errenteria. "Estuve muchísimo tiempo sin decirle nada a mi mujer y a mis hijos, nada de lo que me pasaba en el trabajo; llegaba a casa y trataba de sonreír, de que no me viesen mal, pero llega un momento en el que ya tienes que ir al psiquiatra, te ponen medicamentos, y pierdes la ilusión. Mi única esperanza ahora es que esta gente que tanto daño me ha hecho no se vaya de rositas".

Juanjo Briega, natural de Errenteria y residente en Donostia, es una de las cuatro personas que han denunciado mobbing o acoso laboral en el Ayuntamiento de Errenteria en los últimos años. Lleva trabajando para el Consistorio como técnico de Protección Civil más de 17 años y ocupa plaza de funcionario desde 1997. A sus 53 años, siente que aún tiene "mucho que ofrecer en su trabajo", en el que dice haber tenido "gran prestigio, incluso internacional". Asegura que sus superiores, con el alcalde José Luis Merino a la cabeza, le "han hundido profesionalmente", "vaciándole de sus funciones en menos de un año" y dejándole apartado en un despacho sin más tarea que "la de consultar el correo electrónico".

Su caso es el cuarto de una serie de denuncias por acoso, concentradas en "dos departamentos del Ayuntamiento" y que ha puesto en solfa al comité de empresa y la propia Corporación municipal. Esta situación ha forzado al Pleno, con el visto bueno del propio partido del alcalde (PSE, 8 concejales) y su equipo de Gobierno (PNV, 2 y Hamaikabat, 1), a aprobar la creación de una comisión de investigación para analizar la situación.

A tres de estos trabajadores se les ha reconocido ya la incapacidad laboral permanente por motivos de trabajo; a Juanjo, de baja por depresión, ansiedad y estrés durante casi un año -desde que cogió la primera en 2007 sólo dice haber trabajado 45 días de los que sólo en dos le asignaron tareas-, le restan unos días para pasar nuevamente por inspección. El sufrimiento, sin embargo, se refleja en su rostro.

"Se han ensañado conmigo, sabiendo donde daban, donde más duele. Si yo estuviese con un pico y una pala trabajando quizá me habría alegrado de no tener nada que hacer, pero yo no estaba con un pico levantando baldosas, estaba haciendo algo que me encantaba. El trabajo me lo llevaba a casa. No quería ningún reconocimiento ni nada, lo hacía porque estaba enamorado de mi trabajo. De repente, en menos de un año, me vaciaron de funciones. Me pagaban por no hacer nada, Era una situación de boicoteo total. Me han hundido profesionalmente y con unos daños personales irreparables".

La situación que ha llevado a la baja por depresión a Juanjo "coincide con el cambio de Alcaldía" y la llegada de Juan Carlos Merino, en 2003, que en sus función de teniente de alcalde ya conocía la situación de Juanjo Briega y sus tira y aflojas que éste mantenía con el anterior alcalde, por el pago de complementos de su trabajo fuera de horario.

"Yo siempre he tenido un conflicto con el Ayuntamiento, primero con el anterior alcalde, Miguel Buen, por el tema de las horas, pero lo considero un conflicto estrictamente laboral, con sus tiras y aflojas que formaban parte de una negociación. Al final, nos entendíamos. Como no había que llamarme, porque yo estaba pendiente de la emisora para ir donde hiciese falta, pues no se me pagaban esos complementos que sí cobraban otras personas".

Lo que con Buen terminaba en acuerdos, no sucedió con Merino. "Cuando llegó, me empezó a quitar funciones. Me decían que no tenía que ir a ningún lado, que me ciñera a mi horario. Y me fueron dejando sin funciones. ¿Razones? yo no sabría decirlas. No diré que éramos íntimos, pero había una relación".

Briega no se resignó a "no hacer nada" y reivindicó en repetidas ocasiones que se definieran sus funciones como único técnico de Protección Civil del Ayuntamiento. Desde 2006, año en el que empezó el "verdadero calvario" hasta 2007, fecha de su primera baja, su desesperación le llevó a remitir un correo electrónico al departamento de personal, al médico y al comité de empresa, en el que un "funcionario aburrido buscaba pareja para ir de poteo". "En plan de coña", dice, "porque no me hacían caso ni respondían a mis requerimientos".

"Llegaba a las siete de la mañana. Tenía que mirar los correos y luego me iba a pasear, porque no tenía nada que hacer. Tenía que salir, porque a mí se me caía encima la oficina. De siete a dos era mi horario. El único parecido con mi situación anterior, era que antes también miraba los correos, pero tenía otras 800 cosas que hacer, cursos de salud laboral, planes de emergencia, charlas en colegios, acudir a emergencias...". Juanjo es, entre otras cosas, licenciado en Psicología y cuenta con un Master en Protección Civil y Gestión de Emergencias.

Dice David Otegi, delegado sindical de ELA que sigue su causa, que "esas labores que antes hacía Juanjo tampoco se le pasan a nadie; simplemente, se dejan de hacer. Tenían a un funcionario que llevaba días, meses, más de un año repitiendo que no tenía nada que hacer, y ni le contestaban".

La suya, dice Juanjo, era "una situación de boicoteo total. He denunciado ante Inspección de Trabajo al alcalde, al concejal delegado de personal, y al director de protección, que es el jefe de la policía local". Su caso está ahora en manos de Osalan.

"Es terrible", dice Briega. "Si lo mío hubiera ocurrido en una empresa privada en vez de una administración, se le había caído el pelo al gerente y al de la moto, porque en el Ayuntamiento de Errenteria se han dejado de hacer planes de emergencia, que es lo que marca la ley, y eso está denunciado por mí en Inspección de Trabajo. A una empresa que no tiene plan de emergencias, le meten un puro enseguida. Vienen a por ella. En la Administración, no.

Juanjo, visiblemente afectado y en baja por depresión, estrés y ansiedad, espera ahora a la próxima inspección de su baja: "Puede que me den medio año de prórroga, que sólo sería para seguir como estoy, mal; también puede ser que me den el alta y me digan que tengo que volver al trabajo, o que me den la incapacidad..."

David Otegi rompe el silencio. "Volver al trabajo en estas condiciones es impensable. Con el informe del psiquiatra que hay, no creo que ningún inspector le haga volver".

Juanjo se ve joven para no hacer nada, a sus 53 años. Cree que le han hecho pasar "del paraíso al infierno" y se aferra al cariño y reconocimiento profesional que ha recibido y recibe aún hoy incluso desde el extranjero por algunos de sus trabajos: "Mucha gente que se ve acosada, manifiesta falta de autoestima... Yo no. Me siento mal, pero no tengo problemas de autoestima. Me doy cuenta de que quienes no me han reconocido son unos señores mediocres que no saben lo que es Protección Civil y lo han hecho por despecho. No porque yo no valga".