¿Qué sintió cuándo le dijeron que había conseguido el galardón?

Me quedé muy sorprendido y pensaba que era una broma. Primero, hablaron con mi hijo en la tienda, pero no me dijo nada, así que cuando me llamaron fue una sorpresa enorme. Mi mujer no paraba de decir que tenía que ser una broma. No fue hasta que pasó un rato hasta cuando dijimos que sí que tenía que ir en serio. Yo sigo sorprendido, la verdad.

E imagino que también agradecido, ¿no?

Sí, sí, muy agradecido, porque cómo iba yo a pensar que alguien me querría dar un premio así. Estoy tan sorprendido que sigo sin creérmelo. Pero, bueno, lo acepto encantado.

Es un premio que reconoce su servicio y la labor que hace el pequeño comercio en la ciudad, ¿verdad?

Si miro para atrás son muchos años. Primero estuve 21 años en un comercio en la calle Narrika hasta que se cerró y luego monté con un compñaero otro negocio en la calle Fermín Calbetón. Estuvo conmigo cinco años hasta que se fue y me quedé solo con la tienda. Allí he estado 53 años, hasta que me jubilé. 

Es mucho tiempo. 

Muchísimo. Son tantos recuerdos... Me siguen felicitando a pesar de que ya no voy a la tienda. Me han traído un ramo de flores, así que se ve que la gente ha estado muy bien conmigo. Son tantos años que la gente ya son amigos.

Son muchos años, además, sin salir de la Parte Vieja.

Empecé con quince años y dentro de dos meses voy a cumplir 89 y no he salido de allí. Llevo tanto tiempo que soy muy conocido. 

¿Ha cambiado mucho el negocio y la propia Parte Vieja?

Mucho. He visto pasar a varias generaciones por la tienda y han pasado tantas cosas que, cuando pienso, digo ¿y ahora qué? En los últimos años ha entrado en la Parte Vieja mucha gente de fuera, pero no duran mucho. El barrio está cambiando de una manera increíble. Antes, los comercios llevaban años y años y ahora en poco tiempo desaparecen. 

En su caso, su hijo ha querido seguir con el negocio.

Sí. Sigue y ya tiene la lección bien aprendida. Creo que va a estar tantos años como yo (risas). Sigue la marcha y estamos muy contentos.

¿Ya no ayuda en la tienda?

Hasta el año pasado sí, pero ya no. Me dijo mi hijo que mejor me fuera para que siguiéramos por el buen camino (risas).

¿Le costó irse?

Claro, no me lo podía creer. Yo estaba muy a gusto, pero bueno, también pasa el tiempo y tengo una hernia discal que no la puedo curar. Es lo que me ha quitado un poco el ánimo, porque sino yo habría seguido hasta que Dios quisiera.

¿Cómo ha sido el trato con los vecinos en estos años?

Muy bueno. Los mejores recuerdos los tengo de gente que ya no está. Han pasado muchos clientes que se han ido y su recuerdo es algo que me llevo y que nunca olvidaré. Gente maravillosa.

¿Cómo suele celebrar el Día de San Sebastián?

Antes, cuando era más joven, tenía mis amistades y salíamos. Ahora, también las tengo, pero las cosas van cambiando con los años y ya no celebramos. Fui fundador de la sociedad Eiztari etxea, pero también he tenido que dejar de ser socio. Hicimos una reunión en un bar de Amara varios voluntarios y fundamos la sociedad. 

Por lo tanto, celebraba allí este día.

Sí, allí nos lo pasábamos muy bien. También íbamos a diferentes restaurantes de la Parte Vieja.

¿Este año piensa celebrar la Medalla de algún modo?

No, ya no salgo (risas). Iremos a ver la tamborrada infantil y, todavía no sé si iremos a ver alguna de adultos. La Parte Vieja para mí ya es más que mi casa (risas). Llevo toda la vida aquí metido.