Donostia. ¿Siempre se ha dedicado profesionalmente a la sastrería? ¿Le viene de familia?
Sí. Desde que salí del colegio del Sagrado Corazón, de la calle Sánchez Toca, he sido sastre. Aprendí en el taller que tenía el aita en el número 5 de la calle Hernani, precisamente donde estuvo Balenciaga, en los almacenes llamados Au Louvre Paris. Empecé en 1954 ayudando a poner el trapo y la plancha y a coser un poquito, tanto a mano como con las máquinas Singer. Llegó a haber más de 20 personas en aquel taller. El sastre Antonio Lafuente llegó a tener cerca de 40 personas. También había muchas modistas, como las Echepare, que tenían un taller hermoso. Y sí, me viene de familia. Mi abuelo, Emiliano Cortés Arriaga, de Urretxu, ya era sastre. Luego pasó a Beasain y de allí al barrio de Gros, donde nació mi padre. En los años 60 tuve una representación de telas y conocí a todos los sastres de Gipuzkoa que eran cerca de 300. En Donostia había 90.
¿Cree que sus hijos podrán mantener este negocio?
Yo sigo trabajando por un motivo familiar. Mi hijo Alex, el tercero, quiere seguir el negocio. Siempre le ha gustado mucho la atención al público y es minucioso y detallista.
¿Cómo se aprende a ser sastre?
Se necesita tiempo. Normalmente se empezaba con diez años cosiendo, desde los quince hasta los 25 años. Se pasaba de aprendiz a aprovechante, luego a ayudante, después a oficial y, finalmente, a cortador. Generalmente, un sastre se establecía después de trabajar con un maestro o iba a una academia en Barcelona o Madrid. Mi padre, por ejemplo, estuvo en Londres y yo, en Barcelona, con el maestro Juan Camps.
¿Viene gente a traer currículos?
He tenido algunos chicos que vienen de academias de diseño. También estuvo la experta en trajes vascos Ane Albisu, de la mano de la UPV/EHU.
¿De dónde vienen los tejidos para los trajes que se confeccionan aquí?
Normalmente son ingleses o italianos. La lana de marcas inglesas a veces procede de Argentina, pero entonces no pone Made in England. En Catalunya también hay una casa muy buena, Gorina, incluso mejor que las inglesas y con tejidos muy buenos para el artesano. Aquí no ha habido mucho. En Bergara hubo ropa de algodón, para trabajo y para tejanos. En el País Vasco sí ha habido lino. Yo he conocido una fábrica de lino en Errenteria y se cultivaba en la ribera del Oria. Todas las mantelerías vascas son de lino.
¿La moda se come la sastrería?
La sastrería no es moda, es estilo. No pasa de moda. El traje sastre va y vuelve. Un hombre o una mujer pueden tener un traje durante diez años en el armario sin que se pase de moda. La moda le va muy bien a la industria, pero tiene una obsolescencia corta. Hay que tirar la prenda pronto y eso es malo para la ecología. Que las coses duren más es mejor para el medio ambiente.
¿La sastrería es ecológica, entonces?
La sastrería ha sido una artesanía pegada a la ecología. Por ejemplo, los cuellos y puños blancos de las camisas lo son por una cuestión ecológica. Los ingleses han sido siempre muy ahorrativos: los cuellos y los puños se estropeaban, aunque tuvieran la misma tela de la camisa, y no estaban igual por los lavados y el uso. Por eso los cuellos y puños se colocaban de color blanco. Se ve en bodas de tronío, empezando por el príncipe Carlos de Inglaterra. Lleva una camisa azul con puños y cuellos blancos. No deja de ser un testimonio de economía. A veces me encargan prendas así, aunque no es lo correcto. Se usa para adaptar las ya usadas. Los abrigos de cachemir, por ejemplo, tenían un modelo diseñado para darle la vuelta. Con cartera de ojales y bolsillos rectos.
¿Qué otros sistemas de ahorro hay en la sastrería?
Tengo una teoría de por qué las mujeres atan los botones al otro lado: como los hombres generalmente mueren antes y las mujeres quedaban en peor situación económica, aprovechaban las prendas de sus maridos. Les daban la vuelta y los ojales quedaban al otro lado.
¿De dónde le viene el gusto por el mar?
Supongo que la influencia british. Por ejemplo, el que hizo esta maqueta del Titanic, Fernando Aramburu, me la trajo para exponerla aquí en la sastrería. No quiso venderla. Quería que la gente la viese. Tengo fotos de niños mirando este barco embobados.
¿Desde cuándo tiene estos mostradores de madera?
Están aquí desde que se abrió la tienda en 1954. El carpintero que los hizo también creó las estanterías. Un ebanista parisino me dijo que habían cogido el color del tiempo.
En Bilbao son más proclives a usar traje. ¿Por qué será?
Han tenido la Bolsa, los bancos, las compañías de seguros, industrias fuertes… El guipuzcoano ha sido siempre menos aficionado. Pero tengo clientes de todos los sitios, de Gipuzkoa, Bilbao, Navarra... y vascos que viven en Madrid.
¿Cuánto cuesta un traje barato hecho a medida?
Unos 1.500 euros. También se pueden comprar por 100 euros en una tienda, pero tú tienes que entrar en el traje, no el traje en ti. En la sastrería, el traje se adapta al cuerpo. Las personas somos un poco asimétricas. Tener tripa, estar cargado de espaldas… hay que mirar la configuración.
¿Cuántas horas lleva confeccionar un traje?
El sastre Salsamendi de Zarautz lo estableció en 40.
¿Le sorprende que los políticos ya no lleven corbata?
Cada uno se presenta como quiere. Pero que uno esté bien presentado y vestido es muestra de respeto a los demás. Cada cosa en su sitio. No es lo mismo comer un bocadillo que ir a hacer una buena comida. En ese caso, mejor tener un mantelito, cristalería, un buen cocinero... La misma persona cambia según se vista.
¿Qué es la elegancia en el siglo XXI?
Hay muchos diseñadores buenos, pero creo que la elegancia empieza desde dentro y hay que sentirla.
¿Qué futuro le ve a la sastrería a medida?
El XIX era el siglo de las prendas largas -chaqué, frac...- con abertura atrás para montar a caballo. En el XX, los americanos empezaron a hacer los Fords y para ir en coche recortaron todos los faldones, de ahí viene la americana. Y en el siglo XXI todavía está por ver. Creo que ahora los hombres tendrán un traje único, de color gris oscuro u otro tono, y lo usarán en ocasiones. Aunque siempre habrá gente que lo tenga que llevar en el trabajo, como un requisito. Todo cambia. Antes se usaban chaqués de distintos colores, ahora sólo hay negro y gris oscuro o perla, con excepción de Ascott.
De los coches a las bicis. Delante de la sastrería le pasa un bidegorri, ¿qué le parece?
Antes había muchos niños en Alderdi Eder y he visto sustos tremendos. Lo de los carriles para bicis me parece bien, pero se usan poco. Me encanta la bici, he andado mucho con el organizador de pruebas ciclistas Jaime Ugarte. A mi comercio no le beneficia, aunque es una cosa buena. Es como la Clásica de San Sebastián: me encanta, ¿pero por qué no aprovechan el Velódromo? Está infrautilizado. Me parece bien que la carrera pase por la ciudad y que corten el tráfico cuando pasa, pero no varios días. Personalmente no me afecta porque mi cliente es fiel, pero sí puede hacer daño a otros comercios. Si lo hicieran en Garbera, tampoco les gustaría.
¿Qué aficiones tiene?
Me ha gustado la bicicleta, leer y tocar el piano. Viajar también. He estado varias veces en Londres, París, Italia… pero, como dice la película Casablanca, "siempre nos quedará París".
¿Qué barandilla le gusta más: la de La Concha o la de la Zurriola?
Me quedo con la de La Concha.
¿Está Donostia abocada a expulsar a sus jóvenes por falta de vivienda asequible?
Hace falta un mayor dinamismo en Donostia y pensar en los jóvenes. Hay que cuidar el entorno, pero igual hay que permitir la construcción de viviendas sin necesidad de levantar cuatro alturas. Y espaciarlas en el terreno.
¿Qué sobra en Donostia?
Una cosa que hace falta en San Sebastián es restaurantes con unas buenas vistas. No hay. El portaviones del muelle está pidiendo a gritos remodelarlo y hacer unos bonitos restaurantes encima, como en otros puertos. En las casas del muelle está viviendo gente, pero también estarían muy bien si albergasen restaurantes. A los hosteleros de la Parte Vieja les vendría bien. La lonja de pescadores se podría reubicar cerca.