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El cerro de las mil historias y un colegio

San Bartolomé traslada su sede a un nuevo y contiguo edificio después de 144 años en una de las mejores atalayas de Donostia

El cerro de las mil historias y un colegioFoto: N.G.

alo largo de la historia de la ciudad el alto de San Bartolomé ha sido un lugar codiciado por muchos, estratégico por su privilegiada ubicación y con una gran significación religiosa, cultural y militar. Sin embargo, desde hace 144 años este espacio se ha dedicado a una de las más encomiables tareas: la educación. Desde que en 1868 se instalara en el cerro la Compañía de María -orden fundada por santa Juana de Lestonnac, en 1607-, el colegio San Bartolomé ha formado a miles de niños y niñas de entre los cero y los 18 años sin perder de vista unos objetivos "fundamentales": "La atención a la persona, educar en la vida y para la vida y ofrecer una educación humanista y cristiana", explica la religiosa Arantza Zabaleta que durante muchos años ha estado vinculada a este centro.

Sin cambiar un ápice la esencia de este proyecto, San Bartolomé se enfrenta ahora a un gran reto que pasa por dejar atrás las instalaciones de esta emblemática colina de Donostia y comenzar el curso que viene en las nuevas aulas que se están construyendo muy cerca. La reurbanización de esta zona implica que los edificios que integran el colegio, incluyendo la residencia universitaria, vayan a albergar viviendas y apartamentos y que en septiembre las clases empiecen en el nuevo centro de seis plantas al que se podrá acceder tanto desde el patio actual como desde la parte baja del área de San Bartolomé, en Amara Viejo.

A esto hay que añadir la transformación educativa que está viviendo el colegio y que se traduce en el proyecto SUMMA-Aldapeta, una iniciativa que integra las propuestas y la tradición educativa de la Compañía de María-San Bartolomé, de Marianistas y del colegio Belén y que se puso en marcha hace unos años.

el primer convento de gipuzkoa

"No hay un sitio más hermoso"

Pero, ¿cómo y por qué se instaló la Compañía de María en este lugar? Arantza Zabaleta explica que la historia se remonta, "como mínimo", al siglo XIII, época de la que se tienen las primeras noticias escritas sobre "el primer convento del territorio, el de las Agustinas" e insiste en que esta zona de la ciudad ha estado "en los planes urbanísticos de Donostia a lo largo de toda su historia". "Mucho después, cuando se derribaron las murallas de San Sebastián, en 1863, la ciudad vivió un momento de vitalidad económica en el que se deseaba también un impulso cultural", apunta.

En 1866 una vecina de la ciudad, Jacoba Balzola, quiso importar el modelo educativo que venía desarrollando en Bergara la Compañía de María. "Allí había un centro de una gran calidad educativa que contribuyó a la formación de niñas y jóvenes de toda la provincia y también de fuera. Y aquí había una necesidad no atendida, la de la educación de niñas y mujeres", señala Zabaleta. Balzola, junto con la madre Escolástica Uranga de Bergara, promovió esta iniciativa y comenzó a realizar los trámites necesarios para la creación del colegio en Donostia, en 1866. "Hacia falta un lugar adecuado y desde Madrid se concedió el actual museo de San Telmo -antes fue el convento de Santo Domingo- a condición de que en caso de necesidad se devolviera a los militares. Además, había que hacer grandes reformas y la propuesta no se aceptó".

Todas las miradas se posaron entonces en la finca de Vista Alegre, en San Bartolomé, ya que el alcalde puso en venta el terreno. El historiador José Ignacio Tellechea recoge lo que se escribía al respecto en aquella época: "No hay en todo el radio un sitio más hermoso ni que ofrezca más puntos objetivos para el recreo de la vista y expansión del espíritu. Sería una muy sensible pérdida para esta población que desea con vivas ansias que se funde y establezca una comunidad de religiosas que tiene por objeto el laudable fin de la educación".

Las monjas se instalaron en 1868 y en 1873, con la llegada de la Primera República, tuvieron que abandonar el cerro durante tres años. Las 60 alumnas fueron acogidas por las carmelitas de Urgull y en ese tiempo las estudiantes llegaron a ser 160. "El retorno a Vista Alegre era imposible dadas las dimensiones. La primera piedra del nuevo convento-colegio, el que conocemos ahora, se puso en 1876, año a partir del cual se inició un proceso de construcción que finalizó con el comienzo del siglo XX, aunque el retablo de la capilla se colocó varios años antes", comenta Zabaleta.

los retos del futuro

Una educación de calidad

En palabras de la religiosa, desde entonces se ha ido respondiendo a las necesidades educativas y a los retos de los nuevos tiempos y destaca, por ejemplo, el impulso de la alfabetización que ejercieron las primeras alumnas de la Escuela de Magisterio que se creó en 1948. "Tuvo un efecto multiplicador muy grande", recuerda Zabaleta. También subraya la relevancia de la Escuela Superior de Turismo (1965) o la residencia de jóvenes trabajadoras que, con el tiempo, se convirtió en residencia universitaria (1974).

En los años 70 y 80 llegaron la coeducación, el bilingüísmo y la integración de alumnos con necesidades especiales. "Una de las constantes de los alumnos de San Bartolomé es ser buenas personas. Creemos que una persona no se educa sola, sino que lo hace un clima, un ambiente, la relación con las familias... Es un proyecto común en el se acompaña y se hace crecer al alumno".

No obstante, Arantza Zabaleta reconoce que todavía hay cosas en las que continuar trabajando e indica que hay que seguir dando respuesta a los desafíos que plantea el futuro, del mismo modo que se ha hecho durante estos últimos 144 años. "Tal vez, la seña de esta época sea la diversidad en los perfiles de los estudiantes intelectual, psicológica y socialmente. Se han tenido que adaptar los métodos para que dentro y fuera del aula se atienda a todo el mundo en función de sus propias características", apostilla. Para ello, uno de los elementos "prioritarios" ha sido la formación del profesorado en materias como la inteligencia emocional o las nuevas tecnologías.

Ahora, el colegio San Bartolomé afronta uno de esos cambios con "ganas e ilusión". Preguntada por cómo llevan el traslado las quince religiosas que actualmente componen la comunidad, Zabaleta asegura que puede que exista un sentimiento de "pena". "Pero hay que ser objetivos. Lo importante es que el nuevo edificio responda a las necesidades y que las aulas para los niños y niñas sean las mejores; un cole nuevo tiene muchas ventajas".

Así, el curso que viene San Bartolomé estrenará casa a unos pocos metros de donde ha desarrollado la función educativa en el último siglo y medio. "Lo que queremos es ofertar muchos más medios para ofrecer una educación de calidad", finaliza la religiosa.