La ley de Buffett
Heredero en fama del mítico Rockefeller, Warren Buffett acaba de cerrar a los 85 años su mayor compra de una empresa por 34.00 millones de euros. El millonario de Nebraska maneja un puñado de reglas básicas que le han convertido en el inversor más exitoso del planeta.
el Oráculo de Omaha acaba de superarse a sí mismo batiendo su récord de inversión en una empresa. Berkshire Hathaway, el brazo financiero de Warren Buffett, anunció hace unos días la compra de una compañía aeronáutica por más de 37.200 millones de dólares, casi 34.000 millones de euros.
Es una cifra astronómica que produce vértigo si se compara por ejemplo con los Presupuestos de Euskadi -que alcanzan los 10.639 millones- o con el dinero que el Gobierno español destinará este año a prestaciones por desempleo -más de 25.000 millones-. Con 34.000 millones de euros se podrían construir cinco Y ferroviarias vascas, 122 líneas de Metro.
Los números de la última operación financiera del magnate estadounidense vuelan alto para el común de los bolsillos y se pierden en un aura de desconocimiento -pónganle seis ceros a la derecha a un sueldo bruto anual que genera una nómina de 1.800 euros cada mes- que invita a ver la mano de la megalomanía en el nuevo movimiento de Buffett en el complejo tablero de la economía.
normas y leyes Sin embargo, no es costumbre de la tercera fortuna del mundo jugarse el dinero en las timbas de las burbujas financieras. Siguiendo una de las normas que conforman su Ley -No invierta en un negocio que no pueda comprender-, Buffett no está comprando una compañía tecnológica o una punto.com, compra fábricas que producen piezas para el sector aeroespacial con la vista puesta en la nueva frontera que se abre con los viajes espaciales privados y en la reactivación de un sector que debe reemplazar en todo el mundo gran parte de la flota aérea.
alma de inversor Con un patrimonio valorado en 65.200 millones de euros, Warren Buffett ha construido su imperio de la nada, invirtiendo en acciones de empresas y logrando después grandes beneficios por su revalorización bursátil. No es un empresario convencional, que se beneficia de la actividad propia de la compañía. Esa filosofía es propia de un especulador, pero el Oráculo de Omaha pasa por ser justamente todo lo contrario. Es un filántropo de peso en su país y, tras mostrar su apoyo a Barack Obama en su ascenso a la Casa Blanca, ha criticado su política fiscal y le ha pedido que suba los impuestos a los ricos.
Sus colegas multimillonarios no tardaron en criticar la propuesta y le acusaron de exprimir como todos la normativa para pagar lo menos posible al fisco. Sea un posicionamiento real o solo pose, lo cierto es que su comportamiento, en líneas generales, le aleja del perfil tradicional de tiburón de Wall Street.
filántropo Un par de pinceladas ponen de manifiesto su particular forma de ver los negocios y la vida en general. Su fondo de inversión, Berkshire Hathaway, asumió el nombre de la primera empresa que compró, una industria textil que nunca le dio gran rentabilidad y que liquidó en 1969, cuatro años después de entrar en su capital. No fue un negocio redondo, todo lo contrario, pero el nuevo Rockefeller ha mantenido vivo durante medio siglo el nombre de uno de sus fracasos.
Algo similar le ocurrió con su primera esposa. Tras 25 años de matrimonio, su “gran amor”, Susie, pidió el divorcio en 1977. Buffett no asimiló la decisión y estuvo viviendo varias semanas a las puertas de su casa como un vagabundo. Susie murió en 2004 de cáncer, con su exesposo, que no tuvo fuerzas para acudir al funeral, a los pies de su cama. El amor era mutuo y Susie pidió a una amiga que cuidara del magnate. Buffett terminó casándose con la amiga, tal vez asumiendo que era el último deseo de su primera esposa.
Es una historia que forma parte de la leyenda de un millonario también conocido por su obra filantrópica. Protagonizó hace unos años la mayor donación benéfica de la historia, 37.000 millones de dólares, que fueron a parar a la fundación de Bill y Melinda Gates. El creador de Microsoft aportó otros 30.000 millones.
el arte del letargo El mayor inversor de la historia se curtió bajo el paraguas de uno de los grandes maestros de las finanzas, Benjamin Graham. Fue primero su profesor en Columbia y más tarde su socio en la búsqueda y rastreo de acciones rentables en la Bolsa. Su estrategia de inversión se basa en la teoría del value investing, formulada por el propio Graham y basada en la búsqueda de empresas sólidas y con recorrido a largo plazo. Buffett ha perfeccionado el método, con una paciencia infinita, “resistiendo la tentación de vender y comprar constantemente” y “bordeando la pereza” en algunas de sus decisiones. Así se ha hecho con la cartera de valores más sólida del planeta, combinando grandes valores -con compañías como American Express, Coca-Cola o Almart- con otros menos conocidos, pero casi siempre muy rentables.
Asumiendo algunos riesgos -si no puede ver caer un 50% de su inversión sin pánico, no invierta en Bolsa- siempre con la certeza de que no se puede predecir el comportamiento de los mercados y que las “oscilaciones salvajes de precios” están ligadas más al comportamiento de los inversores que se dejan llevar por el pánico a la hora de tomar sus decisiones de comprar o vender. Y además teniendo claro que es precisamente cuando “más absurdo es el comportamiento del mercado” el momento en el que un “inversor metódico” puede sacar más chispas al parqué.
Lo más probable es que Buffett también haya recurrido a su Ley a la hora de realizar su mayor inversión con la compra de Precisión Castparts, la aeronáutica que, a punto de cumplir 85 años a finales de este mes, será seguramente su último gran movimiento. Se trata de una compañía de gran recorrido, pero con el lastre de una gran deuda que el magnate cubrirá. Es un ejemplo claro de una empresa que “una vez en marcha no necesita grandes reinversiones”. El tipo de presa que Warren Buffett olfatea a kilómetros.
Nunca invierta en un negocio que no pueda entender, como tecnologías complicadas.
Si no puede ver caer un 50% de su inversión sin pánico, no invierta en el mercado de valores.
No intente predecir la dirección del mercado de valores, la economía, los tipos de interés o las elecciones.
Gran parte de éxito puede atribuirse a la inactividad. La mayoría de los inversores no resiste la tentación de comprar y vender constantemente, pero la piedra angular debe ser el letargo, bordeando la pereza.
Las oscilaciones salvajes de precios están más relacionadas con
el comportamiento de los inversores que con los resultados empresariales.
Un inversor necesita hacer muy pocas cosas bien si evita grandes errores. No es necesario hacer algo extraordinario para conseguir resultados excelentes.
Recuerde siempre que el mercado de valores es maniacodepresivo.
Compre un negocio, no alquile las acciones.
Busque empresas con mercados amplios, fuerte imagen de marca y consumidores fieles, como Gillette o Coca-Cola.
Busque compañías con gran capacidad de generación de efectivo y que, una vez en marcha, no necesiten grandes reinversiones.
Cuanto más absurdo sea el comportamiento del mercado, mejor será la oportunidad para el inversor metódico.
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