donostia - El sindicato agroganadero Enba celebró ayer una asamblea con un carácter especial. A pesar de haber cumplido su 25º aniversario el pasado año, ha decidido esperar a esta ocasión para celebrarlo en una cita para la que ha contado con un importante respaldo institucional por parte del Gobierno Vasco y la Diputación Foral de Gipuzkoa, con las intervenciones de sus máximos mandatarios, Iñigo Urkullu y Markel Olano respectivamente. El presidente, Iñaki Goenaga, ofrece una visión del presente y futuro del primer sector.

Enba cumplió el pasado año un cuarto de siglo. ¿Cuáles han sido sus principales logros?

-Hasta entonces había un único sindicato, y Enba nació de la necesidad de asumir que los baserritarras tienen que ser profesionales porque, aunque pequeños, también son empresarios. Ese mensaje en su momento desconcertó, pero se ha ido asumiendo por la sociedad y el sector. Hace 25 años hablar del baserritarra como un propietario que debe gestionar con eficacia su explotación era una novedad, que al final ha calado. Otro de los logros que destacaría es el conseguir que tanto el sector como las políticas agrarias sean lo suficientemente amplios como para dar cabida a cualquier tipo de explotaciones. No existe un modelo único, como tampoco existe un consumidor único, las preferencias son muy diversas y las estrategias agrarias deben responder a esta variedad.

Cinco lustros después, ¿a qué nuevos retos se enfrentan los agricultores y ganaderos vascos?

-Son varios, pero el principal es que los productores tanto individual como colectivamente participen en la cadena alimentaria, porque el mayor valor añadido no está en la producción, sino en otras fases. Tenemos que conseguir mejorar nuestra producción, pero también participar de la transformación y entrar en unos formatos de venta en los que individualmente no podríamos tener presencia. Otro tiene una relación estrecha con la sociedad, que a veces nos ve como raros. En ocasiones parece que nos están separando de la sociedad y de alguna forma nos tenemos que reincorporar a través de mensajes que transmitan que somos otro sector más que hay que sacar adelante para que Gipuzkoa funcione. Por último también destacaría como reto el relevo generacional.

Es un problema que Enba ya planteó hace un par de años, y en respuesta se generaron ayudas institucionales y la organización de jornadas dirigidas específicamente al colectivo joven. ¿Qué resultados se han obtenido?

-El problema no se ha resuelto, pero por lo menos hemos logrado que se socialice. Creo que uno o dos años no es un periodo de tiempo suficiente para solucionar esta cuestión, puede que dentro de diez o quince años. Vivimos en una sociedad urbana y muy industrial, y convencer a los jóvenes de que se incorporen a un trabajo con muchos factores que no controlas es algo muy difícil. No creo que la clave sean las ayudas públicas, sino que los jóvenes de hoy en día quieren libertad, y este sector exige un trabajo de 365 días al año y muchas horas cada jornada, algo que al colectivo joven no le va. Ya sabemos que la situación en todos los lados está mal, que los sueldos son bajos y que todavía hay gente sin trabajo, pero aún y todo la libertad que da por ejemplo la industria termina por convencer al joven a apostar por ese camino y no por el baserri. Dicho esto, también es cierto que hemos visto cómo la crisis y la desestructuración del mercado de trabajo ha llevado a jóvenes procedentes del mundo rural a volver a la explotación, y también constatamos que anualmente se incorporan al sector media docena o diez jóvenes. A pesar de todo, no se produce al ritmo que quisiéramos.

¿Cómo convencer a este colectivo para que se dedique al primer sector?

-Lo cierto es que no sé si nuestra actividad tiene ventajas, pero vemos que si queremos que el sector y el baserri de Gipuzkoa subsistan, alguien tendrá que trabajar. Y actualmente la mayor parte de los que nos dedicamos a ello tenemos una media de 50, y no vemos un relevo claro porque los que se encuentran entre 40 y 50 años son menos, y de 40 para abajo todavía peor. El futuro del sector está en peligro.

¿En qué situación se encuentra el primer sector guipuzcoano con respecto a otras zonas geográficas?

-En Gipuzkoa estamos al día, porque nos han ayudado mucho y hemos sabido responder. Hoy podemos competir con cualquiera de Europa porque el nivel de vida y de capacidad productiva y técnica de aquí es similar a la que tienen otros estados europeos.

Este año la asamblea presta una atención especial a la Política Agraria Común (PAC) de la Unión Europea, que ha iniciado un periodo de consultas para incorporar novedades. En este ámbito, ¿qué reclama Enba?

-Es un asunto bastante complejo. Su diseño actual está cimentado en dos bases. La primera de ellas es todo lo relacionado con los pagos directos, donde la Unión Europea ha creado la figura del agricultor activo que es el receptor de esas ayudas. En breve, significa que un profesional que dedica un 20% de su actividad al primer sector puede recibir las subvenciones europeas, y nosotros defendemos que esto cambie y que sea el agricultor profesional el único sujeto que pueda optar a las ayudas. La segunda pata son las políticas activas de industrias agroalimentarias, formación, y otro amplio abanico de materias. A este respecto, nosotros buscamos que las explotaciones de montaña, que son las mayoritarias aquí, tengan un apoyo territorial especial por las dificultades de producción que tienen y para asegurar así su supervivencia.

¿Recibe el sector ayudas suficientes y bien enfocadas?

-Si tenemos en cuenta todos los subsectores que componen la actividad agrícola y ganadera, posiblemente habrá alguno que considere que no se le está tratando bien, pero yo creo que en la Comunidad Autónoma Vasca los que pertenecemos al primer sector recibimos las subvenciones y ayudas adecuadas. Bueno, siempre es poco, pero hay que admitir que estamos bien. Respecto al enfoque, yo creo que se encuentran bien orientadas aunque, como en el caso anterior, habrá opiniones diferentes y quizá el productor ecológico crea que no se le ayuda del mismo modo que al agricultor tradicional.

¿En qué ponen el acento esas ayudas?

-En la supervivencia. El futuro no se ve tan claro e intentan analizar cómo arrancar el sector y que no se muera.

¿Les afectan las consecuencias de la globalización del mercado?

-La globalización nos afecta porque un movimiento en Estados Unidos o de Canadá nos llega al mes o a los dos meses. En Gipuzkoa lo tenemos todo bien organizado sobre todo en productos como la leche o la carne a través de cooperativas y estamos bastante atados a la tierra. Sin embargo, las explotaciones que trabajan por libre lo tienen más difícil. El cooperativismo es un plus muy fuerte en esta situación.

¿Existe un apoyo real y suficiente al producto local?

-En este momento te diría que es irreal, pero está tan de actualidad y se comenta tanto que albergo esperanzas de que este asunto vaya a cambiar. De todos modos, hay que advertir de que hasta ahora no se ha visto mucho. La distribución ha terminado entrando, pero ha sido por la guerra particular que mantienen entre todas las cadenas y ven en el producto local una buena excusa para ganar mercado. Hasta hace tres años no oíamos nada de esto, te diría que justo al revés, las distribuidoras incluso de aquí te traían todo el producto del Estado o de fuera. Ahora con la lucha entre ellos de ver quién es el mejor ha introducido en ese mercado la apuesta por el producto local. Y es una actitud que debemos aprovechar, porque quién sabe si dentro de cinco años se va a mantener o desaparece.

¿En qué subsectores se advierte más este cambio?

-Nosotros, en Gipuzkoa, lo notamos mucho en el caso de la leche, pero hay otros productos como la carne, el queso o la horticultura en los que también incide de manera especial esta apuesta por lo local. Hemos constatado que en ocasiones se puede producir alguna picardía y vender como vasco un producto que se ha elaborado fuera de nuestras fronteras, pero en general el consumidor puede estar tranquilo y tener garantizado que lo que compra como de aquí es de aquí.