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Los tractores han tomado las calles y con ello, la población, cuando menos, ha creído conocer lo que hasta ahora decía desconocer, o sea, la asfixia permanente en la que viven, malviven sería quizás más apropiado, por culpa de unos precios miserables por los alimentos producidos. Queda patente que para una gran parte de la ciudadanía, su relación con los alimentos, comienza en la estantería del súper y finaliza en la caja registradora. Como suena, tan triste como real.

No hace muchos meses fueron las gentes de los miles de pueblos rurales que conforman eso que se ha venido denominando la España Vacía, Vaciada, Ignorada, Ninguneada, etc. los que acudieron a la capital del Manzanares para manifestarse y poner ante los focos la triste realidad de esos pueblitos que van perdiendo sus gentes y, con ello, el aliento hasta la expiración final.

Cuando se materializó aquella revuelta rural, cuyo consecuencia más visible fue el nacimiento de Teruel Existe, cavilé sobre la situación de los pueblos de Euskadi y recordé aquel informe elaborado por la organización agraria Enba que recogía los numerosos municipios que no tenían oficina bancaria y bastantes, ni un triste cajero.

Hoy, una vez más, quiero dejar patente mi enfado con esta situación que se mantiene o empeora con actuaciones como la acontecida en mi pueblo, Legorreta, con 1.450 habitantes, cuya oficina de Kutxabank ha restringido su atención de cinco a dos días únicamente, lo cual, como se imaginarán, afecta directa y gravemente a aquellas personas mayores ajenas a la banca online.

Una vez más, queda patente que el compromiso social de algunos con el mundo rural, con sus gentes y con sus pueblos es muy endeble si nos atenemos a casos como éste, donde la entidad de mayor solvencia del Estado no es capaz de asegurar un cajero en todos los municipios vascos, y en municipios de cierta entidad como el mío su servicio se reduce tan drásticamente.

En fin, una vez externalizado el enfado que me quema las entrañas, me gustaría hacerles llegar la preocupación de la gente del campo ante la propuesta inicial y oficial de presupuesto de la Unión Europea para 2021-2027, que ha sido presentada públicamente por el presidente del Consejo Europeo, el belga Charles Michel.

El proyecto plantea un montante global de 1,09 billones de euros, el 1,07% de la renta nacional bruta conjunta, e introduce importantes tijeretazos a las partidas de la Política Agraria Común (PAC) y de política de cohesión.

La propuesta de Michel que, como en ocasiones anteriores, es un marco de gasto máximo para un periodo de siete años, es inferior al del marco financiero actual (2014-2020) para los Veintisiete, que suponía el 1,16% de la renta nacional bruta conjunta (1,082 billones).

Con la propuesta del 1,07%, el belga se encuentra incluso por debajo de la propuesta de la Comisión Europea, que plantea que el presupuesto suponga un 1,11 % de la renta conjunta (1,13 billones de euros), para así hacer frente al entuerto de entre 10.000 y 12.000 millones de euros anuales que deja la marcha del Reino Unido.

Charles Michel plantea, haciendo suya la máxima de que no quitarás de donde no hay, meter la tijera en los capítulos más importantes, las partidas agrícolas y de cohesión. Así, plantea un recorte del 13,9% en la PAC y del 12,1% en los Fondos de Cohesión. ¡Ahí es nada!

A muchos de ustedes estas cosas se las traerán al pairo, pero aún así quisiera trasladarles, una vez más, un único apunte con el que podrán comprender mejor las movilizaciones de los agricultores de estas últimas semanas.

Según datos oficiales proporcionados por el propio Ministerio de Agricultura, la renta media de la actividad agraria frente al resto de actividades económicas apenas supera el 71% de esta renta del trabajo tomada como referencia.

Por tanto, los datos indican que la rentabilidad de la actividad agraria no permite remunerar todos los factores de producción, incluyendo el trabajo aportado por el agricultor pero, aún peor, si proyectásemos estos datos a un escenario sin PAC, obtendríamos que la renta agraria sería el 35% de la renta media.

Como comprenderán, aunque ni uno solo de los productores quiere las ayudas, puesto que lo único que quieren es vivir dignamente del precio de sus productos, no podemos olvidarnos que las odiadas ayudas PAC conforman una importante red de seguridad sin la cuál aquí, sobre la piel del toro, no quedaría ni el tate.

Ahora, cuando enciendan la tele o lean el periódico, estoy seguro de que empatizarán más con los agricultores movilizados. Ahora bien, lo que realmente necesitan es que ustedes y yo empaticemos con ellos cada vez que hagamos un acto de compra de alimentos.

No lo olviden.