivos y líneas estratégicas fijadas por las autoridades europeas y que sean del agrado, dicho pronto y claro, de los países frugales del Norte que, al parecer, son los que sueltan la choja para los pobres del Sur y del Este.

En nuestra tierra, el Gobierno Vasco, junto con las tres diputaciones forales, ha acordado un plan que, en su punto de reactivación económica, recoge la industria alimentaria (imagino que querrán referirse a toda la cadena alimentaria).

Al mismo tiempo, estas instituciones comienzan a redactar su propio listado donde, como comprenderán, cada una tira hacia lo suyo intentando colar el máximo número de proyectos de su territorio histórico correspondiente. Es lo que tiene, los ciudadanos vascos quieren que sus políticos tengan visión de país pero, simultáneamente, esos mismos ciudadanos se llevan las manos a la cabeza si su territorio histórico no se lleva su correspondiente trozo de tarta.

Yo, como buen vasco, también me preocupo de mi trozo de tarta y, sin conocer el listado definitivo, me alegra comprobar que al menos las diputaciones de Bizkaia y Gipuzkoa han introducido entre sus principales objetivos la expansión de la banda ancha a todos los rincones del territorio, incluidas las hasta ahora olvidadas zonas rurales.

En lo que respecta al Gobierno central, el presidente Pedro Sánchez presentó las líneas maestras del plan de recuperación ampulosamente llamado España Puede. El plan recoge 10 políticas palanca para los próximos tres años, coincidentes con el fin de legislatura y conviene destacar que en primer lugar figura la palanca Agenda Urbana y Rural, lucha contra la despoblación y desarrollo de la agricultura, que contará con el 16% de los fondos. La cuarta palanca por orden de asignación de fondos.

Ahora bien, si uno se pone a leer la letra no tan pequeña del plan España Puede, y más concretamente lo relativo a su primera palanca, llama la atención que se apunten tres proyectos. El primero, Plan de choque de movilidad sostenible, segura y conectada en entornos urbanos y metropolitanos; el segundo, Plan de rehabilitación de vivienda y regeneración urbana, con mención a un plan de transición energética para la España vaciada y el tercero, finalmente, Transformación y digitalización de la cadena logística del sistema agroalimentario y pesquero.

Tengo que reconocer que es difícil hablar de un documento tan escueto que no apunta más que líneas maestras pero, por lo que he podido leer en la web de la propia Moncloa, no despierta mucha ilusión en lo que a sector primario y mundo rural se refiere, y me parece que todo apunta a un plan donde la transición energética, necesaria a todas luces, lo copa todo, mientras el sector primario como esencial, al menos en plena pandemia, y el mundo rural en su conjunto, quedan arrinconados a los márgenes. Quiero y necesito imaginar que, más allá de lo presentado en palacio, alguien atenderá las demandas del campo y del rural.

Veremos cómo acaban las cartas navideñas. Yo mientras tanto, en una Iraolada, como dice mi amiga Anuska, me pongo a escribir mi propia carta y, haciendo de la necesidad virtud, trazo las líneas maestras de un proyecto de Corazón verde para Gipuzkoa conformado por una gran extensión forestal, a modo de selva de Irati, emplazado alrededor del monte Ernio y sus pueblitos rondantes, municipios con una economía muy debilitada.

Un maravilloso mosaico verde en su gran parte conformado por bosques de alto valor naturístico pero gestionados debidamente que convivan con algunas plantaciones sostenibles. Masas forestales que, bien por su gestión, bien por su cuidado y control, creen empleo en dicha zona bien sea, como decía, en la gestión forestal, en actividades naturo-turísticas atraídas por la belleza del paisaje y/o pequeñas actividades empresariales vinculadas a la madera.

Y todo ello, gestionado por un consorcio público-privado donde participen ayuntamientos, diputación, vecinos, baserritarras, forestalistas, naturalistas, patrocinadores, etc.

Sé que es difícil. Quizás imposible pero, al menos, déjenme soñar y escribir la carta para Navidad que, hasta ahora al menos, es gratuita.