ENTRE el taller de caretas y una visita guiada, los más pequeños tuvieron ayer la suerte de redescubrir Urgull y aprender más sobre sus secretas criaturas. La Sociedad de Ciencias Aranzadi ha preparado una semana dedicada a los anfibios y reptiles de este histórico lugar y, además de otras actividades que han tenido lugar a lo largo de estos días, reservaron la mañana de ayer para los niños. Pero este saber no es exclusivamente para ellos, ya que cualquier adulto interesado podrá acudir a la exposición fotográfica que hasta el próximo domingo permanecerá abierta en la Casa del Guarda.
De Urgull son conocidas sus murallas, por ser parte de la fortificación desde la cual se vigilaba antiguamente la ciudad. Como tal, en este fuerte se han librado un sinfín de batallas contra los franceses, los portugueses o los ingleses. De estos últimos, además, se conserva un cementerio que ha evocado más de un escrito y algún que otro libro. También es conocido su Castillo de la Mota, aún en pie desde el siglo XII, donde se encuentra una capilla desde la cual se alza la estatua del Sagrado Corazón de Jesús, de algo más de doce metros de altura.
Lo que mucha gente no sabe es que Urgull fue isla una vez y que, como tal, tuvo un hábitat particular. Ahora, unida al continente, sigue manteniendo particularidades botánicas y zoológicas insulares, debido a la cercanía de la urbe, que lo cerca cual muro.
Estas características biológicas no son muy conocidas por los donostiarras. No saben cómo es la vida del parque, y mucho menos qué actividad tiene cuando oscurece. Porque, al llegar la noche, el Ayuntamiento cierra las grandes puertas de hierro que aíslan el monte y el lugar queda abandonado a su suerte. En las manos, patas o ramas de sus verdaderos habitantes: los animales y las plantas. Reconocer que Urgull es su casa y sensibilizar a sus visitantes es lo que pretende hacer Aranzadi, centrada, en esta iniciativa, en los anfibios y reptiles de la zona.
Carlos Cabido, doctor en Biología y especialista en Herpetología -rama de la zoología especializada en los anfibios y los reptiles- es uno de los guías que acompañó ayer a los pequeños a redescubrir el monte. El experto explica que en los últimos tiempos la comunidad científica está prestando especial atención a la protección de dichos seres, "porque están desapareciendo de forma alarmante en todo el mundo". Él es uno de los encargados de estudiar y proteger éstos animales en Urgull, aunque no todos sean autóctonos.
La más espectacular es la salamandra común, que alcanza densidades de "unos 2.400 ejemplares por hectárea, muy elevada incluso para esta especie". Su vida es relativamente fácil, ya que su toxicidad -de la cual advierte con su característico colorido amarillo y negro- la convierte en un alimento poco apetecible para el resto de seres. Su llamativo aspecto, además, ha ayudado a avivar su mala fama, a menudo ligada a creencias mitológicas y supersticiosas.
"En inglés se conoce como fire salamander", cuenta Carlos Cabido. Por lo visto, en ocasiones, el anfibio se esconde dentro troncos, de modo que la gente solía llevárselo junto a la madera al recoger ramas para hacer fuego y, tal y como relata el biólogo, "cuando el tronco prendía, la salamandra salía despavorida de entre las llamas, haciéndoles pensar que había nacido de éstas".
Este animalito vive en lugares húmedos y fríos, y en el Cementerio de los Ingleses es donde ha encontrado su nicho ideal. Como animal nocturno que es, le encanta pasear por la noche entre las tumbas anglosajonas de Urgull, donde con facilidad encuentra invertebrados para cenar. Pero la especie tiene una particularidad singular con respecto a la mayoría de las colonias de las salamandras de su especie: mientras el resto necesita una charca para depositar allí las larvas -ya que la madre transporta en su interior los huevos hasta que eclosionan-, las donostiarras pasan la etapa larvaria también en el vientre materno, y nacen cuando ya han completado la metamorfosis, como adultos en miniatura.
Lagartija ibérica
Otra especie singular
También son muchos los ejemplares de lagartija ibérica presentes en el monte de la Parte Vieja. "Ahora están sobre todo en la zona sur: entre la Batería de las Damas y el Paseo de los Curas". Pero en los últimos años el número de estos reptiles ha descendido mucho, "porque se le ha quitado gran parte de su hábitat", explica el experto. Añade que "antes las densidades más altas estaban asociadas al castillo, pero desde hace un par de años toda la zona se ha restaurado y la lagartija ha desaparecido de allí".
Ellas también son especiales, porque, según explica el biólogo "tienen un tamaño más grande y una coloración también distinta", debido a las características insulares de Urgull. Son pardas, aunque los machos desarrollan una coloración anaranjada muy intensa durante la época de celo.
Pero los reptiles autóctonos han encontrado un competidor. Si la restauración de las murallas ha disminuido notablemente los niveles de población, por eliminar recovecos donde esta especie pueda guarecerse, ahora ha aparecido un reptil que compite por el mismo hábitat. Es la lagartija de las Pitiusas -proveniente de las Islas Baleares que comparten el mismo nombre- y que "también está presente en Gaztelugatxe", apunta Carlos Cabido. De hecho, esta zona vizcaina ha logrado hacerse con el islote: "Lo ha colonizado y ha conseguido desplazar a la especie que estaba antes ahí".
La invasora está presente en el monte donostiarra, por lo menos, desde 2005. "Llevamos un programa de control y erradicación y, por lo menos de momento, no ha desplazado a la de aquí", asegura el científico, pero destaca que la facilidad de esta lagartija para sobrevivir tanto en zonas rocosas como entre la vegetación puede convertirse, a la larga, en un problema.