donostia - Luis Artola regenta la firma de embalaje y envasado de plástico Plastigaur en Andoain. Sin negar que este material genera problemas medioambientales si llega a los mares, también recuerda que su proceso de producción es sensiblemente más respetuoso y sostenible que el de otros materiales. Esta firma, además, es pionera en obtener certificados oficiales que acreditan su compromiso con la conservación natural.

¿El plástico se ha demonizado?

-Sí, pero al mirar alrededor vemos que está por todas partes, como en las lentillas, en los coches y aviones, las placas solares, los aerogeneradores, en el mundo del deporte... Es un bien que ha supuesto una revolución en el bienestar social, gracias al plástico se ha avanzado mucho en este campo.

Sin embargo, impacta la imagen de mares repletos de residuos de plástico.

-En el sector no negamos este problema, nos duele y queremos combatirlo, pero tenemos que verlo a nivel global. Si nos centramos no solo en la vida final del plástico, sino en todo su proceso, el instituto independiente austríaco Denkstatt concluye que si en embalaje y envase sustituyéramos el plástico por otro material, el consumo de energía sería un 122% superior, las emisiones de CO2 crecerían un 167% y se necesitaría el doble de viajes de camiones para transportar las mercancías, dado que el plástico es un material muy ligero. Son datos que no llegan a la ciudadanía.

Plastigaur es la primera empresa de embalaje y envase a nivel estatal en lograr el certificado Operation Clean Sweep en defensa del medio ambiente. ¿Qué significa este reconocimiento?

-Nuestro compromiso. En 2016, cuando nos encontrábamos elaborando nuestro plan estratégico 2017-2020, la opinión pública no estaba tan sensibilizada con este tema como ahora, pero vimos que iba a venir un tsunami importante y nos anticipamos al fijar como eje principal ser considerados en 2020 como un referente de sostenibilidad en el mercado del embalaje y el envasado flexible. Pusimos todo el mecanismo de Plastigaur a trabajar en este objetivo estratégico.

¿Qué iniciativas han resultado de esta apuesta?

-En 2017 por primera vez hicimos un cálculo de la huella ambiental de Plastigaur como empresa, es decir, medimos nuestras emisiones que afectan al cambio climático a través de unas tablas ponderadas. Un año después, nuestras emisiones se habían reducido de forma importante, como por ejemplo las que contribuyen al cambio climático un 14,85%, las que provocan el agotamiento de recursos fósiles un 17,16% o las que acidifican el suelo un 10,93%, y este año van a bajar más. Actualmente nos están auditando en ecodiseño para obtener la certificación oficial de estos datos. Además, ahora trabajamos en calcular la huella ambiental del ciclo de vida del plástico, no solo de nosotros como empresa.

¿En qué otros aspectos se centra la empresa?

-Un tema muy importante que se está desarrollando ahora y que Repsol ya lo tiene en marcha y otras petroquímicas hacen pruebas es el reciclado químico, por el que se sustituye el petróleo o el gas por el plástico usado para obtener granza con la que se desarrolla el plástico. En el reciclado mecánico, el residuo plástico que se genera se lleva a unas plantas de reciclado y mediante unas máquinas especiales lo vuelven a convertir en granza. En el químico, mediante procesos químicos el plástico del contenedor amarillo se convierte en un aceite tacoil, del que extraen el etileno, que es el gas del que sale el plástico.

¿Qué posibilidades tiene de extenderse esta técnica en el sector?

-Para mí este es el futuro, porque da valor a lo que hoy en día llamamos basura plástica. El 99,72% del plástico que vemos en los mares procede de grandes ríos de Asia y África, y las personas de esas zonas se preocuparán mucho de no tirarlo al mar si por él les van a pagar dinero. La nueva materia, además, tiene una huella ambiental muy baja porque no se utilizan recursos fósiles, y además tiene la capacidad de estar en contacto con alimentos, algo que no ocurre con el reciclado mecánico. Yo creo que este es el futuro y la solución al problema porque te da la opción de dotar de valor a esa basura y, desde el punto de vista de conciencia medioambiental, te garantiza que se va a reutilizar. Nosotros podemos recibir ese material hoy mismo, aunque todavía el volumen es muy reducido. Ahora lo estamos presentando a los clientes para ver si están interesados aunque sea más caro.

¿Impulsan alguna otra iniciativa?

-Tenemos otra relacionada con la laminación, que consiste en pegar dos materiales como el polietileno y el poliéster para ofrecer una única capa de plástico. Al ser diferentes, no se pueden reciclar y buscamos una solución que permita su reutilización. Para el año que viene, y gracias a una inversión que hemos realizado, conseguiremos en nuestra fábrica producir un polietileno capaz de sustituir al poliéster de forma que una vez utilizado se pueda reciclar. Nuestro objetivo es que para 2030, como dicta la UE, todo nuestro producto sea reciclable.

¿Lograrlo depende solo de la industria del sector?

-Yo puedo ofrecer el producto más sostenible del mundo, pero si sales un día a correr y ves la playa llena de residuos, no sirve de nada. Es un proyecto global en el que tenemos que participar la industria, la gran distribución, las administraciones y la ciudadanía en general.