resultaba difícil encontrar ayer en Donostia un rincón en el que el perfume característico no fuera el aroma a txistorra. Y es que este manjar porcino retorna cada año el 21 de diciembre para anular cualquier competencia en la mesa de los donostiarras.

Es el día de Santo Tomas una jornada en la que cada cual va buscando el puesto en el que encontrar un conocido o ayudar a sufragar el viaje de fin de curso de algún hijo, sobrina o vecino. Para ello la receta no puede ser más sencilla: txistorra y vino o, al que no le guste el almíbar de la uva, sidra.

Decidido el menú y visitado el puesto de compromiso, toca ir de aquí para allá mirando dónde se puede comer y beber de forma más económica. Los precios variaban de un puesto a otro, aunque también el tamaño de los pintxos. Se podían encontrar a 1,5 euros, a 2 e incluso a 2,5 euros. En los bares la competencia era mayor y los había a 0,80 euros.

Pero en Santo Tomás hay un producto que empieza a encabezar el ranking de preferencias de donostiarras y visitantes, el talo.

En cuestión de talos cualquier teoría vale. Cada año aumenta el número de puestos que ofrecen este producto, relleno de txistorra, panceta, queso y también chocolate, para los más golosos. Se anuncian como aptos para celíacos y se propone combinar ingredientes.

La guerra de precios está garantizada. Ayer en Donostia se podían encontrar talos entre 4 y 8 euros, según el número de ingredientes que se utilizaban y el puesto en el que se vendían. Resultaba curioso observar que en algunos las colas daban la vuelta a la esquina mientras en otros se llegaba al mostrador sin problemas. La respuesta al misterio es difícil de encontrar.

Aunque el traje de baserritarra era el uniforme de casi todos los que atendían detrás de las barras, también hubo espacio para las excepciones y hasta se hallaba algún payaso friendo txistorra.

variación Tanto en la plaza Gipuzkoa como en el resto de escenarios festivos se podían encontrar puestos de todo tipo, aunque destacaban los de dulces. La nómina de delicias era larga, desde pastel vasco a miel, pasando por rosquillas de anís y pastas varias.

Quesos, patés, embutidos diversos, mermeladas, licores... Quien ayer se paseó por las calles de Donostia pudo llenar la despensa con productos autóctonos.

La feria de Santo Tomás fue, una vez más, una excusa perfecta para compartir un buen rato con los amigos y degustar un surtido de alimentos que sabe a Navidad.