Bilbao. Pablo Berasaluze vivió ayer un sueño que se tornó en pesadilla. Jugaba el delantero de Berriz una final del Parejas casi tres lustros después de haber disputado la primera y única de su carrera profesional. Y además lo hacía en Bilbao, su tierra. Pero el tendón de Aquiles de su pierna izquierda se quebró en el décimo tanto del partido. Caía el vizcaino junto a Albisu por 4-5 ante Irujo y Zabaleta en una final que estaba siendo tremendamente igualada, pero de pronto sintió un pinchazo. Pablito se derrumbó al intentar responder a un pelotazo de su oponente. Gritó, se revolvió preso del intenso dolor y se dio cuenta de que su sueño había terminado. Se despertó y solo le quedó el cariño de una grada que le ovacionó, puesta en pie, hasta en tres ocasiones. La primera, cuando se retiró a los vestuarios. La segunda, cuando apareció en la cancha para despedirse del público y anunciar la imposibilidad de continuar jugando. La tercera, cuando subió al podio para recibir sus trofeos de subcampeón. Un escalón más arriba, Irujo y Zabaleta celebraban un título agridulce. Pero una txapela al fin y al cabo. La décima para Juan Martínez de Irujo. La primera para José Javier Zabaleta.

La final duró 21 minutos. Nueve de ellos fueron de juego real. De intensidad pura y dura. De tensión máxima. Cada cual hizo lo suyo. Irujo y Zabaleta castigaron a Albisu, que para antes de la suspensión del partido ya había acumulado un par de errores, aunque también infinidad de buenos pelotazos. Zabaleta parecía ligeramente superior en la zaga, pero por un escaso margen. Y adelante tampoco había excesiva diferencia. Irujo apuntó un par de detalles y mucha pegada para marcar diferencias en el marcador (0-2 y 2-5), pero Berasaluze II encontró después la fórmula para contrarrestar el poderío del delantero de Ibero. Lo hizo con un par de paradas al txoko (4-5) y lo intentó con una tercera que desencadenó una auténtica hecatombe. Se la jugó el berriztarra, respondió Irujo y Pablito inició la carrera en busca de un nuevo ataque. Pero acabó en el suelo. Sintió un pinchazo en el tendón de Aquiles y, a falta de confirmación oficial, estará fuera de juego durante muchos meses.

La profecía de Zabaleta La final acabó entonces. Con un último tanto dramático que cayó del lado de Irujo y Zabaleta (4-6). ¿Por qué? Porque Berasaluze II, roto, no pudo seguir en pie. Se cumplió así la profecía de Zabaleta, que tras el partido confesó que, antes del inicio de la final, le había preguntado al propio Pablito: "¿Qué pasaría si un finalista se lesiona?". Por pura casualidad, el receptor de la cuestión fue quien cayó fulminado. Perdió la oportunidad de su vida. Su sueño de ser campeón o de, al menos, poder serlo en la cancha se diluyó. Al menos le quedó el consuelo de poder despedirse de su gente. Lo hizo tocándose el corazón, llorando de la emoción por sentir el cariño de una afición que le tributó tres sonoras ovaciones. La imagen de la grada del frontón Bizkaia puesta en pie aplaudiéndole no se le olvidará nunca. Su nombre no entró ayer en el palmarés del torneo, pero quedó grabado para siempre en el corazón de los presentes.