Donostia. Hay tardes de ésas en las que las cosas, en cuestión de trofeos, se ponen de la parte de uno y no del otro. ¿Fue la de ayer una tarde ésas? No se puede afirmar rotundamente. Morante fue el que sacó el corte y el estilo, esas formas imposibles en cualquier otro torero. Pero Manzanares fue el que se llevó el gato al agua cortando dos orejas al primero de su lote. El Tato, por su parte, anduvo que ni fu ni fa. Lógico en un torero que lleva ya una intemerata de años retirado y que cuando reaparece en una plaza, si es que a lo del Tato se le puede llamar una reaparición, lo hace porque va por delante de algún diestro de prestigio.
Raúl Gracia venía a Donostia en el cartel de José Tomás. Los toreros que verdaderamente están arriba, esos que se llaman o se hacen llamar figuras, depende del caso, imponen a un torero veterano que vaya por delante de ellos en el cartel, alguien que les vaya segando la hierba a su paso. Esto es lo que sucedió con José Tomás, que hubiera pisado hoy el ruedo de Illumbe de no estar a punto de volver a entrar en quirófano, y El Tato. Pero que esto no se use como menosprecio. El Tato anduvo bien ayer con el segundo de su lote, digno, que es bastante decir para un torero que no torea en público.
También la corrida de Núñez del Cuvillo venía de la mano del de Galapagar. Dicen los que saben, y con esto ustedes se darán cuenta de cómo están las cosas en el toreo, que fue Tomás, personalmente, el que pidió el encierro. No se trató de un encierro malo, tampoco bueno. Fue una corrida de toros que cumplió con las expectativas y eso en los tiempos que corren es mucho decir. Los del Cuvillo fueron, ante todo, manejables, no dieron un problema, se movieron y permitieron a los diestros realizar su profesión.
El caso es que en eso de realizar la profesión cada uno tiene un punto de vista. Luego el respetable es quien evalúa esa interpretación. Ayer consideró que las dos orejas de la tarde se las debía llevar Manzanares tras la lidia a su primero. Quizás fue un poco excesivo. Se trató de un toro de esos que tiene movilidad, pero no entrega. Manzanares anduvo más que bien. Pero las propias características del toro no daban para poder cortarle las dos orejas.
Lo de Morante es cosa aparte. Morante está viviendo uno de esos momentos espectaculares en el toreo. Y el caso es que no hay quien le siga. Ayer Manzanares cortó esas orejas de las que hablamos con un estilo impecable, con una técnica que funciona, con una solvencia de figura del toreo. Morante, en su estilo, demostró lo que es andar delante de la cara de los toros, lo que es tener arte y señorío en el toreo. Demostró algo más: que el arte y el valor no están reñidos. Lo lleva diciendo mucho tiempo. En la retina del aficionado quedan esos pases cadenciosos, por abajo, calmados y perfectos al primero de su lote. O esos estatuarios, roto el torero, al segundo. No cortó orejas, pero el arte, ayer, estuvo en sus manos.