LA barandilla de La Concha siempre se ha llevado todos los flashes, por mucho que la de Ondarreta sea idéntica. Pero, las obras de reparto de la arena de la duna para esta playa atraen a numerosos antiguotarras y vecinos de otros puntos de la ciudad.
Apoyados en la barandilla, muchos observan a diario el discurrir de los trabajos de cribado de la tierra transportada desde la obra del nuevo parking de La Concha. Hay espectadores casuales, habituales y hasta continuos, pero el patrón inequívoco es que, en su mayoría, son jubilados. Los ingenieros de barandilla, tal y como se autodenominan estos vigilantes retirados, son los verdaderos guardianes de esta obra.
"Vengo todos los días desde Amara a dejar a los nietos y no puedo evitar pararme", explica Ángel Maíz, un constructor jubilado de 74 años. Y es que el cúmulo de 20.000 metros cúbicos de material impresionan a cualquiera. Ángel, sin embargo, no confía plenamente en el proyecto, ya que las obras de cribado se llevan por delante todos los pedruscos mezclados que encuentra a su paso: "Cuanta más piedra se quite, más arena se llevará el agua. Pero ya veremos el año que viene", añade.
Al igual que Ángel, son muchos los que se acercan añorando sus tiempos de profesión. Este es el caso de Cándido Sánchez, un antiguotarra que ha dedicado su vida a trabajos de este tipo. Con la cámara digital en la mano, se dispone a inmortalizar a los obreros en acción. "Quería fotografías de los vehículos en los que he trabajado durante tantos años", relata. Cándido tampoco se muestra positivo en lo que al éxito de la duna se refiere: "Creo que el agua se la va a llevar".
"Las máquinas son una maravilla. Me parece íncreible que, siendo la arena uno de los corrosivos más potentes que existen, los engranajes del motor sigan funcionando", comenta Alberto Gil, un veterano proveedor de materiales para la construcción. "La obra es excelente: la mano de obra está aprovechada al máximo. Pero, ¿no se pudo hacer en mayo?", se pregunta este vecino. Además, afirma que lo más importante es impedir que la corriente se lleve la arena desde el Tenis hasta el Pico del Loro, algo que "va a seguir pasando hasta que no se hagan estudios oceanográficos".
Y es que todos coinciden en decir que "el mar es imprevisible". Lo mismo opina Pablo Iturbe: "Me parece lógico que prueben echando la arena, porque este verano sólo ha habido piedras y no se podía ni andar. Aunque tengo mis dudas de que no se la lleve el mar".