os enfrentamos a la amenaza muy real de una pandemia fulminante, sumamente mortífera, provocada por un patógeno respiratorio que podría matar de 50 a 80 millones de personas y liquidar casi el 5% de la economía mundial. Una pandemia mundial de esa escala sería una catástrofe y desencadenaría caos, inestabilidad e inseguridad generalizadas. El mundo no está preparado".

Este dramático anuncio con carácter premonitorio, teniendo en cuenta la situación en la que estamos viviendo, se incluye en el prólogo de "Un mundo en peligro. Informe anual sobre la preparación de emergencias sanitarias", elaborado por un total de 15 expertos sanitarios y economistas mundiales dentro de The Global Preparedness Monitoring Board-Junta de Vigilancia Mundial de Propagación promovido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Banco Mundial y que fue presentado en Nueva York el pasado mes de septiembre. Es fácil concluir que ningún gobierno del mundo ha hecho caso a esa advertencia a tenor de lo que está ocurriendo.

Pero lo paradójico de la situación es que mientras se daba a conocer de manera pública este informe, en China ya estaba cuajando el

Por si fuera poco en octubre del año pasado, el Center for Health Security de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore (Estados Unidos) celebró una jornada en la que se analizó la mejor manera posible para prepararse para combatir una pandemia de coronavirus, así como las consecuencias sociales y económicas que tendría su desarrollo y la necesidad de una gobernanza mundial para luchar contra el virus. Por lo que parece todo quedó en un debate académico, sin que nadie tuviera la visión de que sus conclusiones podrían ponerse en práctica, aunque fuera de manera experimental. Ya era demasiado tarde.

Está claro que tras la ceguera de los gobernantes del mundo ante lo que venía, a pesar de las recomendaciones de organismos internacionales, la única salida eficaz que existe a día de hoy para combatir el

Francia, que en los últimos días ha jugado un papel ambivalente entre la posición de Alemania, Holanda y Finlandia en contra de la mutualización de la deuda pública y la emisión de los denominados coronabonos, parece que ha tomado ya una postura determinante al posicionarse en el lado de Italia, España, Portugal y Bélgica, entre otros. Por si las palabras del presidente galo Emmanuel Macron afirmando que la actual crisis solo se puede superar con una "fuerte solidaridad europea a nivel sanitario y de presupuesto" podrían pecar de diplomacia política y fair play, el histórico expresidente de la CE desde 1985 hasta 1995, el socialista Jacques Delors, una figura con una gran reputación en Europa, se ha visto obligado a romper su silencio y salir de su retiro político con 94 años para lanzar una voz de alarma: "La falta de solidaridad supone un peligro mortal para la Unión Europea".

Es de esperar que la canciller alemana, Ángela Merkel, -que comparó los efectos de esta epidemia con los registrados en la II Guerra Mundial-, se dé por aludida y convenza a sus amigos holandeses para que abandonen sus posiciones insolidarias al tratar de aplicar a los países que más están sufriendo la crisis sanitaria con planes de rescate como lo hicieron en 2008, como si el COVID-19 hubiera sido consecuencia de una ineficaz administración presupuestaria o del relax de la contención de la deuda fiscal, producto de unas sociedades despilfarradoras y poco responsables.

Esta situación no tiene porque sorprendernos si tenemos en cuenta que el proyecto europeo es algo artificial que nace como consecuencia del Programa para la Reconstrucción de Europa, más conocido como Plan Marshall, en donde Estados Unidos, de la mano del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, forzaron la expansión de su modelo liberal que en 1957, con el Tratado de Roma dio lugar a la Comunidad Económica Europea (CEE), cuyos fundadores fueron Francia, Alemania, Italia, Holanda Bélgica y Luxemburgo. De aquellos polvos, estos lodos.

Ya en casa, está claro que la economía vasca va a sufrir una recesión en los próximos meses, teniendo en cuenta que las empresas ya están al 50% de su actividad y dependiendo de la duración que tenga la actual pandemia, con lo que la recuperación va a ser lenta porque, a diferencia de otras crisis económicas, la actual es de alcance global y en ese escenario es donde nuestras empresas se pueden ver seriamente afectadas por su marcado carácter internacional y exportador.

Estamos peor que en la Gran Recesión de 2008 y la incertidumbre aparece a la hora de saber cómo se va a recuperar la economía si la crisis sanitaria de COVID-19 se alarga durante varias semanas más. De momento, a la espera de que esa situación se produzca cuanto antes, bueno es que se pongan ya los mimbres. Y en este sentido, la Sociedad de Capital Riesgo, Elkargi se presenta como un instrumento indispensable para resolver los gastos estructurales que están teniendo nuestras empresas para que, cuando la situación revierta, puedan salir fortalecidas y focalizar la atención en recuperar cuanto antes la actividad.

A pesar de que las empresas, en contra de lo que sucedió en 2008, están mucho mejor financieramente hablando, los 525 millones de euros que el Gobierno Vasco ha lanzado como ayudas para pymes y autónomos, -con el objetivo de paliar las dificultades de tesorería con motivo de la crisis, y que serán avalados por Elkargi-, pueden ser un balón de oxigeno en un sector vital en nuestra estructura económica para recuperar cuanto antes la normalidad. Qué ya va siendo hora.

Pese a la ceguera de los gobernantes del mundo ante lo que venía, la única salida eficaz que existe a día de hoy para combatir el