- Cuatro socios decidieron poner en marcha en plena Parte Vieja de Donostia un negocio de hostelería. El proyecto fue tomando forma, pero como todo requiere sus plazos para cuando fueron a levantar la persiana llegó el primer confinamiento.

"El 12 de marzo firmamos el contrato y un día después nos mandaron a casa a todos. Ya intuíamos que venía algo muy gordo", apunta Iñigo Ibáñez, uno de los socios de Kapadokia, en la calle Pescadería.

El establecimiento nació con ventajas y desventajas. Las ventajas, explica Ibáñez, es que ya echaron a andar sabiendo cuáles eran las condiciones a las que se tenían que enfrentar, con un equipo integrado por los socios con el fin de no tener que redimensionar la plantilla.

"Hemos tenido que estar reinventándonos en cada ola. Aunque somos conscientes de que tenemos que aportar lo que podamos para que esto acabe, es verdad que es muy frustrante que sea nuestro sector el que lo pague todo. Si tenemos que cerrar, cerramos, pero necesitaríamos un mayor respaldo", añade Ibáñez, el socio que se encarga de las cuentas tras formarse en Administración y Dirección de Empresas en la Universidad de Deusto.

Un cocinero formado en el Basque Culinary Center y otros dos socios con amplia experiencia en la hostelería completan el equipo de Kapadokia, un establecimiento que inicialmente estaba pensado para funcionar más como un bar de pintxos singulares y que ha tenido que adaptarse a las exigencias.

"Lo pensamos todo, a nivel de mobiliario, para que el espacio nos ofreciera flexibilidad. Tenemos un bar híbrido, que a la hora de comer funciona de una forma y tras la sobremesa, de momento hasta las 20.00 horas, funciona muy bien con las copas", abunda.

Ibáñez asegura que desde el inicio Kapadokia ha sido una propuesta pensada, principalmente, para la clientela autóctona y para que esta "lo pase bien".

"Tomamos todas la medidas de seguridad necesarias, pero prestamos atención a otras muchas cosas, como la música, para cambiar del ambiente de comidas al de copas. La gente necesita disfrutar y nos agradece el buen rato que pasa", apunta.

Porque, asegura, la respuesta de los y las donostiarras ha sido muy buena. "Somos un equipo joven que nos hemos movido mucho y nos conoce mucha gente, aunque esto también conlleva una responsabilidad y tenemos que responder", apostilla el que es uno de los fundadores del Kapadokia.

Desde su génesis, el proyecto quería huir de la propuesta de "repartir un plato" para coger los pintxos. "La gente demandaba un espacio local, con servicio extraordinario y un buen producto. Éramos conscientes de que había clientela a la que le daba pereza bajar a la Parte Vieja por el turismo y quisimos darle la vuelta, con un marketing analógico, no digital, invitándoles a venir", incide Ibáñez.

En el Kapadokia, asegura, además de "comer realmente bien, la gente se lo pasa realmente bien", algo que en las circunstancias actuales es muy de agradecer. "Intentamos cuidar el detalle", explica.

Con cuatro o cinco platos para poner al centro, el proyecto pivota en la conjunción de estos con una completa carta de pintxos.

La entrada de Donostia en la lista roja afecta, y mucho, al Kapadokia, ya que pese a que la comida es un eje principal del negocio, las copas de la tarde lo son también, oferta que prácticamente desaparece si se limita el horario de servicio en el interior de local.

Pese a todo, el equipo que lidera Kapadokia sigue esperanzado y con ganas de activar todo su arsenal.