Gargantas para la Virgen
la basílica de Santa María, a reventar en la celebración de la misa de la salve
EL Orfeón Donostiarra llenó ayer de nuevo con sus cantos a la Virgen la Basílica de Santa María del Coro en la tradicional misa de la Salve de la Semana Grande. En esta ocasión, el acto contó también con la presencia del Orfeón Txiki.
La celebración comenzó a las 19.30 horas, pero la Basílica se llenó mucho antes. Media hora antes de que el acto comenzara, mientras se celebraba aún la misa previa, la puerta del templo religioso estaba a rebosar y costaba mucho entrar. Dentro, todo estaba lleno.
Los numerosos donostiarras que acudieron a la Salve se pusieron sus mejores galas para la ocasión. La mayoría de la gente que acudió era de edad media avanzada, aunque también se pudo ver a familias con niños pequeños y algunos jóvenes.
El acto religioso, presidido por el obispo de Donostia José Ignacio Munilla, estuvo lleno de solemnidad. Cabe destacar que fue la primera vez en la que Edorta Kortadi asistía a la Salve como párroco de la Basílica Santa María del Coro.
También acudieron algunas autoridades. El Ayuntamiento de Donostia tuvo representación por parte de Josu Ruiz, de Bildu, Ernesto Gasco, de PSE, Miren Azkarate, de PNV, y Iñigo Azkauz, de PP. También hubo representación por parte del Gobierno Vasco. La presidenta del Parlamento Vasco, Bakartxo Tejeria, asistió a la celebración, al igual que la consejera de Desarrollo Económico y Competitividad, Arantza Tapia, y la de Educación y Cultura, Cristina Uriarte. Una vez finalizado el concierto, todos los representantes públicos saludaron de forma amistosa al párroco en su primera Salve.
El Orfeón dedicó tres canciones a la Virgen y cerró su actuación con la Salve, creada por el compositor del Vaticano, Licinio Récife, expresamente para el coro donostiarra. A muchos de los asistentes se les vio con especial interés por escuchar en vivo al Orfeón. Muestra de ello son los comentarios que se oían cada vez que se animaba a los presentes a cantar con él. "Que canten solo ellos, no vamos a fastidiar nosotros al Orfeón", aseguraba alguno. El público, callado, disfrutó con emoción de las voces que, gracias a la acústica del templo religioso, llegaban con calidad a los oídos de todos los presentes.
Con la ceremonia ya terminada, mucha gente, sobre todo personas mayores, se quedaron un rato a rezar por la Virgen. La puerta volvió a convertirse en un lugar donde no cabía ni un alfiler, ya que, mientras algunos abandonaban el templo, otros volvían a él para observar, ya con menos gente, la arquitectura y piezas artísticas de Basílica de Santa María del Coro.