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Los opuestos no se atraen

El PIA, presentado como punto de reunión para empresas audiovisuales, ha levantado todo tipo de críticas

La construcción del nuevo Polo de Innovación Audiovisual (PIA), situado en Zuatzu, atrajo muchas miradas desde el principio. Pero gran parte de ese interés empresarial ha ido disipándose con el tiempo, pronosticando que la ocupación del nuevo inmueble no supere el 65% a final de año. Y aunque las empresas del sector alaben la iniciativa, no acaba de convencer a otras muchas.

PIA se presentó como un punto de encuentro para entidades dirigidas al mundo audiovisual y digital. Dos edificios compondrían el polo, dotando a uno de ellos de modernas instalaciones y equipamiento de última generación, creando zonas de uso colectivo al servicio de todas las empresas ubicadas en el lugar. Platós, salas 3D, estancias para visionado conectada con el resto de estancias, salas de postproducción y formación... Todo tipo de emplazamientos especialmente acondicionados para dar servicio a sociedades que necesitan de ellos para funcionar y que, a menudo, no disponen de medios suficientes para optar a ellos.

El edificio contiguo, sólo de oficinas, serviría, además, para promover proyectos conjuntos entre entidades, facilitar la investigación e innovación de productos y servicios y posibilitar que las compañías locales puedan consolidarse, abrir nuevos mercados y hasta internacionalizarse.

A Oscar Astier, consejero delegado de la empresa www.tak.es, encargada de formar a personal de otras empresas por cursillos online, le encantó la idea del PIA. "A mí me parece muy interesante que Donostia haya apostado por hacer un polo de estas características, porque éste es un sector que va a crecer", explica y añade que lo que le convenció desde un principio fueron "los estudios de grabación y la sala de visionado". Sus compañeros y él entraron el pasado viernes para comenzar con las obras de adecuación, pero no se instalarán "hasta el 1 de mayo".

A lo que a Astier le pareció "muy asequible", a G. D. le pareció excesivo. "Más o menos, diez euros el metro cuadrado", asegura el joven y añade que, además, "había pocas oficinas pequeñas y estaban situadas en el edificio donde no estaban las salas comunes". Al tener que trasladar material, dicho inmueble les venía a desmano, y en el edificio de interés, tan sólo optaban a oficinas "de unos 200 metros cuadrados". "Total, el doble de lo que pagamos ahora de alquiler", concluye.

Si bien G.D. reconoce que la oferta de compartir espacio con empresas de la misma índole se presentaba como un atractivo extra, la desinformación con respecto a la administración de las instalaciones colectivas acabó con sus expectativas de cambio. "Cuando fuimos a preguntar no sabían informarnos sobre quién iba a gestionar las salas comunes, cómo iban a hacerlo o qué precio tendría", afirma y añade que "al final, la sensación que daba es que te están alquilando un local; como una inmobiliaria".