donostia - “En el arranque de su presidencia, Ronald Reagan puso fin en 1981 al conflicto laboral de los controladores aéreos con sus despidos y declaró ilegal el sindicato PATC, que irónicamente respaldó su candidatura un año antes. Este proceso marcó el signo de sus dos legislaturas como azote del movimiento obrero”. Este es un fragmento del libro que ha escrito el ex secretario general de ELA Joxe Elorrieta (Loiu, Bizkaia, 1951), que ha titulado: Una mirada sindical contracorriente. Con esta obra, el autor quiere responder “a la hegemonía neoliberal con una estrategia alternativa para intentar neutralizar sus consecuencias”. Efectos que se traducen en “una profunda desigualdad de la riqueza y de la renta; una posición acomodada de una mayoría del movimiento sindical europeo incapaz de revisar su práctica y fosilizándose en un modelo institucional que pivota en el llamado diálogo social; y a una situación vasca que ha perdido la iniciativa en el proceso de construcción nacional”, resume.

En el libro insiste en que “prevalece el poder unilateral neoliberal sin control” y que elites trabajan para “lograr un mercado laboral sin sindicatos”. ¿Cuál es el escenario actual en el que nos movemos?

-Unos pocos se están quedando con casi todo: las 62 mayores fortunas concentran un montante patrimonial equivalente a la mitad de la población del planeta. Hay que denunciar la connivencia entre el poder económico y el político que alcanza a corrientes como la socialdemócrata, lo que ha dejado a la izquierda, y por extensión al sindicalismo, sin un referente tan necesario para corregir la avaricia extrema de esta fase capitalista.

¿Cómo se frena su avance?

-Hay que desenmascararlos: denunciar su impostura, el daño causado y contraponer otros valores, reivindicar otras políticas y organizar la protesta colectiva. No faltan voces autorizadas que defienden otro modelo, con un significativo papel de lo público, con un sector financiero regulado, con una defensa efectiva del medio ambiente, en el que prime la sostenibilidad al crecimiento, y en el que paguen más impuestos quienes más tienen.

¿Quiénes son los perdedores del neoliberalismo?

-En esta imparable espiral de acumulación por desposesión, entre los colectivos perdedores destaca la clase trabajadora, doblemente castigada: por el deterioro de la condiciones laborales, sin olvidar las elevadas tasas de paro en algunos Estados como el griego o el español para no salirse de las economías del llamado primer mundo; y por el retroceso de las coberturas del Estado del bienestar en pensiones, sanidad, educación y dependencia. Entre los perdedores, también hay que identificar a las millones de personas refugiadas, obligadas a desplazarse por el hambre y la guerra, y aquellas que han abandonado sus hogares por los efectos del deterioro medioambiental o los devastadores del mercado global en economías locales que han quedado privadas de la autonomía alimentaria más elemental.

¿Estos perdedores están resignados o esperanzados?

-La hegemonía del neoliberalismo busca privar de esperanza a todos estos colectivos, pero cada foco de resistencia, cada espacio de lucha muestra que la clase dominante detenta su poder más por la fuerza coactiva, por el miedo que genera, que por el consentimiento.

Insiste en que “hay que asumir la diversidad de las condiciones reales de la clase trabajadora para luchar por una alternativa al dominio del capital”. ¿En qué consiste esa diversidad?

-En cada lugar se constata cómo se dan niveles de discriminación muy marcados por razones de género, de edad o procedencia. Las mujeres, los jóvenes o los inmigrantes son peor tratados como queda de manifiesto en sus tasas de paro más elevadas, en sus menores niveles salariales o en sus altos índices de precariedad. En un marco más general, se observa que el dominio espacial alcanzado por el capital en el planeta le da una ventaja adicional para explotar geográficamente a las personas valiéndose de la dispersión y de la fragmentación étnica; y para llevar a término una enorme operación de rapiña de sus recursos naturales.

¿Cómo se organiza esa lucha?

-No es fácil articular una respuesta coordinada y, probablemente, antes de estar en condiciones de darla se requiere ir trabajando ámbitos locales de resistencia, de lucha, abriendo el camino a un movimiento más amplio, capaz de operar a una escala mayor.

Defiende una reflexión de la estrategia del movimiento sindical. ¿Por qué no se ha hecho hasta ahora?

-Esto no es nuevo. Ya en la década de los 90 se abrió el debate para resituar a las organizaciones trabajadoras en otros parámetros, distanciados del diálogo social. La mayoría sindical vasca, nucleada en torno a ELA y LAB, puso en marcha un ensayo innovador, subrayó su dimensión reivindicativa y asumió una agenda política más allá de lo laboral y lo social. Aunque su recorrido quedó inconcluso, aquello significó un antes y un después. Hoy la mayoría sindical vasca es prácticamente hegemónica en la CAV y muestra una progresión sin precedentes en Navarra.

¿Cuáles deben ser las prioridades del sindicato?

-Las resumiría en tres: apostar por un modelo de intervención que en el ámbito laboral desafíe la reforma del PP de 2012, para romper el cerco a la negociación colectiva, afianzar su implantación en los centros de trabajo y tomar como ejes reivindicativos la precariedad y la discriminación. Concretar una agenda social que extienda la lucha al conjunto del territorio; e ir creando las condiciones para impulsar desde la izquierda un proceso soberanista en el que el modelo de sociedad sea una de sus señas de identidad. Esta convergencia estratégica requiere como condición sine qua non combinar la lucha social y la institucional sin subordinar la primera a la segunda.

¿Cómo pueden vivir los sindicatos de las cuotas si cada vez la afiliación es menor como apunta en el libro?

-El sindicalismo o vive de sus recursos o queda en manos de las administraciones y de los empresarios. Salvo casos extremos como UGT y CCOO, que no podrían sobrevivir sin financiación exterior, el movimiento sindical está en condiciones de valerse de sus propios recursos, al combinar cotización y militancia, un círculo virtuoso para volver a situarse en este contexto tan hostil. El problema radica más bien en las fuertes resistencias ideológicas y organizativas para dar este paso.

¿La afiliación en el modelo sindical vasco funciona?

-El modelo sindical vasco, a pesar de la crisis, mantiene importantes niveles de legitimación social y la afiliación constituye uno de sus pivotes. Con excepción de los países nórdicos y de Bélgica, sus tasas de sindicación son de las más altas de Europa.

¿Por qué apuesta por un sindicato multiétnico?

-En la alianza alternativa hay que sumar a todos los perdedores por razones de solidaridad y, también, por razones de eficacia. Me parece que este es uno de los mayores desafíos que tiene la izquierda en general y la vasca en particular en un momento en el que los populismos de derechas se alimentan con proclamas xenófobas. Con Trump o con sus réplicas europeas que se extienden por Gran Bretaña, Francia, Alemania, Austria o Hungría, por citar algunos ejemplos, no pierde el capital, pierden los de siempre, de la peor manera posible, con una confrontación entre sí.

Aboga por el sindicalismo reivindicativo y la unión de fuerzas para “luchar contra el enemigo común”. ¿Quienes serían esas fuerzas?

-En modelos de pluralidad sindical como el vasco lo primero que hay que sumar es el esfuerzo de todas las organizaciones que compartan objetivos y formas de intervención en el ámbito más estrictamente laboral. Pero a poca ambición que se tenga, esto no es suficiente. Hay colectivos organizados con los que establecer estrategias comunes como el feminista, el ecologista, el que se sitúa a favor de una economía sostenible o el que propugna la autonomía alimentaria. El sindicalismo no solo debe estar presente en los centros de trabajo sino que su taller alcanza al territorio como un espacio de lucha que incluye la política que le da un sentido más integral a su dimensión de clase.

Habla de una “eventual articulación de la mayoría sindical vasca de ELA y LAB para lograr objetivos comunes” ¿Por qué eventual?

-Es una hipótesis de trabajo que se soporta en la convicción de que el alineamiento estratégico de los dos sindicatos representa una oportunidad para dar un salto cualitativo en la correlación de fuerzas del conjunto de la izquierda vasca, para corregir el sesgo neoliberal de las instituciones tanto en la CAV como en Navarra y para relanzar un proceso nacional que adolece de un tacticismo electoral que sigue alimentando escenarios como el de Maltzaga, totalmente virtuales, aunque solo sea porque unos ya han decidido abandonarlo (el PNV).

¿Por qué en los sitios con presencia sindical fuerte los indicadores económicos o los relativos a la pobreza o educación son más positivos?

-Una de las mayores falsedades de las doctrinas dominantes estriba en el énfasis que ponen para defender que la menor presión de las rentas del capital, la contención del gasto público o del salario son necesarias para posibilitar que la economía funcione mejor. Estos asertos no aguantan el contraste con la realidad en la que se verifica que las políticas que promueven una mejor distribución de la riqueza y de la renta dan una mayor solidez. Por ello, el poder sindical favorece un sistema más justo y estable.