Una ginkana para que las personas mayores saquen más partido al móvil
Haciendo uso de la metodología del aprendizaje activo y con un juego de pruebas, Nahia Uranga y Aitor soroa han trabajado con personas mayores para que hagan un mejor uso de su teléfono
Nahia Uranga y Aitor Soroa han impulsado el proyecto AktibaTek, con el que pretenden contribuir a reducir la brecha digital con las personas mayores, empoderando a éstas en sus capacidades digitales.
¿Cómo? Haciendo uso de la metodología de aprendizaje activo y con una fórmula muy atractiva, un juego de pruebas o ginkana que, pese a las diferencias en el nivel de conocimiento, ha servido para desarrollar un trabajo en común con las personas participantes.
Uranga y Soroa son dos jóvenes de 21 años estudiantes del grado oficial en Liderazgo Emprendedor e Innovación (Leinn) de Mondragon Unibertsitatea, grado que Uranga sigue cursando pero del que Soroa se ha descolgado.
El programa se ha desarrollado con la colaboración del colectivo Izarbide y se ha impartido en la sede de la Asociación de Jubilados y Pensionistas Erdialde. Los resultados, al menos para sus jóvenes promotores, han sido más que satisfactorio.
Y, al parecer, tras la encuesta de satisfacción que realizaron a las personas participantes, también para ellas la experiencia resultó grata.
Dos son las sesiones que han planteado, de momento, estos jóvenes que han desarrollado su iniciativa enmarcada en el programa Martx Up!, impulsado por Donostia Gazteria y dirigido a jóvenes donostiarras de entre 18 y 30 años con el objeto de fomentar “la creatividad, el autoempleo y la mejora de la ciudad”.
“Cuando nos surgió la oportunidad de presentarnos al programa nos pareció interesante”, explica Soroa. Dicho y hecho. Tomaron parte en unos módulos para diseñar el proyecto, “con la ayuda de un mentor”, y consiguieron darle la forma definitiva. Profundiza Uranga en el modo en el que, poco a poco, AktibaTek fue tomando cuerpo gracias también “a la red de contactos que pusieron a nuestra disposición”.
Estos talleres digitales se han llevado a cabo a través de Izarbide en Erdialde, que dispone del espacio suficiente para ello y que, además, cuenta con la infraestructura necesaria al llevar un tiempo impartiendo “talleres digitales”.
“El primer taller, que planteamos al estilo de un scape room, salió muy bien”, añade Soroa. “Básicamente consiste en un número de pruebas lineales que tienes que ir superando de una en una para seguir”, explica.
“El objetivo es que lo que se aprende en las clases teóricas con el profesor de informática, lo apliquen de forma más práctica y lúdica fuera del aula”, destaca Uranga.
Lo que Uranga y Soroa hacen, una vez se les transmite el contenido de las clases, es diseñar las pruebas en las que se pueden aplicar esos conocimientos.
En concreto, les ha tocado diseñar pruebas relacionadas con clases de WhatsApp, videollamadas y gmail. “Son seis clases y nosotros entramos en la última para rematar”, abunda Uranga.
Las pruebas se desarrollan en una sesión que dura en torno a 50 minutos.
El inicio de la prueba tenía poco de tecnológico. Se les ponía un puzzle que al juntar sus piezas mostraba los número de los móviles de Uranga y Soroa, el teléfono de cada uno de ellos asignado a un grupo.
La iniciativa se plantea con “una serie de pruebas lineales” que los participantes deben superar para poder seguir avanzando
Este era el teléfono de partida para añadir contactos y poner nombre a un grupo de WhatsApp. “Al ser un trabajo grupal, se ayudaban los unos a los otros, porque no todas las personas tienen el mismo nivel y lo que algunas ya saben hacer, a otras se les antoja complicado”, abunda Soroa.
Una vez creado el grupo, que Uranga reconoce que “costó un rato precisamente porque algunas personas sabían bastante y otras nada”, los dinamizadores les enviaban un mensaje con una imagen que tenían que identificar.
Al estar Erdialde ubicado en las proximidades de la Plaza de Gipuzkoa (en la calle Idiakez), el elemento que tenían que reconocer y al que se tenían que acercar estaba situado en esa emblemática plaza donostiarra.
Una vez allí tenían que sacar una fotografía del citado elemento, adjuntar el archivo y enviarlo al grupo.
La última prueba era realizar una videollamada grupal “en la que nos conectamos todos y todas”.
Esta experiencia les ha demostrado que entre las personas mayores “hay interés por aprender. Nadie les obliga a apuntarse”.
“Al principio reaccionan con un poco de temor, porque no saben, pero al acabar la experiencia les pasamos un cuestionario y la valoración fue muy positiva”, asegura Soroa. “Se les empodera en esta materia”, incide Uranga.
Los resultados del segundo taller fueron, asimismo, muy positivos. Se adaptaron las pruebas a la materia que se ha ido dando los últimos meses. En esta ocasión, asegura Uranga, quedaron más en evidencia las diferencias de ritmo entre distintos grupos y que, en algunos casos, se había asumido la teoría pero resulta difícil traducirla a la práctica. Pese a todo, la ginkana les ayudó a avanzar.
Una experiencia "muy guay"
La experiencia para estos jóvenes ha sido “muy guay”. “Son súper amables y súper agradables y ver en la asociación gente joven les ha hecho hasta ilusión”, asegura Soroa.
“Les encanta contarnos sus historias tanto o más que el propio taller. Les gusta estar con nosotros y charlar con nosotros”, afirma Uranga, que se muestra muy satisfecha por la experiencia.
“Menos alguno que se ha puesto algo casquetoso, tenían mucho interés por aprender y aceptaban muy bien las explicaciones”, destacan.
“Me ha sorprendido lo abiertos que estaban a aprender”, subraya Aitor Soroa. A Nahia Uranga, la experiencia le ha servido para tomar conciencia de que “necesitan una ayuda para aprender, porque desconocen las posibilidades que hay”.
“Para ellos es cada vez más necesario disponer de estas herramientas. Lo que nos comentaban es que querían estar en contacto con sus nietos, mandarles fotografías, vídeos, etc. Nos enseñaban a sus nietos”, recuerda Soroa. “Son conscientes de que si no aprenden estas cosas se quedan en cierta manera fuera, que no se enteran”, añade.
Pero, puntualiza Uranga, “hay personas que no tienen ni hijos ni nietos y es satisfactorio ayudar a que sean más independientes en este sentido”. “A veces les parecía un mundo el pulsador de Google”, apostilla.
“Cuando aprenden algo les alegra, se muestran muy agradecidos. Además, el ambiente que se crea es muy familiar”, asegura Uranga.
“Nosotros estamos encantados”, afirma Soroa. En el apartado de aspectos a mejorar, destaca la diferencia de ritmos. “Es muy difícil hacer tabla rasa, porque no todas las personas están al mismo nivel”, inciden estos entusiastas jóvenes.
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