- “Un auténtico desastre”. De esta manera tan gráfica expresa Jaime Hurtado, director gerente de Asiccaza-Asociación Interprofesional de la Carne de Caza, la situación en la que se encuentran tanto las empresas comercializadoras de carne de caza silvestre como los propios cazadores que participan en las monterías de las que se obtiene ese producto.

El cierre de la restauración tanto en España como en gran parte de los países centroeuropeos se está revelando como una auténtica fatalidad ya que absorbe en torno al 90% de la producción total. “La primera ola de la pandemia llegó inmediatamente después del cierre en febrero de la época de monterías, con lo que los almacenes de empresas dedicadas a la comercialización de carne de caza silvestre estaban a rebosar”, apunta Hurtado.

Aunque la reapertura de los establecimientos de hostelería podía haber supuesto un pequeño alivio para el sector, lo cierto es que “los mercados se reactivaron muy poco a poco, lo que ha provocado la caída de los precios hasta mínimos históricos y, como consecuencia de ello, los gestores de las fincas no están dispuestos a vender la carne en esas condiciones”, sostiene el responsable de la organización interprofesional que agrupa a productores e industriales de la carne de caza silvestre.

Hurtado recuerda que la primera ola de la pandemia les llegó con los almacenes llenos y cuando los principales mercados de venta en fresco, es decir, aquellos en los que se comercializa la carne recién capturada, ordenaron el cierre de la restauración. Ese fue el caso de países importadores de este tipo de carne como Francia y Bélgica, “con lo que no ha quedado más remedio que congelar esas existencias y añadirlas a las que ya teníamos almacenadas con anterioridad”.

A las dificultades para dar salida al estocaje existente se añade la anulación o el aplazamiento de las monterías que estaban previstas en los cotos de Andalucía o en Castilla-La Mancha debido a las prohibiciones de movilidad interterritorial provocada por los confinamientos.

A pesar de que ha decrecido el volumen de la caza, ese hecho no ha sido suficiente para reactivar el precio de la carne, “con lo que la incertidumbre es máxima y nos situamos ante un horizonte muy negro”. Por el momento, tampoco ha tenido efecto que Asiccaza y otras asociaciones y entidades relacionadas con la caza e incluso “las interprofesionales de otros sectores ganaderos como el vacuno, el ovino o de los porcinos de capa blanca y del ibérico hayan reclamado que la actividad cinegética sea considerada esencial para la economía”.

Esta demanda responde tanto a cuestiones meramente económicas como medioambientales y desde Asiccaza recuerdan que el proceso para la obtención de la carne de caza silvestre constituye un factor determinante para la conservación de los ecosistemas ya que su impacto redunda en la supervivencia de muchas especies. “No es cuestión de que la caza se practique más o menos; de lo que se trata es de evitar la proliferación de poblaciones de algunas especies que pueden generar graves riesgos sanitarios”. Pero Hurtado reconoce que si se deja de cazar “estamos abocados a la superpoblación de especies y es necesario tomar en consideración las consecuencias que ello acarreará. Si este año dejamos sin cazar 250.000 jabalíes, el año que viene se multiplicarán por tres y el campo se convertirá en un polvorín para la transmisión de enfermedades y para la cabaña ganadera”. Y si se tambalea el sector del porcino, la incidencia que tendrá en la economía española resulta difícil de cuantificar.

Además de generar un equilibrio poblacional de las variedades cinegéticas que propicie su conservación y evite las superpoblaciones, desde Asiccaza recuerdan que gracias a estos beneficios medioambientales, a los que deben añadirse los nutricionales y los sociales, “la UE recomienda y promueve el consumo de estas viandas”.

Hurtado reconoce que, en estos momentos, los supermercados constituyen la única vía de comercialización de sus productos, aunque sería necesario que se incentivase el consumo doméstico a través ese tipo de establecimientos que “no permanecen cerrados mientras que los restaurantes sí que lo están. Es cierto que teníamos que haber diversificado nuestra clientela y estar presentes en los lineales de los supermercados”, reconoce.

Esa ha sido una de las propuestas que han transmitido en la reunión que han mantenido esta misma semana con representantes del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación y que tiene como aval las bondades nutricionales que aportan a los consumidores este tipo de alimentos. Las propiedades de la carne de caza silvestre cuentan con la garantía expuesta en un estudio dirigido por las investigadoras María Almudena Soriano y Antonia García, del Área de Tecnología de Alimentos de la Universidad de Castilla-La Mancha.

Ese informe determina, por ejemplo, que esta carne tiene un reducido porcentaje de grasa y un alto contenido de proteínas, lo que lo convierte en un producto altamente recomendable para disfrutar de una dieta saludable.

100 gramos de lomo de ciervo silvestre, por ejemplo, aportan 22 gramos de proteínas, 0,8 gramos de grasa y 93 kilocalorías, además de un importante y variado contenido de minerales y vitaminas del grupo B. También proporciona las cantidades diarias recomendadas de fósforo, hierro, cobre, zinc y potasio y vitaminas del grupo B.