Con un total de cuatro orejas, dos de ellas para el mexicano Leo Valadez, se saldó ayer la segunda corrida de la feria de Donostia, en la que el agradecido público donostiarra quiso premiar con generosidad la cantidad, más que la calidad, de los muletazos de la terna.

La corrida se alargó más allá de las dos horas y media porque, aparte del parón de quince minutos para reparar un ruedo que sigue en pésimo estado, los tres espadas se alargaron excesivamente ante una corrida de Juan Pedro Domecq que, muy manejable pero sin transmisión, les dejó porfiar en busca de esos “amables” trofeos.

El mexicano Valadez, sin mayores argumentos que sus compañeros, fue quien lideró finalmente el “marcador” gracias también a la generosidad del presidente, que concedió y negó orejas sin un criterio definido.

Al más joven de la terna le dio ya una tras tumbar de un feo bajonazo al tercero, al que hizo un airoso quite por zapopinas y banderilleó sin precisión alguna antes pasarle de muleta en una faena de escaso mando, ligera y bullidora, que tuvo sus mejores momentos cuando el de Juan Pedro, pronto y con movilidad, se fue atemperando.

Más justificación tuvo el trofeo que Valadez paseó del sexto, al que banderilleó aún peor pero al que llevó más templado, ayudándole a recuperarse de un fuerte golpe contra las tablas al comenzar el último tercio. Gracias a eso, el mexicano logró sacar de nuevo a flote la nobleza del toro incluso para gustarse en varios naturales.

En cambio, Ginés Marín tuvo que conformarse con una sola oreja a pesar de haber realizado la labor más solida en conjunto, básicamente por la facilidad que aplicó para mover a un segundo de escasas fuerzas y desganada embestida, al que cortó el primer trofeo de la sesión.

Y en ese mismo aire se mostró el extremeño ante la aspereza de un quinto muy frenado y que punteó con geniecito, pero al que no dejó nunca alcanzar la muleta en una labor tesonera para cortar ese segundo trofeo que la presidencia no quiso conceder a pesar de la petición mayoritaria.

Toro noblote

Cayetano, por su parte, tuvo altibajos, con momentos de temple y gusto mezclados con otros de cierta ligereza y escasa convicción, como le pasó con un primero noblote pero que se movió calamocheando a falta de mayor suavidad en el trazo de los pases.

La suerte le compensó luego con la calidad del cuarto, que repitió con muy buen son sobre todo por el pitón derecho, por donde el torero dinástico, aunque asentado, no siempre se acompasó con él, para llevarse la oreja gracias a los adornos finales de una larga faena rematada de una estocada caída pero fulminante.

La segunda corrida de abono de la Semana Grande donostiarra contó con algo más de un cuarto de entrada en los tendidos (unos 3.000 espectadores).

Los seis toros de la corrida fueron de Juan Pedro Domecq, de desigual volumen y alzada, sueltos de carnes y de poco aparato en las cabezas, que, medidos de raza y justos de fuerza, dieron un juego manejable en general, aunque faltos de clase, salvo el cuarto, que tuvo un excelente pitón derecho.

Cayetano salió de salmón y oro: pinchazo y estocada tendida (ovación); estocada caída (oreja). Ginés Marín se vistió de azul azafata y oro: estocada trasera (oreja); estocada desprendida delantera (vuelta al ruedo tras petición de oreja). Leo Valadez toreó de cian y oro: pinchazo y bajonazo (oreja); estocada delantera (oreja).

Entre las cuadrillas, saludó Rafael Viotti tras banderillear al quinto y Pedro Geniz cuajó un gran puyazo al cuarto.