La familia Etxaniz, esa que vive por y para el piragüismo de aguas bravas, sigue haciendo historia. Este jueves ha sido el menor de la saga, el último en llegar a la competición de elite: Pau Etxaniz. Cuando muy pocos auguraban que pudiera llevar, una vez más, a este deporte a lo más alto, el donostiarra, tras una actuación un tanto apurada en unas semifinales en las que logró por los pelos el pase a la final (concretamente, con el último puesto de los doce que se clasificaban), volvió a conquistar un metal olímpico para Gipuzkoa, el primero de un territorio que se cita con el podio olímpico desde la edición de Barcelona 1992, exactamente hace 32 años. Desde entonces (Barcelona 1992, Atlanta 1996, Sídney 2000, Atenas 2004, Pekín 2008, Londres 2012, Río de Janeiro 2016, Tokio 2020 y, ahora, París 2024) el deporte guipuzcoano siempre ha conquistado una medalla.

De esta manera, Pau Etxaniz se ha adjudicado la primera presea de la representación guipuzcoana en los Juegos Olímpicos de París tras colgarse el bronce en k-1 de slalom. El palista donostiarra ha marcado un tiempo de 88.87 segundos en el canal de Varies-sur-Marne debido a una penalización de dos segundos por tocar la puerta 19.

Su bajada ha sido rapidísima, brutal. Sus gestos de celebración cuando era el único que había descendido de la final lo evidenciaban. Después ha habido que sufrir mientras bajaban, uno por uno, los once competidores restantes hasta que el italiano Giovanni Gennaro, con un registro de 88.22, oro a la postre, le rebasara invirtiendo más tiempo en su actuación (no tuvo ninguna penalización), al igual que el francés Titouan Castryck, con 88.42 (sólo unas centésimas menos que el guipuzcoano).

Aún quedaban dos participantes por salir que le podían arrebatar la medalla, pero es que la gran carrera protagonizada por Etxaniz ha impedido que los mejores de la especialidad lo hicieran mejor que él.

En definitiva, Pau Etxaniz, hijo de su entrenador, Xabi, pareja de la triple medallista olímpica Maialen Chourraut, que en París está disputando sus quintos Juegos Olímpicos, ha realizado el mejor tiempo de todos en una final en la que se despojó de todos los nervios y demostró a todo el mundo que ya pueden contar con él para aspirar a lo más alto, que él también está hecho de otra pasta y que quiere inscribir su nombre en las páginas más célebres del piragüismo internacional.

"Quiero una medalla"

En una entrevista concedida a NOTICIAS DE GIPUZKOA antes del inicio de los Juegos, Etxaniz afirmó que quería tocar metal: "Quiero hacerlo lo mejor posible. Obviamente, quiero una medalla, pero tampoco soy tonto. No puedo querer la medalla como un inconsciente. Sé que para conseguirla tengo que hacerlo muy bien y tengo que competir de la mejor manera. El objetivo es remar de la mejor manera y después, que pase lo que tenga que pasar. Lo principal es dar mi mejor versión."

Dicho y hecho, el donostiarra, con un espectacular descenso, logró su deseo, una medalla de bronce en unos Juegos Olímpicos. Casi nada.

Debut olímpico

Etxaniz, de 23 años, ha disputado así la final en su primera participación en unos Juegos Olímpicos. En su palmarés destaca que en los Juegos Europeos de Cracovia 2023 consiguió una medalla de oro en la prueba de k-1 por equipos.

Como anécdota cabe reseñar que su padre, Xabier Etxaniz, antiguo técnico de la selección española y entrenador actual de Maialen Chourraut, su pareja, compitió en los Juegos Olímpicos de Barcelona y de Atlanta, también en la misma disciplina de k-1, llegando a obtener el puesto 13º, peor que el logrado por su hijo.

En su debut olímpico, por lo tanto, Pau ha mejorado ampliamente la actuación de su aita Xabier en los citados Juegos de Barcelona en 1992 (22º, 116.47) y en los de Atlanta 1996 (22º, 153.77). Ahí es nada.