El cactus de la calle Xabier Lizardi de Errotaburu, que alcanza la altura del segundo piso, tiene los días contados. La obra de rehabilitación de las fachadas del edificio convierte el llamativo ejemplar en una planta molesta para la tarea, para tristeza de muchos vecinos.

Entre quienes han empezado a echar de menos el ejemplar se encuentra Maite Solorzano Bilbao, que lo plantó en el jardín comunitario hace 30 años. “Lo traje de Amara cuando me mudé aquí, tras quedarme viuda. Me lo habían regalado muy chiquitito, pero cuando lo traje a Errotaburu ya había crecido dos palmos o así”, explica la vecina. Una vez en su nuevo barrio, y tras plantarlo en el verde situado junto a la fachada, reconoce que no ha hecho gran cosa por mantenerlo ya que el cactus “se cuida solo”.

Eso sí, cuando alcanzó el primer piso le preguntó a su vecina de arriba si le molestaba. “Me dijo que no, que le gustaban escuchar los pajaritos que se acercaban a él”, explica. Ahora, la planta llega ya al segundo piso y uno de sus grandes tallos sigue hacia arriba por la fachada junto a una tubería de recogida de aguas.

Muy fotografiado

La donostiarra, que en su juventud trabajó como costurera de Balenciaga, reconoce que le gustan mucho las plantas y tiene aloes y otras especies en el interior de su hogar. Dice con orgullo que está segura de que “este cactus será de los más fotografiados del mundo porque mucha gente se para a hacerle fotos”. “ Sobre todo –añade– cuando echa las flores, grandes y blancas”, algo que le tocará pronto, según vaticina.

Cuando hay viento, la planta se balancea de un lado a otro, pero siempre vuelve a su lugar. “Se mueve como si fuera blanda”, dice, y aunque alguna vez ha temido por su estabilidad, siempre ha vuelto a erguirse. 

Además, recalca, “es un cactus comestible y han llegado a venir personas por la noche con varas para hacerse con los frutos”. La donostiarra llegó a probar el fruto que, según relata, es rojo por fuera y blanco con semillas negras en el interior, como las frutas del dragón o pitayas, que se ven ya en algunas fruterías. “Era muy dulce, pero luego no me atreví a tomar más, me daba cosa, pero sí que es comestible”, recalca.

Cactus de Errotaburu, que llega hasta el segundo piso del edificio. Ruben Plaza

En estas tres décadas de vida, además, el cactus ha sido mutilado en más de una ocasión por personas que han querido contar con ejemplares similares en sus hogares o jardines. “He llegado a decirles algo a algunos, porque quedaba luego una herida muy fea y podía quedar afectado”, lamenta la vecina.

Distintos tipos de frutas cactus comestibles

Obras

Solorzano admite que las obras de la fachada que afectan a su edificio, con el portal en la plaza de Astigarraga, y el veterano cactus pueden ser incompatibles, pero no se ha opuesto a su retirada. Dice comprender la situación y, además, “me quito una responsabilidad”, señala.

Sin embargo, se ha puesto en contacto con Parques y Jardines del Ayuntamiento por si la institución pudiera hacer algo con el ejemplar, según explica, aunque no sabe qué decisión tomará.

Fuentes municipales consultadas por NOTICIAS DE GIPUZKOA recordaron que el terreno es particular, aunque los servicios municipales cortan el césped y lo mantienen desde hace nueve años, pero no cuentan con un lugar adecuado para recolocar el cactus, por lo que todo indica que una vez borrado del paisaje de Errotaburu no se trasladará a otro lugar.

Maite Solorzano Bilbao no conoce exactamente a qué especie pertenece su cactus, aunque sus investigaciones por Internet apuntan a que es habitual en el desierto mexicano. El cereus peruvianus es, según las imágenes consultadas, uno de los que más se parecen a la planta de Errotaburu.

Trabajadores recolectan pitaya en el poblado de Techaluta, estado de Jalisco (México). Francisco Guasco/Efe