“No hay que obsesionarse mucho con ser felices trabajando”
La periodista donostiarra Naiara Puertas publica ‘Al menos tienes trabajo’, en el que reflexiona sobre las aristas de la actividad a la que dedicamos más tiempo en la vida
donostia - Además de ofrecer sus reflexiones sobre el mundo laboral y “desfogarse” en el blog Domingos en chandal (domingosenchandal.wordpress.com), la periodista Naiara Puertas ha publicado este verano Al menos tienes trabajo (Antipersona, 2019), una “radiografía” del mercado laboral en el que se plantea “para qué y por qué trabajamos”.
¿Cuántas veces le han dicho aquello de “al menos tienes trabajo”?
-Últimamente, no mucho. Cuando estuve un tiempo bastante largo, unos tres años, en el paro, yo lo decía mucho. Cuando volví a tener trabajo, no me pareció motivo suficiente como para decirlo.
¿Cuándo decide pasar de sus artículos del blog a un libro?
-Veía que algunos temas se complicaban demasiado y me pasaba con la extensión. Los blogs, además, han tenido bastante caída que ha coincidido con el auge de las redes sociales. Tampoco he buscado audiencia. Me abrí un blog como se lo ha abierto mucha gente, para desfogarme. En un momento determinado me planteé dar a los textos largos el formato que yo creía que tenían que tener. Es decir, el de papel.
Obtener o mantener un trabajo se ha vinculado a aquello que se debe hacer. Es un valor precrisis. ¿Una persona con trabajo es una persona exitosa?
-Por lo menos tiene que hacer como que lo es (ríe). Eso te plantea muchas fricciones. Una parte importante del libro gira en torno a esa idea. Mucha gente, sobre todo aquella a la que le encaja la formación en el empleo que tiene, va superando las distintas etapas y subiendo. Hay a quien desde fuera se le ve bien y, quizá, aunque no le apetezca, tiene que mantener dicha imagen.
Lo que han transmitido las generaciones anteriores es que tener trabajo era un valor en sí mismo.
-Creo que hay bastante gente de mi generación que mitifica el itinerario familia-coche-casa-trabajo. Es algo que yo no hago. Hay personas que han estado trabajando 40 años en la misma fábrica y lo veían como una ratonera. No ganas cambiando cada seis meses de trabajo y pensando que vives diferentes experiencias, ni tampoco con lo otro. Tienes que trabajar por obligación. Hay una estructura por encima de ti que te dice cómo tienes que sentirte, aunque estés haciendo una cosa que supuestamente te gusta.
Hace una lectura del trabajo como “elemento de consumo”.
-Hay quien no tiene esa visión. Por ejemplo, quien se ha formado para dedicarse a la cultura o a las artes, cuando trabaja de camarero, dice que es su empleo alimenticio; piensa que ya progresará algún día, aunque puede que se jubile ahí. Yo no desprecio eso. No puedes estar en el trabajo pensando en lo que deberías poder ser, estás en el trabajo en el que estás y ya está. Puedes querer mejorar, pero no puedes tratar la cuestión como si fuese ajena a ti porque pienses que tú te mereces otra cosa.
Hay cuestiones del entorno que determinan la oferta laboral.
-Hay unos sectores económicos que en la zona en la que vives van a tener preeminencia y ellos van a decidir en qué actividad vas a tener tu trabajo. Puedes irte a vivir a otro lugar en el que tu sector tenga una oferta mayor. No digo que haya que ser absolutamente pusilánime con ello, pero es algo que está por encima de ti. Ayuda mucho tenerlo en mente, en vez de despreciarlo.
En el libro plantea que todas las bases teóricas sobre que todo está mal y todo debe cambiar funcionan sobre el papel, pero luego el individuo no se quiere mojar porque necesita el dinero.
-A todos nos gustaría que coincidiera lo que pensamos, lo que sentimos y lo que al final hacemos, pero eso resulta muy difícil. Cada uno sabe con quién se mete y hasta dónde; es un juego de equilibrios solo por tener un ingreso. Me da mucha pena que se nos vayan 40 años de la vida en ese juego.
¿La solución cuál es?
-Lo que he solido decir en presentaciones es que no veo que la solución se vaya a basar en cómo vemos el trabajo en el mundo occidental. El día que se celebraron las elecciones municipales murió atropellado un trabajador de Glovo en Barcelona. Para nuestro futuro es más significativo eso y las movilizaciones que pueda traer, que la preocupación sobre cómo se van a repartir los escaños. Si hay una mejora en el mundo laboral va a venir de mano de casos como el de Barcelona y si hay un empeoramiento vendrá ayudado por las instituciones, esté el partido que esté.
También afirma que un cambio institucional o en el sistema no garantiza la redistribución de la riqueza.
-No. Daron Acemoglu y James A. Robinson escribieron hace unos años un libro que se titulaba Por qué fracasan los países, que supuso un éxito entre los progres y los reformistas. Hace poco, Acemoglu publicó un artículo en el que planteaba que quizá no había que intervenir en la redistribución de la riqueza, sino en la producción. Lo dijo como si hubiese descubierto algo, como si Marx no lo hubiese dicho hace 200 años. Ahora el capitalismo no tiene incentivos para hacer esa redistribución; puede haber un chispazo de ciertas mejoras, pero no tienes un nuevo sistema montado para un mundo diferente. Lo que falta es esperanza. Cuando alguien quiera pasar a la ofensiva y se vea un camino un poco claro, aunque sea duro, entonces podremos hablar de cuestiones a gran escala. Me fío más de los chinos, de los indios y de los africanos que de los europeos y los americanos para dar un cambio.
¿Es importante deconstruir el discurso sobre el empleo?
-En el primer capítulo digo que el discurso es casi lo de menos. Ocurre que mucha gente vive de ese discurso; ese es el problema. Ese discurso, a su vez, crea trabajos. Lo veo claro en la política española y el oficio de tertuliano. Puedes desmontar el discurso pero luego te dirán Oye, que yo vivía de esto. A los chavales que salen de estudiar hay que decirles que van a necesitar un sueldo, pero que tampoco vale todo. Esa función la pueden hacer los padres o los profesores, pero también es verdad que hay grupos editoriales que entran muy fuerte con el discurso del management y demás. Si en Lanbide en vez de darte un curso de coaching te dan un curso de otra cosa que te haga mejor a ti, quizá se pueda deconstruir el discurso.
¿Es el discurso del emprendimiento una farsa?
-Claro. En Madrid hice una presentación en julio. Me acompañó Jorge Moruno, que es quien prologa Al menos tienes trabajo y tiene una obra que se llama La fábrica del emprendedor, donde explica esto mejor que yo. De hecho, la idea inicial de Al menos tienes trabajo era abordar la cuestión del emprendimiento, pero antes salió el libro de Jorge. El emprendimiento combina dos cosas: ajustar las cuentas de la Seguridad Social, con muchísima gente tributando al mínimo, con el tema de la realización personal. No hay contestación al discurso del emprendimiento. Me molesté en mirar programas electorales que me llegaron a casa y todos apostaban por hubs, emprendimiento, coworking y ya está. El primer estafado, y se lo toma muy mal cuando se lo dices, es el emprendedor.
¿Por qué?
-Se van a quedar con una pensión de mierda. Además, por mucho que se crean que son su propio jefe, el jefe son los clientes. Puedes mantener eso un tiempo, hasta que el banco quiera y si no tienes muchas deudas. Por otra parte, se tiende a que los pasatiempos tiendan necesariamente a convertirse en tu negocio. Pues no, la idea de un hobby es justo la contraria. Al final, hay quien acaba odiando lo que le gustaba.
Se vincula la idea de felicidad con la idea del trabajo. Cuando no se tiene, se fomenta la idea que aquello que te hace feliz, el ‘hobby’, puede ser tu empleo.
-Creo que se ha engañado a mucha gente en el paro con eso. Lo que yo haría es seguir con mi hobby y luego buscar un trabajo. Buscar trabajo también es un trabajo, no hace falta que lo crees.
¿Somos felices trabajando?
-No, no. Qué va. Creo que no hay que obsesionarse mucho con ser felices trabajando. Las partes de mi vida en las que he sido más feliz no han sido trabajando, lo que no significa que haya sido absolutamente desgraciada en ello. Existe un término medio.
Se lo pregunto porque expone la idea de que se vincula la idea de felicidad con la de productividad. Cuanto más felices sean los trabajadores; cuanto más incentivos tengan; cuanto más se difumine la idea de jerarquía, en favor de la idea de ‘familia’... el empleado es más productivo.
-Eso es otro mecanismo de control más. Si quieres quejarte de algo, no puedes hacerlo. Al final, lo que se conoce como incentivos para los trabajadores acaban siendo una ratonera.
Le devuelvo la pregunta que hace en el libro: igualdad de oportunidades, ¿para qué?
-Puedes haber tenido un montón de becas porque lo has trabajado y acabas subiendo a una cúspide en la que, si trabajas con activos tóxicos bancarios, acabas estafando a los del barrio del que vienes para poder decir que has escalado. Existe una especie de selección natural con una cifra más o menos óptima de personas de estrato social bajo que asciende y, entonces, el Gobierno o el Ministerio de Educación lo justifica diciendo que existe la igualdad de oportunidades. La igualdad de oportunidades es para que todo siga igual, valga la redundancia.
Entonces, el ascensor social funciona a medias.
-No tiene que haber un ascensor. Es fácil decirlo así, pero también escribimos para fantasear (ríe). Una cosa que me molestaba mucho post-15M, en el contexto de discursos de generación estafada, es que el ascensor social se había estropeado. A mí no me interesa subir, no estaría cómoda. Cuando estás arriba, ¿qué es lo que tienes que hacer? Si tiene que haber algún ascensor social, tiene que funcionar para abajo.
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