¿Cómo fue la integración sociolingüística de la población inmigrante que llegó a Altza entre 1950 y 1970? Soziolinguistika Klusterra ha realizado un estudio en el que ha recogido las “experiencias, vivencias, opiniones y actitudes” respecto al euskera de las personas llegadas a Altza desde distintos puntos del Estado.

Además, también pretende poder hacer uso del conocimiento adquirido a través del estudio para “aumentar la presencia del euskera en las migraciones actuales”.

A lo largo de 2022 y 2023 el equipo encargado de este estudio cualitativo se valió para realizarlo de las entrevistas en profundidad y los grupos de debate. Las conclusiones pueden consultarse en la web de Soziolinguistika Klusterra.

Belen Uranga ha liderado este grupo que ha trabajado por encargo del Ayuntamiento de Donostia, más en concreto de la Junta del Distrito Este.

Esta investigación ha pretendido aproximarse a la experiencia de quienes migraron en torno a los 60 y de la segunda generación, ya nacida en Donostia, pero también de quienes vivían en Altza y tenían el euskera como lengua madre y la siguiente generación de este grupo.

De este modo se ha avanzado en la vía de conocer qué lugar ocupa “en la integración social la integración sociolingüística”.

Son muchas las variables que influyen, pero Uranga las resume. “Una persona que migra no siempre tiene en cuenta qué idioma se habla en el lugar al que llega, a veces no puede pararse a pensar en ello. Pero otras veces sí tiene peso, y valora migrar a un lugar donde se habla el idioma que domina”.

“El repertorio de cada persona y del lugar al que llega influyen. Si la persona habla uno o más idiomas, si en lugar al que se llega hay dos idiomas pero uno tiene más peso que el otro, si no es así...”, apunta como ejemplos Belen Uranga.

En este estudio, en concreto, tiene mucha importancia el hecho de que todas aquellas personas que llegaron desde distintos puntos del Estado “conocían uno de los dos idiomas que se hablaba aquí: el hegemónico”.

En aquel tiempo la posición del euskera era de mayor debilidad y desde el punto de vista etnolingüístico ante la masiva llegada de migración castellano hablante “la comunidad lingüística del lugar se vio atacada”. “Es algo normal, por fuerza de la demografía”, añade.

Aunque en aquella época sí existía en Altza una comunidad euskaldun, el peso del castellano era muy grande y el euskera se hallaba “muy lejos de la oficialidad”. “La comunidad que hablaba en euskera tenía una sensación de hallarse marginada”, destaca Uranga.

El estudio ha recogido “las experiencias, opiniones y actitudes” respecto al euskera de las personas llegadas a Altza en los 60

En la primera fase de la socialización de la población migrante, “apenas se dio contacto” entre las dos comunidades que sentían, en ambos casos, que “se movían en mundos muy diferentes”.

Llegaron conociendo el idioma hegemónico y “no tuvieron problemas por no saber euskera”. 

En aquella primera fase la población euskaldun de Altza asegura haber sentido una sensación como de aluvión, “de inundación”. Pero, al mismo tiempo son conscientes de que quienes llegaron eran “tan pobres como ellos”, incluso vivían una situación “más dura” que la suya, por lo que no les atribuyen la responsabilidad de tal coyuntura. 

Las relaciones entre ambas comunidades comenzaron más tarde, pero aquella primera etapa fue dura para quienes vivían en Altza y para quienes llegaron.

Si en 2024 se les pregunta qué recuerdos tienen, se observa que “probablemente el tiempo ha propiciado que aquellas vivencias duras se perciban con menor dureza”.

Sin problemas en la integración laboral

Pero realizan un relato muy claro. En el camino de la “integración laboral” tienen la sensación de haber llevado a cabo un proceso exitoso. En ese ámbito tampoco tienen problemas por no conocer el euskera, que en aquel entonces no tenía presencia en el mundo laboral, “no lo necesitaban”.

Tampoco en el colegio les hacía falta, porque las clases se impartían en castellano y las relaciones que se establecieron se desarrollaron en este idioma, también con los niños y niñas vascoparlantes.

El cambio llega después, en tiempos de la Transición, con la aparición de movimientos sociales y movimientos en favor del euskera. “La unión de ambas comunidades llega más de la mano de la socialización cultural que del ámbito político o laboral, donde no necesitaban el euskera”.

La comunidad inmigrante comienza a mostrar interés por el euskera por la vía de esa cultura que se renueva a través de los movimientos sociales.

En torno a la década de los 80, entre otros movimientos, en Altza tuvo gran importancia el generado en torno a la creación de la ikastola. Ese movimiento, entre otros, “unió a unos y los otros”. La población migrante comienza a observar que conocer el euskera “puede ser interesante para sus hijas e hijos”.

Hay un proceso en el que van asumiendo el valor simbólico del euskera. Por ejemplo, subraya Uranga, comienzan a poner a sus hijos e hijas nombres en euskera, a las sociedades que crean les ponen en muchos casos nombres en euskera, etc.

Son conscientes de que sus hijas e hijos necesitarán conocer el idioma, le dan valor desde el punto de vista cultural. “Pero hay un pero”: no consideran que sea necesario para ellos, para esa primera generación.

Pese a todo, “cuando hablamos del desarrollo de las políticas lingüísticas no hemos recogido opiniones contrarias. Aceptan que es importante preservar el idioma y propician que sus hijos e hijas lo aprendan, pero ellos no se ven aprendiéndolo”, abunda.

Para facilitar la integración cultural, destaca el estudio, hay que “facilitar el acceso a la cultura autóctona”. En este caso es imprescindible hacer uso de “canales de dos sentidos” que permitan tender puentes.