- ¿Estamos realmente ante un problema de racismo? ¿Es racista quien llama negro a un jugador desde la grada?

-Esta es una pregunta casi de corte filosófico, importante e interesante. ¿Qué es lo que explica un acto así? ¿La motivación del momento? ¿El contexto en el que se encuentra la persona que grita? ¿O su ideología? Podemos estar ante una gracieta. O podemos estar ante la expresión de una persona racista que intenta ofender a otra. Independientemente de todo ello, el acto es lo que es: un acto racista. Aunque no creo que resulte importante si ha de recibir esta u otra catalogación... Simplemente entra en un marco de expresiones y de agresiones verbales que no deberían ser aceptables.

Da la sensación de que estos comportamientos se producen principalmente en el fútbol, y no tanto en el resto de disciplinas.

-Pienso que, en cuestión de terminología, los medios de comunicación debéis de hacer autocrítica en torno a una cuestión. Se habla a menudo de "la violencia en el deporte" o de "racismo en el deporte". Y, en realidad, lo que se da es una serie de agresiones físicas y verbales en el marco del fútbol espectáculo, de Primera División y masculino. Además, a este último matiz te añado que las personas que más a menudo utilizan expresiones ofensivas o tienen conductas violentas son hombres.

¿Hasta qué punto supone toda esta problemática un retrato fiel de nuestra sociedad?

-En cierta medida sí lo es. Pero en cierta medida no. Estos eventos masificados cumplen la función de permitir a la gente descargar tensiones acumuladas previamente en otros contextos de la vida. Yo sí que pienso que los estadios suponen algo así como catedrales de nuestros valores y de lo que es esta sociedad. Pero tampoco creo que la representen fielmente. ¿Me explico? Son una exageración, una representación, una vía de escape... En definitiva, un nodo donde confluyen diferentes pasiones, las mejores y las peores.

¿Qué supone la querella de la Fiscalía en el 'caso Williams'?

-Un hito, porque se ha entrado de oficio a analizar el asunto. Hemos asistido a muchas situaciones similares, con gritos o insultos recogidos en los medios de comunicación, que han quedado en nada al no figurar en el acta de un partido. Al no poder avanzar estos casos a través de los cauces digamos oficiales, no se han investigado. Por eso te comentaba ahora que la querella supone un hito, porque la Fiscalía ha venido a decir: Oye, no podemos permitir que en un espectáculo deportivo sucedan estas cosas, ¿eh?.

¿Lo estamos permitiendo?

-Es que no debiéramos olvidar que, en estos espectáculos masivos, normalizamos y naturalizamos circunstancias que no aceptaríamos en ningún otro contexto. Porque pagar una entrada no implica tener derecho a insultar. Tú vas a ver un partido de fútbol: dedícate a animar a tu equipo y a protestar de forma civilizada lo que estimes oportuno.

¿El problema es de calado?

-El problema existe. Está ahí y se da más frecuentemente de lo que conocemos. Los insultos de corte racista, homófobos y sexistas resultan habituales. Y también resulta habitual que estos comportamientos no trasciendan. Analizo las noticias que salen al respecto y dudo mucho que se produzcan tan pocos casos como los que terminan publicándose. El de Williams ha supuesto una excepción.

Así que, efectivamente, piensa que el asunto tiene su magnitud.

-Como te decía ahora, el problema existe. Pero debemos afrontarlo sin caer en dramas. En todos los ámbitos de la vida se dan conflictos y desajustes. La dimensión de estos varía en función de la cantidad de personas que participan o tienen acceso a ellos.

Pues aquí hablamos de eventos masivos...

-Sí, pero ahí tienes el problema y también la solución. A veces, cuando criticas determinados espectáculos, parece que eres contrario a los mismos. Pero no es mi caso. A mí todo lo que sea celebrar la vida, las multitudes, me parece maravilloso. Y sin embargo también pienso que hay eventos masivos como el fútbol que tenemos que reconfigurar. Se trata de pararnos a pensar y decir: Oye, que aquí no vale todo.

Vuelve a referirse directamente al fútbol. ¿Por qué cree que este asunto no alude tanto a otros deportes? ¿Es solo una cuestión de cantidad de seguidores?

-Lo cuantitativo influye. Y el fútbol es un juego fácil de entender, que en sus orígenes suponía un espectáculo accesible y que a día de hoy continúa recogiendo los efectos de todo ello. Así que el razonamiento tiene toda la lógica: cuantas más personas sigan algo, más opciones habrá de que entre ellas existan determinados comportamientos, buenos y malos. Pero no estamos solo ante una cuestión de número. El asunto también tiene su vertiente cualitativa.

¿Cualitativa?

-Me refiero a aquello que nos atrae del fútbol, a lo que atrapa a la gente. Es un deporte que ha avanzado de forma paralela a procesos sociales más amplios. Históricamente, reivindicaciones, identidades colectivas o proclamas que no se han podido realizar en otros contextos han aprovechado el espacio del fútbol para salir a la palestra, convirtiendo los estadios en esas catedrales de valores que te citaba al principio. Hablamos de un espectáculo en el que, por ejemplo, puede producirse un efecto de identificación con estados y naciones. O en el que se han vehiculizado conflictos que nada tienen que ver con el deporte.

Entiendo.

-La cantidad de seguidores resulta importante y el fútbol tiene muchos. La pregunta es por qué. Yo opino que los tiene porque activa claves emocionales ajenas al propio juego. Así, sumas los cuantitativo y lo cualitativo y el resultado es que se ha creado con el fútbol una especie de núcleo de valores, una especie de centro neurálgico que da pie a curiosas circunstancias lingüísticas: cuando en las noticias de la televisión abren la sección de deportes, en plural, en realidad solo te van a hablar de uno. Se amplifican, simplifican u obvian unas realidades frente a otras, creándose un referente que no siempre es el mejor. Esperemos al menos que esto sirva, ahora que ha surgido el caso Williams, para mejorar y visibilizar algunos problemas demasiado silenciados hasta la fecha.

"La querella de la Fiscalía de Barcelona supone un hito, porque ha entrado de oficio a analizar los gritos, sin que el acta reflejara nada"

"En determinados espectáculos masivos normalizamos cosas que no aceptaríamos en ningún otro contexto de la vida"