Mujeres taxistas de Donostia: “Con el tiempo casi nos volvemos psicólogas”
La Asociación Radio Taxi Donosti cuenta con siete taxistas mujeres de las 140 personas que forman parte de la entidad
Al igual que muchos otros sectores, el taxi tiene una gran mayoría de trabajadores hombres. En Donostia, la Asociación Radio Taxi Donosti cuenta con diez mujeres de 140 personas. Además de dos operarias de centralita y una administrativa, la asociación tiene siete taxistas féminas en total. Por ello, en este 8-M NOTICIAS DE GIPUZKOA habla con tres de estas taxistas sobre su experiencia y cómo es su día a día.
Rakel Vicente, de 43 años, reside en Donostia. Es la más veterana de las tres, pues lleva 18 años en el sector. La más joven de todas, Edurne Alduntzin, de 37 años, es de Leitza, acude a diario desde su pueblo a la capital guipuzcoana y lleva un año trabajando. Por último, Sandra Delgado, de 44 años, es la única, de las siete taxistas de la asociación, de origen extranjero, concretamente de Colombia. Empezó en 2021, durante la pandemia.
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A diferencia de Rakel y Edurne, Sandra no empezó en el mundo del taxi por arraigo familiar: “Las circunstancias me llevaron a ello”. Tuvo una oportunidad de trabajar con un contrato de asalariada en 2021, “hasta la compra de licencia hace algo más de un año. Ahora soy mi propia jefa y tengo una estabilidad”. A Rakel sí le viene “de tradición familiar. Mi padre es taxista, sigue siéndolo hoy en día. Desde pequeña me ha gustado conducir, y no quedarme en una oficina”. En el caso de Edurne, su hermano, también taxista, fue determinante para lanzarse a este mundo: “Siempre estaba impulsándome. Él me ayudó a meterme cuando yo dudaba”.
Lo primero que quieren dejar claro es que nunca han sufrido ninguna discriminación con sus compañeros hombres. Rakel cuenta que su “recibimiento fue positivo, y nunca ha habido un gesto machista por parte de nadie”. A su vez, Edurne, que lleva en el taxi un año, también destaca el buen ambiente que hay con sus compañeros, que siempre se paran a ayudarles cuando sufren una avería o algún tipo de problema.
Una de las ventajas que destacan es la flexibilidad horaria, al hacerse ellas su propio calendario. Las tres tienen hijos, y la conciliación resulta fundamental para ellas. Aunque también tiene sus dificultades y partes negativas: “Un día puedes no trabajar porque se te pone el niño enfermo, pero no más. Cuando empiezas estás con la soga al cuello, tienes que seguir trabajando para pagar todo”, cuenta Edurne, quien además, al ser de Leitza, tiene más complicaciones para conciliar y poder tener un horario partido. Rakel, por ejemplo, trabaja a las mañanas hasta las tres, “recojo a mis hijas, paso la tarde con ellas y hacia el final de la tarde, que ya está mi marido en casa, vuelvo a salir otro ratito”.
Problemas con clientes
Rakel, Edurne y Sandra tienen claro que pocas veces suelen tener problemas con clientes, y que en general las carreras son tranquilas. Sin embargo, también cuentan en su trayectoria con casos especialmente duros.
Sandra sufrió una agresión física cuando llevaba pocos meses trabajando. “Dos hombres, que iban muy mal, se metieron conmigo por ser colombiana, me empezaron a insultar. Uno de ellos me golpeó en la cara y terminé con un esguince cervical. Mientras eso pasaba, el otro seguía metiéndose conmigo y alentando al que me agredió”. Por suerte, la Ertzaintza pudo identificarlos gracias a que habían pedido el taxi por teléfono: “Pudieron localizar a la persona y pude hacer la denuncia”.
Aunque sin llegar a extremos parecidos, las tres cuentan otro tipo de momentos desagradables. Desde comentarios como “qué bien conduces para ser mujer”, hasta insinuaciones o proposiciones de carácter sexual. “A mí me han ocurrido situaciones de tirarme dinero, y decirme que me paga y que me quede toda la noche con él”, asegura Sandra. Si bien son una minoría, todas tienen ya una gran experiencia lidiando con problemas de todo tipo. Es por ello que creen que “con el tiempo” se vuelven “casi psicólogas” de tanto conocer gente de topo tipo y aprenden “a identificar quién te puede dar problemas”.
Una de las carreras más complicadas suele ser la de ida o vuelta de alguno de los clubs de alterne que hay por la ciudad. Rakel narra cómo hace poco, de camino a uno de esos establecimientos, el hombre al que llevaba le propuso entrar con él una vez llegados al destino. “Quise ser educada, y solamente le dije que no, que estaba trabajando. Y aún así se quedó un rato en el coche, no terminaba de bajarse, no terminaba de irse”.
A pesar de esos momentos, la mayor parte de las carreras suelen ser positivas: “A mí me encanta cuando ayudas a las personas mayores y los atiendes con cariño, lo agradecen mucho. La mayoría me suele dar un abrazo y hasta un beso”, comenta Sandra, alegre.
Además, todas concluyen que el miedo a que te pueda pasar algo en el taxi no es exclusivo de la mujer. “Al final sientes miedo de a quién coges. Porque sabes que está borracho, que se puede poner agresivo”, comenta Edurne. Tampoco lo relacionan con la noche o el día. “Quien está mal, lo está 24 horas al día”, afirma Sandra, que tiene la impresión de que últimamente le tocan personas que no quieren pagar también a plena luz del día: “A las tres de la tarde, después de la comida, muchas veces salen con la cartera vacía”.
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Sector masculinizado
Rakel cree que este reportaje “puede servir para que las mujeres se animen a probar el mundo del taxi”. Expone por ello las partes positivas del trabajo: “Primero, en el sector con los compañeros hay una igualdad, no hay ningún tipo de discriminación. Después está la flexibilidad horaria que nos permite la conciliación familiar. Además, se puede probar de forma asalariada y si no te gusta dejarlo, aunque es cierto que tiene que haber licencias libres y no siempre se da el caso”.
Sandra habla de “un sector que históricamente ha sido masculino” para explicar la falta de mujeres taxistas; Edurne piensa que otra de las razones puede ser “la inversión que hay que hacer” para poder comprar una licencia. Rakel, por su lado, lo achaca a las muchas horas que hay que trabajar, ya que “en un hogar familiar la primera que se reduce el horario normalmente suele ser la mujer”.
Todas tuvieron dudas antes de lanzarse a una inversión como la de comprar una licencia. “El primer año bajé cuatro kilos del nudo que tenía en el estómago”, recuerda Rakel. Edurne habla de los miedos por si podría “hacerse cargo de todo”. Eso sí, “una vez ya estás dentro no puede haber dudas, tienes que darle la vuelta”.
Las tres coinciden en que, en muchas ocasiones, son otras mujeres las que ponen la zancadilla a las demás. Por ello, Sandra cree que “en el momento en el que nosotras, como mujeres, maduremos y en nuestra cabeza la compañera no sea una rival, y sí una más, seremos imparables”.