Pau Etxaniz entró el jueves en los anales de la historia de Gipuzkoa al colgarse el bronce en k-1 de slalom de los Juegos Olímpicos de París. De esta manera, el donostiarra se adjudicó la primera presea de la representación guipuzcoana en los Juegos de 2024. El hijo de Xabier Etxaniz, olímpico en los Juegos de Barcelona de 1992 y Atlanta 1996, marcó un tiempo de 88.87 segundos en el canal de Varies-sur-Marne debido a una penalización de dos segundos por tocar la puerta 19. Según declaró tras el descenso, "la mejor bajada" de su vida.
Fue una bajada excelsa, a la altura de un campeón olímpico, pero ese toque al final del descenso le privó de la gloria olímpica. Sus rivales también lo hicieron bien, y el oro se quedó a poco más de medio segundo tras el 88.22 marcado por el italiano Giovanni Gennaro. "Estoy muy contento, sabía en todo momento qué era lo que tenía que hacer", señaló una vez recibida la medalla. El deportista de 23 años añadió que "fue una pena el toque al final de la bajada" que le "quitó el oro", pero insistió en que con este bronce está "satisfecho y muy contento".
Familia olímpica
Además de su aita, Xabi es su entrenador y la pareja de la triple medallista olímpica Maialen Chourraut, que en París está disputando sus quintos Juegos Olímpicos. En una tarde mágica bajo el cielo francés, Pau cumplió su sueño "de subirse al podio en los juegos bajo la mirada de sus familiares". Al término, se fundió en un abrazo muy emotivo con los suyos.
Aseguró que está "en una nube". "Todos los que ganan una medalla dicen que es un sueño, pero es que realmente lo es", añadió. "La gente que está fuera no es consciente de lo grande que es esto y lo importante que ha sido para mí".
En pocas semanas disputará el campeonato europeo sub-23 con el objetivo de "disfrutarlo con el equipo y pasarlo bien", y a pesar de lo que ha conseguido está "con los pies en la tierra".
Su propia marca
Además de su carrera deportiva, Pau estudia diseño y ha lanzado su propia marca, de la que destaca que es "es algo muy positivo" para él porque en ocasiones le quita "el piragüismo de la cabeza".
"El deporte puede ser en ocasiones algo muy tóxico, que llega a la obsesión y a mí me ayuda a despejar un poco la mente, a estar en otras cosas y además me encanta", afirmó.