El proyecto Ahotsak se enmarca en las actividades que resultaron elegidas desde Etorkizuna Eraikiz para recibir financiación y ha sido impulsado por el Ayuntamiento de Donostia, que ha encargado su desarrollo al Grupo SSI (Servicios Sociales Integrados), junto a Aptes y con el apoyo técnico de Prometea S.L. Este proyecto da voz a las personas usuarias de los hogares de mayores para que su oferta se adapte a necesidades y realidades diversas y cambiantes.

Y es que, tal y como se recoge en el borrador de la memoria del proceso realizado en los hogares de mayores Intxaurralde (Intxaurrondo) y Varona (Altza), estos centros “son uno de los muchos espacios que se están viendo impulsados al cambio y la transformación” ante “nuevas formas de vivir y entender el proceso de envejecimiento”.

Martín Zuñiga, de Servicios Sociales Integrados (SSI), explica que el proyecto parte de una reflexión acerca del modelo actual de participación para las personas mayores, ya que se ha evidenciado que, en ocasiones, muestran claras dificultades “para dar respuesta a la gran diversidad de necesidades que las diferentes personas mayores tienen”.

No vale el café para todos. Las diferencias entre las personas mayores, más allá de la edad, las marcan sus trayectorias vitales, su estado físico o cognitivo y otras variables. De ahí que sea necesario articular herramientas para avanzar “en la participación de distintos perfiles”.

Según se señala en el borrador que recoge el proceso del estudio, “el modelo tradicional de los hogares parece seguir siendo válido para un grupo de personas mayores, de edad más avanzada”. Pero hay otro grupo, de mayores más jóvenes, que los percibe alejados de sus intereses y necesidades. Las personas del baby boom “están transitando hacia la jubilación”, y la forma en la que enfrentan su retiro “poco tiene que ver con la de sus antecesores”.

Parece pues pertinente plantear esa reflexión con el objeto de poder contar con equipamientos que “integren toda la diversidad existente”.

Este proyecto se sustenta en el trabajo realizado por el Grupo Motor Ampliado de Donostia Lagunkoia, que desde 2106 participa en la iniciativa denominada Hacia unos hogares de jubilados/as más amigables en Donostia.

En la imagen, una de las sesiones en el Hogar de Mayores de Varona, Altza | FOTO: N.G.

Ahotsak pretende dar respuesta a preguntas como: ¿son nuestros hogares y asociaciones atractivos para la participación de diferentes generaciones de personas mayores?, ¿qué función deben cumplir las asociaciones de personas mayores en nuestra sociedad?, ¿cómo podemos abrir los hogares a la ciudadanía y conectarlos con otras dinámicas y recursos comunitarios?, o ¿nos sigue valiendo este modelo de participación?

Begoña Calleja (SSI), que trabaja prestando apoyo técnico a los hogares de mayores, explica que la idea era trabajar en las diferencia, pero prestando especial atención “a las personas más frágiles y vulnerables”, para “que no sientan que tienen que dejarlo porque no es para ellas”.

Para ello, apunta Martín Zuñiga, se han llevado a cabo tres sesiones presenciales en los hogares de mayores Intxaurralde y Varona, una tarea en la que la trabajadora social del Ayuntamiento Itsaso Arzelus ha actuado de enlace aunque, apuntan, “estamos coordinados todo el rato”.

Las juntas directivas fueron las encargadas de convocar a los grupos, intentando que estuvieran representados distintos perfiles. “Queríamos que los grupos fueran estables, que participaran, en la medida de lo posible, en todas las reuniones”, abunda Zuñiga para, en primera instancia, realizar un “diagnóstico” y, después, recoger propuestas de mejora y evaluar cómo materializarlas.

“Ese fue el primer reto, conseguir esos grupos”, afirma Calleja.

A partir de las aportaciones y las inquietudes recogidas en estas sesiones, se han ido definiendo “propuestas sencillas que se pueden poner en marcha a corto plazo”, dice Calleja.

“Sobre los hogares hay unas ideas que no corresponden a la realidad, porque lo cierto es que llevan muchos años en constante transformación”, afirma Begoña Calleja.

Desde enero

Pero, añade, lo cierto es que el colectivo de personas mayores es “cada vez más amplio, tanto en número como en diversidad y necesidades” y en los hogares se trabaja con una convivencia entre distintas realidades. El proceso comenzó en el 24 de enero en los dos hogares de mayores participantes, centros con realidades muy diferentes. “Son muy distintos y es lo que se buscaba”, destaca Itsaso Arzelus.

Intxaurralde es un hogar en crecimiento que desde el cambio de ubicación ha pasado de tener 260 socios a cerca de 600, duplicando la oferta de actividades. En cuanto a la edad, el 65,4% de las personas socias tienen entre 68 y 82 años.

Varona es un hogar mucho más pequeño, con necesidades distintas y un grado de involucración por parte de los socios también diferente. En este caso, el grupo mayoritario por edad es el que va de 73 a 87 años, la población de mayores está “más envejecida” que en Intxaurrondo. El caso de Intxaurralde, informa Calleja, es un poco especial porque, “además de la junta, tiene un equipo de engranajes, de personas que colaboran y que se ofrecen a colaborar”, algo que no se da en igual medida en Varona.

De los encuentros en Intxaurralde se extrajeron diversas conclusiones y propuestas de mejora, pero una, la que tenía relación con la acogida, fue sobre la que más se insistió y sobre la que se está trabajando.

Pese a que las personas que participaron en el proceso consideran el hogar una “comunidad acogedora en la que es fácil integrarse” y hacer amistades, creen que se puede mejorar en “cómo contar lo que somos”, señalan, ya que perciben que los nuevos socios “desconocen lo que es un hogar”. “Mucha gente se acerca pensando que es un lugar donde se les ofrecen cosas y es mucho más. Por eso se ha trabajado en el qué somos”, abunda Calleja.

Para ello se planteó un ejercicio, el de vivir la experiencia de la persona que se acerca por primera vez al hogar realizando el recorrido que haría en el mismo y emulando lo que vería o sentiría, frente a lo que le gustaría ver, oír o sentir.

Mejorar la señalética o la accesibilidad fueron algunos de los aspectos que se recogieron.

“Han compartido qué era importante para ellos y ellas. Porque tenían miedo a perder su esencia al haber crecido tanto”, asegura Arzelus.

En la actualidad se está elaborando, de forma muy gráfica una especie de guión para aplicarlo en las acogidas, que podría ser también válido para otros centros.

En las sesiones de trabajo realizadas en Varona, en el barrio de Altza, pese a que el “ambiente es bueno y la dinámica es positiva”, el desarrollo de alguna iniciativa se perfila como más complicado. Y es que, habiendo gente dispuesta a “colaborar”, dicha colaboración se centra en “cuestiones instrumentales como limpiar, recoger sillas, etc.” Entre las propuestas recogidas se halla generar espacios que favorezcan la “crítica constructiva”.

Pese a todo, se ha conseguido que sean más quienes se comprometen, por ejemplo, en la decoración del centro en Carnavales u otras fechas señaladas, tareas que antes asumía casi de forma exclusiva algún miembro de la junta.

Como colofón a todo el proceso se organizó una reunión con representantes de todos los hogares de mayores de Donostia para informar de su contenido.

Pero, puntualiza Zuñiga, “el proceso de escucha” por parte del Ayuntamiento es constante y “ni empieza ni termina aquí”.

“Ha sido muy interesante para todos porque ha significado parar y pensar juntos. Ha resultado muy enriquecedor participar”. Porque las personas “se han sentido escuchadas y se han reconocido en lo que iba saliendo en las sesiones”, asegura Calleja.

Además, este proceso ha servido para “descargar” de cierto peso a unas atareadas juntas.

Este proceso ha dejado bien claro, una vez más, “que en Donostia no puede funcionar un modelo único de centro”. “Cada barrio tiene su perfil y sus necesidades. Unos necesitan muchas actividades y otros, porque su población es muy mayor, necesitan lo que es un salón de casa para hablar y estar”, subraya Itsaso Arzelus. La comunicación ha resultado “fluida” en todo el proceso, aunque las conclusiones hayan sido muy diferentes. “Los resultados los han hecho muy suyos”, abunda.

Un proceso finalizado

Ahotsak es ya un proceso finalizado al que le queda la aplicación material de algunas de sus conclusiones. “Este es un proyecto que contaba con financiación de Etorkizuna Eraikiz y no tiene sentido repetirlo. Pero para quienes trabajamos con los hogares, nos va servir mucho en las reuniones de coordinación, porque han salido temas que podemos trabajar de forma conjunta”, añade Calleja.

Ahotsak es casi un acta del cambio “en el paradigma del envejecimiento”, en el que no es todo “envejecimiento activo”, hacer cosas y más cosas. “Hay una transformación importante que pasa por avanzar hacia la vida plena, proyectos vitales. Cambiar el chip es complicado, pero todo el mundo siente que se encuentra mejor no solo haciendo cosas, sino escuchando, apoyando y colaborando, con un entorno social y relaciones buenas”, incide Calleja.

El cambio es constante en los hogares de mayores. Se ve incluso en el uso de las nuevas tecnologías, que hace unos años apenas tenían presencia, incluso asustaban, y que hoy se hallan plenamente integradas incluso con un soporte específico (www.lagunet.net), que suma una herramienta de gestión a una web informativa.